Garganta Profunda

Por Arturo Luna Silva / @ALunaSilva 

En comunidades alejadas de juntas auxiliares de la capital de Puebla, Dios espera el dictamen de Protección Civil para saber si ya puede regresar a casa. Mientras eso ocurre, sus fieles lo hallaron este domingo al lado de los templos dañados por el sismo del pasado martes, bajo lonas, en salones de fiestas y capillas atiborradas donde los mayordomos improvisaron altares para la eucaristía semanal. El fatídico 19 de septiembre, 226 templos o iglesias se quebraron, pero la fe de los poblanos, aun en medio de la desgracia, resistió estoica y se mantiene intacta.

Hoy más que nunca hay que levantar plegarias para afrontar los recientes días infaustos, dicen habitantes de San Francisco Totimehuacán, San Pedro Zacachimalpa, San Baltazar Tetela y Santo Tomás Chautla, quienes puntuales —más puntuales que nunca— se dieron cita para alabar a Dios, a ese Dios que no los abandona, porque “siguen vivos y con bien”.

Ahora les toca a las autoridades hacer lo suyo y meter orden al desorden, recriminan en tono de desconcierto pues hasta el domingo al mediodía aún no sabían lo que sucedería con las iglesias de sus comunidades, lo más valioso para miles de poblanos de fe.

Esta incertidumbre obligó, por ejemplo, a gente de San Baltazar a debatir sobre tomar las riendas e invertir recursos propios para la reparación del templo Santos Reyes o esperar los recursos del INAH, lo cual –saben– será un camino tortuoso y burocrático, lleno de espinas, que tal vez no conduzca nunca a nada.

En la junta celebrada tras la misa en un salón social, junto a la lujosa casa del párroco Hugo, no faltó la señora que recordó que ellos siempre han estado solos y se han “rascado con sus propias uñas”, como en el temblor de 1999, que destruyó total o parcialmente 886 inmuebles religiosos en el estado.

Las opciones eran dos: frenar por un tiempo la construcción del nuevo templo para destinar los recursos al antiguo o bien, esperar a que el INAH les diera una respuesta. Después de una hora la discusión seguía.

Y no, no llegaba a ningún sitio.

 

BAJO LAS FISURAS

A unos kilómetros de distancia, en Santo Tomás la cosa estaba peor.

El piso del templo, empanizado de blanco por la caída de yeso, está coronado por grietas en las cúpulas y flanqueado por fisuras en la pared.

Desde ahí, la mayordoma Flor de Camelia Gutiérrez dijo que Protección Civil llegó desde el miércoles y, sin entrar a la construcción, les pidieron esperar la resolución.

Y aunque buscaron a las autoridades municipales, les comunicaron que no tenían tiempo para atenderlos porque hay otras urgencias,  otras prioridades y conforme pasan los días se va descubriendo la verdadera dimensión del maldito sismo del nuevo 19S.

Y así, mientras la respuesta llega, en un salón lateral al templo las bancas se dispusieron para celebrar al menos dos misas, una cuota menor a la acostumbrada, cuando esta iglesia tiene una eucaristía casi cada hora.

“Hay que agradecer que acá estamos, que a la hora del temblor no había nadie adentro, y eso que en esta iglesia casi siempre hay gente que pasa a ver al Santísimo, incluso los niños que salen de las escuelas, pero ese día estaba vacío”, cuenta Camelia.

Y suspira.

Y en el suspiro ahoga el grito cargado de lágrimas y miedo, miedo y asco, asco y otra vez miedo, mucho miedo, como el de todos los poblanos.

 

EL SANTO PATRONO

Y EL ASPIRANTE A DIPUTADO

Donde en definitiva fueron suspendidas las misas fue en el templo de San Francisco Totimehuacán.

Un letrero en verde refulgente atrapa a los transeúntes y fieles, quienes hoy más que nunca llegan en busca del perdón y la gracia de un Dios “enojado con todos por tantas chingaderas que hacemos”.

En el anuncio se indica la cancelación hasta nuevo aviso.

Pero es lo único que el temblor ha frenado, pues la celebración a su santo patrono, San Francisco de Asís, comenzó este mismo domingo con peregrinaciones alrededor de la junta auxiliar, con cohetes lanzados al aire sin una pizca de temor, tal vez porque los fieles están confiados en la protección de la misma advocación que cargan en hombros.

También, como el santo, un tal Román Aguilar Xílotl, ex comisariado ejidal, no lo amedrentaron los recientes temblores, pues reunió a decenas de personas para decirles, según los que estuvieron presentes, que quiere ser diputado local.

Y luego les repartió tamales.

Y dio abrazos.

Y regaló sonrisas.

Y juró y perjuró que está –y estará– con ellos, los damnificados.

Y se dijo “el más preocupado” por lo que va a pasar, por el futuro incierto y las pérdidas humanas y materiales que dejó el terremoto.

Y prometió regresar, cargado de apoyos, despensas, víveres que seguramente él ni siquiera recolectó.

Otro ejemplo de político-buitre, buitre-político, lucrando como ave carroñera en medio de la desgracia ajena.

No tiene perdón de Dios.

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