La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
Una idea que florece en meme, puede concretarse en la realidad.
Para nadie es ajeno el tema del intercambio de “ciertos favores” por posiciones de poder o dinero.
La cosa es que ahora el espectro de mercancía se ha abierto a un abanico de posibilidades casi infinitas.
Los memes, en su mayoría, exhiben las imbecilidades de los políticos. Y el otro mercado propicio para la burla es la frivolidad (sobre todo, y aunque nos duela y lo condenemos) de algunas mujeres.
Es famosísimo el meme donde un viejo panzón y guango posa en la playa con una mujer joven y de curvas pronunciadas. La joven está abrazando al viejo y a las respectivas adiposidades del viejo, mientras en su mano derecha sostiene la última versión del iPhone. El chiste, de mal gusto, se cuenta solo.
Pero repito: si la idea circula en redes es porque a un ocioso se le ocurrió, necesariamente, inspirado en la vida real.
Hace un tiempo conocí de rebote el caso de una chica, trabajadora del Congreso, que mandaba mensajes privados a los diputados con la finalidad de invitarlos a una rifa muy peculiar: vendía boletos para ganarse un iPad y así juntar fondos destinados a la noble causa de ponerse unos flamantes implantes en los senos.
El mensaje, que corrió como mercurio en termómetro, cerraba con el feliz anuncio de que aquel que saliera beneficiado con el número ganador, obtendría también el derecho a usufructuar por unas horas los implantes…
Ya no supe quién fue el ganón. Es más, creo que la invitación fue descubierta por la esposa de un diputado que a su vez le comentó a las demás esposas de los otros diputados, y el escándalo se hizo grande. Tan grande, que semanas más tarde la secretaria astuta fue despedida, pero eso sí, ya había vendido los suficientes boletos para la rifa, y la operación, según me cuentan, fue exitosa ¡y hasta se quedó con el iPad!
Vivimos en un tiempo raro en el cual los gadgets se han vuelto un artículo de lujo, por lo tanto, un artículo que supuestamente otorga cierto estatus.
Este es un pensamiento sumamente anodino, pero real.
Tan solo ahora, con el anuncio de la inminente salida del nuevo iPhone, vi cómo muchos de mis contactos de Facebook enloquecieron, y no dudo que ya estén pensando en hacer su cochinito o en vender a su mascota para costearse el dichoso aparato que supera los veinte mil pesos.
No cabe duda de que Steve Jobs sabía por dónde entrarle al negocio, ya que desde la aparición de sus dispositivos (bellos, eso sí) restauró un nuevo modelo de esclavitud, donde la víctima, en lugar de sufrir por el atropello a su integridad, se siente privilegiada.
Pienso nuevamente en la compañerita de la rifa. ¿Será que ahora subastará sus siliconas entre sus colegas para poder comprarse el iPhone X?
Puede ser, puede ser.
Estudios serios revelan que los millennials anteponen el placer ficticio de los gadgets al viejo y sobrevaluado placer del coito.
