Inés, joven de 22 años de edad, fue recluida en el centro de reinserción de San Miguel desde hace dos años por el delito de secuestro. Relata su estancia y las vejaciones durante la detención
Por Denisse Meza
“Ya no puedo ver el sol y no sé cuándo lo voy a hacer de nuevo. Estaba sola en un cuarto de 4x4, en completa oscuridad día y noche, sólo me dejan salir en las madrugadas a lavar mi ropa. Pero me cuestiono: ¿Por qué me tienen aquí si yo no maté a nadie? Sólo estuve en el lugar y momento equivocado”.
Inés, quien prefiere no revelar su nombre real, es una joven de 22 años de edad que desde hace dos años se encuentra recluida en el área femenil del Centro de Reinserción Social (Cereso) de San Miguel acusada de secuestro.
Ella forma parte de 58.3% de los reclusos de las 338 cárceles municipales, estatales y federales de las 32 entidades del país que han sido asilados e incomunicados durante su encarcelamiento, de acuerdo con el más reciente informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
A su vez, la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (Enpol) reveló que 52.5% de los reclusos fueron amenazados con levantarles falsos cargos durante su estancia, 42.2% soportaron ser despojados de su vestimenta, 40.2% padecieron ataduras en manos y pies, 39.2% fue vendado de los ojos o la cabeza y 35.6% sufrieron un tipo de tortura donde les impedían respirar.
A este tipo de vejaciones fue sometida Inés, quien relata lo amargo que fue el proceso de su detención: “Todo pasó muy rápido, un día estaba en mi casa cocinando para mis hijos, sin saber que en un mes estaría recluida en esta cárcel sin poder verlos. No sabía que lo que mi ex pareja estaba haciendo era un secuestro, de pronto él me llamó, me subí al coche y nos detuvo la policía”.
La interna cuenta que en su llegada al Ministerio Público (MP) le solicitó a un custodio poder realizar una llamada: “Lo pedí como marcan mis derechos pero el policía me dijo: ‘aquí ya no tienes derechos’; me vendaron los ojos, me hicieron preguntas, escuchaba a los lejos el sonido de las teclas y me hicieron firmar así. No me mostraron lo que escribieron y eso se me hace ilegal”.
El proceso
Puebla se posiciona en tercer lugar con 489 casos de internos que han sido víctimas de actos de corrupción durante su etapa de reclusión desde el arresto, sólo por debajo de la Ciudad de México con 560 y el Estado de México con 579.
En 61.9% de los casos las anomalías se dieron mientras fueron asegurados, 46.5 % cuando se presentaban en los centros penitenciarios, 26.5% en el MP, así como 12.4% en los juzgados.
Si una persona es detenida, las autoridades deben presentar una orden de aprehensión; sin embargo, 38.8% de los reclusos mencionaron que no fue así, muchos de ellos fueron sacados del lugar donde se encontraban, algunos en las calles. Durante el arresto 81% fueron esposados, sometieron a 60.6% a la fuerza y 39.4% recibieron golpes como patadas y puñetazos.
La historia de los internos
“Cuando me pude quitar la venda ya estaba frente a un zaguán muy grande de color azul. Crucé un pasillo que me llevó al patio del área femenil y ahí me guiaron hasta un cuarto que está en la parte de atrás de los edificios principales, un cuarto pequeño y completamente oscuro.
“Estar ahí fue lo peor que me pudo haber pasado, sólo podía vivir de los recuerdos cuando estaba en libertad y jugaba con mis hijos. No entiendo por qué me metieron ahí si yo no maté a nadie, mientras otras mujeres que llegaron por homicidio pasaban directamente a los cuartos”, cuenta Inés.
La interna pasó por distintos episodios que la llevaron a temer por su vida: “Después de unos meses ya tuve compañía: una chica que tenía problemas de bipolaridad. Un día estábamos tejiendo y platicando, ella se enojó e intentó enterrarme el gancho, entonces grité y llegaron las custodias, que me preguntaron por qué la había hecho enojar. Yo no le había hecho nada”, relata.
Inés pasó a ocupar un cuarto normal junto con sus demás compañeras; sin embargo, ahí experimentó otro problema: el hacinamiento. En 2016 entre octubre y diciembre el Cereso de San Miguel fue catalogado dentro de los 37 a nivel nacional con alta densidad poblacional: en el área femenil en un cuarto con seis literas dormían 13 personas, algunas en el piso.
Además durante su arraigo los internos sufren constantemente de corrupción. Las estadísticas señalan que 228 de cada mil internos fueron extorsionados. Sin embargo, estos solicitan dinero a los custodios para dejarlos tener objetos electrónicos como televisiones, dvd, hasta celulares, así como para poder salir al patio, cambiar de celda o recibir servicios médicos, de higiene, comida, agua potable y protección.

No pierde la esperanza
A Inés aún no le han dictado sentencia, pero podría recibir hasta 70 años de cárcel por el delito de secuestro, uno de los ilícitos menos comunes por el cual son recluidos en el Cereso de San Miguel, así como homicidio y posesión ilegal de drogas.
Por otra parte, 16.4% de los internos llegaron por los delitos como robo a negocios, transeúnte y vehículos, además de portación ilegal de arma de fuego y haber provocado lesiones.
“Poco a poco me he ido adaptando a este lugar, pero a lo que no me acostumbro es a estar sin mis hijos, a sólo poderlos escuchar por teléfono, espero que no se olviden de mí como los familiares de muchas de mis compañeras y espero no sólo verlos crecer en fotografías”, finaliza Inés.

