Plumas Ibero Puebla

Por Juan Carlos Colín Ortega

No es un hecho histórico comprobable, ni lo he leído en algún lado, pero puedo imaginarme que sí sucedió la siguiente escena hipotética. A finales del siglo XIX un automóvil que recientemente había sido inventado sufrió una descompostura, en ese momento pasó una carreta tirada por caballos donde los ocupantes miraron con desprecio el vehículo averiado y se burlaron, hicieron comentarios despectivos desde su tradicional, confiable y comprobado medio de transporte.

Una innovación que es reciente implica que no hay abundancia en el soporte, lo cual debe ser necesario para obtener mantenimiento, orientación o realizar composturas de emergencia, cómo lo tienen las tecnologías que cuentan con tiempo de estarse usando. Podemos describir esta situación como la falta del “ecosistema”, el cual es necesario para que la nueva tecnología pueda sobrevivir, crecer, difundirse y adoptarse para la comunidad de los usuarios.

Elon Musk, el famoso millonario innovador, lanzó sus automóviles eléctricos de la marca Tesla sin dejar de tomar en cuenta que era imprescindible contar con suficientes estaciones de carga para las baterías. Si no lo eran para atender a los usuarios de los automóviles eléctricos, el mencionado vehículo estaría destinado al fracaso, precisamente porque no existe el “ecosistema” suficiente para soportar la mejora por parte de los usuarios.

Hace unos días veíamos en casa nuestra actual televisión digital, cuando comenzó a llover producto de una de las tormentas tropicales de la temporada. En ese momento disminuyó la potencia de la señal del canal que teníamos sintonizado. La imagen se congeló unos segundos y la pantalla se volvió totalmente negra.

Mi esposa comentó de forma airada: “preferiría mil veces la televisión antigua pues nunca sucedía esto”.

Efectivamente, el sistema de televisión analógica permitía seguir observando un canal, aun cuando su señal fuera débil. Aparecían puntos blancos, imagen doble o disminuía el contraste pero podía seguirse viendo. No había un mínimo de calidad en la señal que fuera necesario cubrir para que el canal mostrara la imagen, por más defectuosa que esta fuera.

En cambio, la televisión digital requiere una señal que permita coleccionar una cantidad de datos establecida durante cierto intervalo de tiempo. Si no se llega al número, entonces se cancela todo el bloque de información de la imagen.

El proceso de digitalización de la información que antes se transmitía de un lugar a otro por medio de electricidad se basa en el concepto de convertir una magnitud cualquiera en un número.

Cuanto más intensa es, mayor es el número. Y esta magnitud puede ser sonido en un instante, brillantez de un punto de una imagen, o cualquier otro dato.

Estas magnitudes del mundo cotidiano o “continuas” se convierten en una gran colección de números, mismos que después se pueden reconvertir a continuas permitiendo volver a escuchar la música o ver una imagen. Cuando ya son números, estas mediciones ya no son continuas. Son muestras que se tomaron cada cierto tiempo, muchas veces por segundo, a discreción del diseño del sistema que lo realiza. Se le llama información discreta o digital.

Aun cuando se transmiten números, ésta se sigue haciendo con base en electricidad, y en ciertas situaciones por medio de pulsos de luz a través de hilos transparentes llamados fibras ópticas. Como podemos suponer, a nuestras televisiones digitales les llegan números por la antena. Claro que siguen siendo ondas de radio las que reciben, pero el contenido son números, los cuales funcionan para reconstruir el sonido, números, la imagen, y más y más números, miles de millones para colocar las imágenes una tras otra y simular el movimiento de las figuras.

Cuando no llegan correctamente algunos de estos números, ciertas zonas de la imagen no pueden reconstruirse y aparecen pequeños cuadros. Si los faltantes son demasiados, la televisión refleja su imposibilidad de reconstruir la imagen, lo que ocasiona que la pantalla se desactive.

En teoría es posible minimizar estos efectos negativos mediante un algoritmo –programa de software– en el procesamiento digital que logre mostrar una imagen degradada –más borrosa– sin dejar de mostrarla y también podría generarse automáticamente un retraso de unos pocos segundos para poder reconstruir lo mejor posible el video. Estos algoritmos serán parte del “ecosistema” para soportar la televisión digital.

Las innovaciones recientes no cuentan con un “ecosistema” totalmente desarrollado pero no debemos darles la espalda.

Ellas son nuestro avance tecnológico. No olvidemos que hacer algo de una forma innovadora es como abrir una puerta por primera vez, puede rechinar y ser estrecha pero si se abre, la gente pasará por ahí tarde o temprano.

o. La digitalización se basa en convertir una magnitud cualquiera en números para proyectar la señal. / ESPECIAL

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