El arribo del hijo del ex gobernador Melquiades Morales al partido es parte de una táctica del morenovallismo para seguir arrasando contra el PRI en los próximas elecciones de 2018
Garganta Profunda
Por Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
Tras ser expulsado por traidor del PRI –de cuyo Comité Directivo Estatal fue por un tiempo presidente– y por encontrar acomodo en el gobierno de Tony Gali Fayad –hasta el pasado lunes se desmpeñó como coordinador de Vinculación Interinstitucional y Participación Ciudadana–, Fernando Morales Martínez, hijo del ex gobernador Melquiades Morales Flores, asumió el jueves la dirigencia estatal del partido Movimiento Ciudadano (MC), donde trabajará bajo las órdenes de su verdadero jefe, el ex mandatario Rafael Moreno Valle.
Al presentarse ante los medios de comunicación como nuevo líder de ese partido, explicó que recibió una atenta invitación por parte del coordinador Nacional de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado Rannauro, para hacer que en el estado de Puebla este instituto político se empodere y crezca en número de presidentes municipales, regidores, legisladores y afiliados.
“Hoy Movimiento Ciudadano tiene una representación importante en el estado de Puebla, pero venimos a aquí, a hacer un nuevo Jalisco en Puebla”, advirtió con la grandilocuencia que lo caracteriza desde su etapa de júnior del poder.
Morales Martínez se comprometió en un año a incrementar el padrón de afiliados de 10 mil a 50 mil personas; además dijo que su meta en 2018 es que crezca de ocho a 50 presidentes municipales, quienes saldrán de Movimiento Ciudadano, y pasar de 50 regidores a 120 o 150; más diputados locales de mayoría relativa y legisladores federales.
Fernando Morales llega a este partido luego de que se anunciara a nivel nacional que el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano conformaron el Frente Ciudadano por México, que buscará un abanderado común para la presidencia de México en 2018, candidatura a la cual aspira el ex gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle, a quien ha servido desde los tiempos en que estuvo al frente del PRI en el estado.
Y es que sin Fernando Morales –antes odiador profesional del mismo personaje al que hoy sirve, al que en su momento llenó de insultos y epítetos de pésimo gusto– no se entiende el proceso de cooptación y destrucción que vivió el priismo local durante el morenovallismo.
El hijo del actual embajador de México en Costa Rica fue el hombre de Moreno Valle en el PRI, la “quinta columna” que no sólo mantuvo al tricolor como una oposición de paja, sino que ayudó a desactivar estructuras y base militante, para facilitar los sucesivos triunfos electorales del actual grupo en el poder.
En el PRI tardaron en darse cuenta de que “dormían con el enemigo”, o lo vieron cuando ya era demasiado tarde o descaradamente evidente que El Parricida Fer Morales operaba en su contra. En 2016, aun siendo militante del PRI, trabajó a favor de la campaña del actual gobernador, lo que ya resultó intolerable para el dirigente del Revolucionario Institucional, Jorge Estefan Chidiac, quien le inició un proceso de expulsión que terminó en marzo de 2017, cuando se le notificó que perdió todos sus derechos como priista, además de que por ningún motivo podrá reafiliarse al partido.
Dueño de una fortuna considerable –amasada desde el sexenio de su otrora aliado Mario Marín, a quien ayudó a llegar al poder y que luego desconoció cuando se convirtió en el Góber precioso–, Fernando Morales tiene fama de buen operador, aunque no pocas veces ha pecado de soberbio e indiscreto, y en otras de desleal y entrometido.
Su labor seguirá siendo la misma: debilitar al PRI, sólo que ahora ya no lo hará –como siempre– desde el partido, sino del membrete de Movimiento Ciudadano, una franquicia utilizada a conveniencia de Dante Delgado y que fue puesta al servicio del mejor postor, y que por mucho tiempo fue burdamente explotada por el actual presidente municipal de San Pedro Cholula, José Juan Espinosa, otro saltimbanqui de la política poblana, que ha pasado del PRI a Convergencia –lo que hoy es MC– y de éste a Morena (tal vez en breve, si no le dan la candidatura que anhela, regrese a los brazos del morenovallismo, al que sirvió con obediencia hasta que le convino, como el cuñado incómodo Fernando Manzanilla).
