Fortaleza y Unión
Por: Claudia López Mazariegos / @Clau_LopezM
En nuestro país, la fuerza de los ciudadanos se muestra día con día en cada una de las labores realizadas para luchar contra las adversidades que nos aquejan.
El poder social, la fortaleza de la sociedad civil, la cual podemos entender como el conjunto de iniciativas, asociaciones y redes voluntarias que si bien no forman parte de los tres poderes del Estado son lo suficientemente poderosas para convertirse en un vínculo entre el gobierno y la sociedad.
Hace más de 10 años estuve ante la disyuntiva de poder trabajar en un importante despacho de abogados; sin embargo, no me motivó la idea de estar sujeta a un sueldo y atender asuntos por instrucción de un jefe, sino que mi interés iba más allá: quise comprometerme con el ciudadano común, cuya condición de vulnerabilidad lo alejaba de la oportunidad de mantener un acercamiento real con su autoridad para la satisfacción de sus necesidades más básicas.
Descubrí entonces que crear una sinergia entre varios actores podía marcar la diferencia. Me di cuenta de que, como yo, muchas madres tenían (y tienen) la gran responsabilidad de sacar adelante a sus hijos sin la ayuda ni el respaldo de una pareja, lo que conlleva un mayor esfuerzo, pues nuestro trabajo va más allá de la situación económica, pues implica la construcción de un entorno más humano, seguro y confortable para el futuro de nuestros hijos.
Es importante tomar en consideración que se debe potencializar el desarrollo del ser humano antes que pensar en un cambio de paradigma ya que si la persona no alcanza un alto nivel de empoderamiento en sí mismo, difícilmente podrá lograr lo que se propone.
Hoy, estoy convencida de que las organizaciones de la sociedad civil sirven siempre y cuando los actores que las dirigen se sientan realmente comprometidos con el servicio social. Pero, por otro lado, también se necesita que los ciudadanos que reciben los apoyos se sientan plenamente identificados y comprometidos, pues ante los severos problemas que hoy aquejan y lesionan el tejido social, sólo el trabajo coordinado podrá ayudar a superar la pobreza extrema, la destrucción del medio ambiente, la exclusión social, la pérdida de legitimidad de las instituciones políticas tradicionales que sólo usan a los ciudadanos vulnerables como carroña electoral, la pérdida de los valores tradicionales entre los jóvenes, entre otros factores.
Pero más allá de las buenas intenciones, de las promesas vacías y los discursos vanos de cómo lograr el desarrollo local o regional, realmente se requiere de un motor que impulse la participación ciudadana, ya que esto es vital para que las organizaciones sociales puedan alcanzar su meta. Hoy en día, existen muchas que atienden diversos problemas en específico, sin embargo, es necesario que se atienda el factor humano para que se refuerce el lazo con los ciudadanos, para que la transformación en sus comunidades sea real.
No podemos hablar de un crecimiento local, regional o nacional cuando se abandona el factor primario de la sociedad: el núcleo familiar. De acuerdo con estudios realizados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el desarrollo humano debe ser el proceso por el cual una sociedad mejore las condiciones de vida de sus ciudadanos, creando un entorno de respeto por los derechos humanos y coadyuve a potencializar las habilidades y capacidades de cada persona.
Los proyectos que encabecen las organizaciones sociales deben estar orientados a mejorar las condiciones de vida de las personas, para que éstas sean capaces de devolver a la sociedad, de manera responsable y proactiva, el apoyo recibido.
Estoy segura que cuando las personas se unen en un propósito común de inclusión social y desarrollo, pueden alcanzar grandes logros; con perseverancia, responsabilidad y compromiso se obtendrán resultados favorables en el momento adecuado.
