La Quinta Columna Exprés.

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Todos condenamos el espionaje telefónico, pero no dudamos en regodearnos con las conversaciones que circulan.

Las escuchamos con morbo infinito y buscamos mensajes oscuros a través de los tonos de voz y los susurros.

Naturaleza humana.

No somos dueños de nuestras lenguas.

Menos aún de las de otros.

Basta con grabar una charla telefónica al azar y luego escucharla semanas después.

Parecerá que estamos siendo parte de una trama para robar o violar o matar a alguien.

En los últimos años hemos escuchado al hermano de un ex presidente de México decir que éste se robó el presupuesto federal o al amigo de ese mismo ex presidente jurar que se llevó hasta la partida secreta.

Vimos a René Bejarano llevarse las ligas y montones de dinero para López Obrador —así nos lo dijeron— y a Carlos Ímaz, esposo de Claudia Sheinbaum —virtual candidata de Morena al gobierno de la Ciudad de México, meterse fajos de dinero en las bolsas del pantalón.

La tarde de este martes estaba comiendo en un restaurante cuando Arturo Rueda me mandó vía Twitter una grabación telefónica en la que aparecen Juan Carlos Lastiri, subsecretario de la SEDATU, y Juan Manuel Vega Rayet, delegado de la SEDESO en Puebla.

El título puesto por Rueda era brutal: “El subsecretario Juan Carlos Lastiri le ordena a Vega Rayet no darle a Mario Alberto Mejía obra de 4 millones que pidió!!”.

Abrí la nota y luego leí los diálogos, mismos que comparto con él hipócrita lector tal como los publicó el periódico Cambio:

Lastiri: Ya leíste a Mejía (Mario Alberto).

Vega: No, no lo he leído.

Lastiri: Ahí sale con una mamada que yo estoy detrás del asunto de la prensa y del niño.

Vega:  No, mames

Lastiri: Dile a Luis, “oye, dile a Eukid que no mame cabrón, estamos trabajando bien”.

Vega: Es más yo le iba a dar una obra a Mejía de 4 millones de pesos, 3 millones.

Lastiri: Ahora se la pela el pendejo.

Vega:  Se la quito.

Lastiri: Sí quítasela al cabrón.

En ninguna parte del diálogo Vega Rayet dice que yo pedí una obra o que habló conmigo para dármela.

Dice escuetamente: “yo le iba a dar una obra a Mejía”.

Lastiri está furioso conmigo por la columna de ese día —Cambio dice que era el 16 de julio de 2014, cuando era subsecretario de la SEDESO—, pues yo había asegurado que detrás del lucro político del caso Chalchihuapan estaba, entre otros, este personaje.

La lógica dice que si uno va a una negociación suaviza el lenguaje y las formas.

No entiendo cómo si me iban a dar una obra no mesuré mis comentarios previos a la asignación de la misma.

En el ámbito periodístico es normal la frase “mándale una prueba de buena voluntad”.

El fin: ablandar al Gran Dador.

Es decir: ser digno de su acto de corrupción.

No va uno a negociar lanzando un pastel a la cara.

Eso fue lo que hice —hablando coloquialmente— por la sencilla razón de que no pedí la obra mencionada.

Lastiri ha sido víctima de la columna que escribo desde el sexenio de Melquiades Morales.

Mis críticas hacia él nunca han venido a la baja.

Algunos de los momentos más duros fueron cuando Fernando Manzanilla, a la sazón secretario general de Gobierno de Moreno Valle, me mandó unos documentos para exhibir que Lastiri hacía depósitos en efectivo en una sucursal de Bancomer.

“¡Pártele la madre a ese cabrón para que aprenda!”, fue la recomendación muy usual en él.

Lo mismo pedía “pegarle” a Eduardo Rivera o al Yunque.

Y no sólo a mí, sino a otros columnistas.

Para descubrir al asesino deben cuadrar varias cosas: la escena del crimen, el arma mortal y la agenda del victimario, entre otras.

Aquí lo que no cuadra es que nunca se dice que pedí una obra o que estamos en la negociación de la misma o que muy agradecido le envío saludos al Gran Dador.

Tampoco cuadra que mi columna no dejó de ser beligerante con Lastiri en esos días de julio de 2014.

No hubo, pues, “pruebas de buena voluntad”.

(Cuando Rueda negoció en tiempos de Marín con el constructor Edgar Nava, el perjudicado fue el periodista Zeus Munive, pues ya no pudo continuar sus reportajes sobre un camino que se vino abajo —el primer socavón de la Era moderna—en el municipio San Miguel Eloxochitlán).

El diálogo entre Lastiri y Vega Rayet no termina ahí.

Hay referencias muy claras a otros dos periodistas que —al decir de los funcionarios—sí estaban de acuerdo en recibir sendos beneficios económicos.

Uno de ellos hasta le envió un agradecimiento a Lastiri, al decir de Vega Rayet.

Pero eso a Rueda no le importa.

No le parece trascendente periodísticamente hablando.

Lo que él quiere es exhibirme como un corrupto que pide obras.

Quiere, en sus palabras, quitarme la fama de impoluto (ignoraba que la tuviera).

Y es que no quiere ser el único personaje manchado de la fiesta.

El periódico Central, dirigido por Viridiana Lozano —gran amiga de Rueda—, terminó dándole clases de periodismo al egresado de la Maestría del CIDE.

Vea el lector cómo manejo la información:

“El hoy aspirante a la gubernatura de Puebla entregó obras a los periodistas Fernando Maldonado e Iván Mercado, aunque tenía la intención de darle una a Mario Alberto Mejía, se la canceló”.

El verbo dar es la clave.

“Tenía la intención de darle”, es lo que se desprende de una lectura atenta de los diálogos.

Pero Rueda no está para contemplaciones.

Por eso —dueño de una rabia enfermiza en mi contra— asegura que “pedí”.

En fin.

Que quede en el hipócrita lector el juicio final.

Es cuanto.

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