Fernando Morales se suma al ecosistema de partidos controlados por el morenovallismo, como fiel guardián de la mega alianza que se construye a nivel estatal para la elección de 2018, en términos muy similares a lo sucedido en 2010, 2013 y 2016, cuando arrasaron y humillaron al PRI.
Si ya controlaban el PAN –a través de Martha Erika Alonso de Moreno Valle–, a Nueva Alianza –mediante Gerardo Islas Maldonado–, el invento sexenal de Compromiso por Puebla –por conducto de Ángel Trauwitz, secretario de Turismo en los primeros años del gobierno del ex mandatario– y el PSI –de la mano de Carlos Navarro Corro–, ahora ya también mandan en Movimiento Ciudadano
–con el empoderamiento del multicitado Fernando Morales– y en poco tiempo harán lo propio con el PRD –o lo que queda–, donde Socorro Quezada (agente del senador Luis Miguel Barbosa, hoy en Morena), quien cada vez se ve más debilitada, resiste con muchas dificultades las embestidas, aunque con un obvio desenlace sobre todo a partir de que se sumó el Sol Azteca al denominado Frente Ciudadano por México –se habla de que un allegado al diputado morenovallista Luis Maldonado, tal vez Jorge Cruz Bermúdez o Carlos Martínez Amador, podrían suceder en la dirigencia estatal a la citada Socorro Quezada–.
¿Quién dice que el morenovallismo no se está preparando para los comicios de 2018 y para defender la plaza Puebla con todo, más allá de lo que suceda con el proyecto político personal de su jefe máximo?
(¿Y mientras tanto el PRI?
Bien, gracias).
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CÁRDENAS, EL “AMENAZADO”
Además de ingenuo, mentiroso.
En su frenética carrera por ser más o menos conocido más allá del círculo rojo, el académico Enrique Cárdenas regresó este jueves a su misma estrategia de victimización y revivió aquel falso episodio en Casa Aguayo, donde hace algunos meses imaginó haber sido “amenazado” por el secretario General de Gobierno, Diódoro Carrasco Altamirano, una historia más inexistente que la encuesta que Andrés Manuel López Obrador presumirá para imponerlo como el candidato de Morena a Casa Puebla, por encima de perfiles más competitivos como el del ex priista Alejandro Armenta o el ex perredista Luis Miguel Barbosa.
Aquella vez, el ex rector de la Udlap no sólo no fue amenazado, como luego salió a denunciar, en medios nacionales, sino que la plática entre amigos (Cárdenas y Diódoro se conocen desde sus tiempos de universitarios) fue de lo más cordial; si bien se tocaron temas políticos –e incluso la deuda heredada por Rafael Moreno Valle–, en ningún momento se intimidó o se le regaló a la despedida un pescado envuelto en papel al estilo Luca Brasi.
Hoy, sin embargo, el economista del ITAM vergonzosamente vuelve a lo mismo y al asumirse como la víctima que no es ni de lejos, confirma lo que ya se sabía: que las fantasmales amenazas de Diódoro Carrasco sólo las utilizó como instrumento de persuasión para hacer méritos ante la clientela de Morena y para terminar de convencer a López Obrador de las bondades de su candidatura, la que así, tirándose al piso, ya tiene en la bolsa por decreto del dueño del partido “de los pobres”.
Una actitud lamentable, poco seria e incluso hasta cobarde de un académico con ansias de político, del cual se espera –o esperaba– un comportamiento distinto, o al menos de mayor nivel, al que caracteriza a la clase política en general, de la cual sin ningún éxito busca desmarcarse colgándose la etiqueta de “ciudadano”, una postura que no coincide ni con lo que dice ni con lo que hace.
¡Que alguien lo asesore por el amor de Dios!
