Por Mario Galeana / @MarioGaleana_ 

Lo que las cámaras no registran es el sonido ahogado de los tambores en los pasillos del Edificio Carolino.

Bam. Bam. Bam.

En las fotografías sólo se verá un salón pequeño, a unos cuantos hombres reunidos en torno a Alfonso Esparza Ortiz, que hace una sonrisa chiquita, casi humilde, mientras lleva en las manos la hoja de su registro, el cual es a la vez una hoja de ruta: la de su reelección como rector de la BUAP.

Todo en él es sencillo: un traje negro –siempre negro–, una corbata naranja y ningún grito, ni una sola consigna, nada que se le compare al bacanal que lo espera al salir del saloncito: una multitud que agita globos y machaca los tambores y silbatos como si de una batucada brasileña se tratara.

Bam. Bam. Bam.

Abundan los “¡Esparza, amigo, la BUAP está contigo!”, o el simple “¡Esparza, Esparza, Esparza!”, pero todos son gritos. Estallidos de porras que avanzan a medida en que el rector de la universidad camina a través de los pasillos.

La calma de Alfonso Esparza es increíble. Algunos dirían que es timidez. En su largo paso hasta la salida del histórico Edificio Carolino, Esparza sonríe a todos pero es acaso un gesto de rubor. Muy pocas veces se estira para estrechar las manos de unos cuantos, quizá porque una docena de fotógrafos caminan junto a él, delante de él, detrás de él; porque la marcha de Esparza es ahora y nadie –nadie– quiere perder de vista a quien dirigirá la máxima casa de estudios en Puebla durante los próximos cuatro años.

***

Y si afuera del Edificio Carolino la voz del micrófono pregunta dónde están los de la prepa Cabrera, unos muchachitos gritan “¡eh!”. Y si la voz del micrófono pregunta dónde están los de la prepa 2 de Octubre, otros muchachitos gritan “¡eh!”. Y si la voz del micrófono pregunta dónde están los de Computación, otros más grandes gritan “¡eh!”. Y si la voz del micrófono pregunta dónde están los de Medicina, algunos más allá, lejos, gritan “¡eh!”.

Y no importa si la voz del micrófono pregunta dónde están los de Comunicación, los de Contaduría, los de Derecho, los de Historia, los de la prepa Emiliano Zapata, los de Economía, el grito siempre será con exactitud el mismo.

Porque todos están aquí. Porque todos esperan a que Alfonso Esparza Ortiz cruce el dintel del viejo portón café de aquel edificio amarillo para hacer que suenen las cornetas, campanas, violines, guitarras, altavoces, trompetas, silbatos, matracas y platillos.

“¿Y dónde están los de Tehuacán?”

“¡Eh!”

***

Fue contralor de la BUAP en tiempos de Enrique Doger Guerrero. Fue tesorero de la universidad en tiempos de Enrique Aguera Ibáñez. Fue candidato de unidad a la Rectoría en tiempos de nadie. Fue elegido rector de la BUAP por más de 50 mil votos. Dirigió la universidad sin escándalos: sin acercarse demasiado a la izquierda o a la derecha, y sin que la oposición interna tomara fuerza. Se plantó frente al gobernador Rafael Moreno Valle para decir “ni una más”. Se aventó de un avión por una apuesta. Logró que el equipo de Los Lobos avanzara al primer circuito de competición en el futbol mexicano.

Y caminó por los pasillos del Carolino, bajó paso a paso las escaleras de Los Leones hasta salir del edificio y llegó hasta donde está ahora: en un pequeño e improvisado escenario montado en la plazuela, desde donde le dice a miles de universitarios que, para él, su labor no ha terminado.

Que lo que quiere es “el fortalecimiento de la institución”. Que la universidad se ha convertido en un referente de investigación académica. Que recorrerá todas las unidades académicas para la campaña que se avecina.

El sonido de las bocinas está viciado, se entiende poco. Pero nada importa porque, sean las palabras que sean, los que están frente a él le aplauden, gritan su nombre y todo se hace un carnaval.

Esparza baja del podio y avanza lentamente entre la multitud hasta desaparecer, pero nada se detiene. Aparecen un par de hombres con el torso desnudo que bailan sobre una plataforma, algunos arrojan polvo de colores y se agita el papel picado entre el aire caliente del mediodía.

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