La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
Lo mejor del eclipse, al menos acá en México, fue ver un video de Donald Trump, donde sale a una terraza y…
Recuerdo que en 1991, horas antes del gran eclipse total que hubo en México, salí al mercado con mi madre. Fuimos, como de costumbre, a comprar la verdura para la comida.
En el trayecto iba oyendo a la gente que hablaba sin parar sobre el fenómeno. Muchas de esas personas estaban excitadas. En las calles, los vendedores ambulantes hicieron su agosto ofreciendo filtros para poder observar el eclipse.
Llegando al mercado, madre y yo fuimos testigos del espanto que causaba dicho fenómeno entre las vendedoras. Muchas de ellas, sobre todo las mujeres, estaban recogiendo con premura sus mercancías. Preferían irse a guardar a sus casas antes que el sol empezara a tornarse negro.
Sin duda en 1991 la desinformación reinaba. Sobre todo porque entre la gente de campo existen muchos mitos ante un fenómeno tan peculiar como un eclipse.
Recuerdo perfectamente que doña Trini, la señora que nos vendía el pollo, estaba embarazada en ese momento y a la hora que llegamos a su puesto por el pollo, ella ya estaba subiendo la carpa. Nos dijo que se iba pal pueblo porque temía que el “eclís” de sol le fuera a comer el labio o el paladar al bebé que llevaba dentro.
Mi madre trato de explicarle que nada de eso iba a pasar, y que, por el contrario, el eclipse era algo único, un espectáculo natural que no volveríamos ver nunca. “A su hijo no le afecta en nada, Trini”, dijo mamá. Pero doña Trini no se dejó convencer y hasta nos enseñó su amuleto protector: un listón rojo amarrado en el vientre con unas tijeras en forma de cruz.
Total que mucha gente se perdió de ver el eclipse porque tenía miedo. Muchos juraban que alguna calamidad vendría después, cosa que no sucedió.
Como dice Umberto Eco: la superstición trae mala suerte.
A más de veinte años de aquel eclipse, la gente sigue desinformada y temerosa, y no sabe qué hacer ante un fenómeno así, cuando la regla universal y básica es “no mirar directamente al sol”, es decir, sin filtros adecuados. Pero hay quien prefiere no arriesgarse y de plano se vuelve a guarecer en su casa.
“No mire al sol directamente” nos dicen en noticieros y programas de radio. En comerciales, en las redes…
¿Y qué es lo primero que hace Trump al salir a su terraza?
¡Eureka! Alzar la mirada, su mirada torva, hacia el sol.
¿Trump es un provocador o de plano si le falta algo en el cerebro?
