Por: Mario Galeana / Enviado
Fotos: Ramón Sienra / Agencia Es Imagen
A Vicente López lo tomó el peor sismo en la historia reciente del país justo en su epicentro: Axochiapan, Morelos.
—La tierra se hacía para arriba y ya después así— dice meneando la mano de un lado a otro.
Ahora estamos en la colonia Villa de las Flores, en Chiautla de Tapia, municipio que se convirtió en el lugar más cercano al epicentro del sismo, aunque no se tiene registro de muerte alguna.
Vicente nació aquí, siempre ha sido ganadero y campesino y dice que el sismo arruinó una casa que ni siquiera había podido estrenar.
—De afuera se ve chingona, pero ya nos dijeron que no es habitable. Apenas nos íbamos a cambiar aquí porque siempre hemos vivido en otra casita que tenemos afuera de Chiautla.
Por dentro, los muros de la casa tienen fisuras, como si algo hubiese rasgado con fuerza sobrenatural cada pared a la vista.
Vicente insiste en que recorramos todos los cuartos, quizá porque los bomberos y trabajadores de Protección Civil apenas inspeccionan las primeras casas de la calle, y la suya es la última.
Debe ser el único vecino de Villa de las Flores que no es maestro, porque aquí todos estudiaron en la Escuela Normal Superior de la región. Por la arteria principal la gente ha puesto sillas y esperan a que alguien evalúe si podrán o no dormir en su casa.
Al principio de la calle, Magdalena Estrada y su esposo empacan sus cosas hacia una casa que rentarán en una comunidad cercana, porque les han dicho que una réplica del sismo sería fatal.
Hay al menos dos docenas de casas igual que la de ella: con fachadas derruidas, muros convertidos en escombro y grietas en el techo y en el piso que semejan cicatrices abiertas. Incluso así, un trabajador de Protección Civil que debe rozar apenas los 20 años nos dice que sólo dos familias han aceptado ser reubicadas a otro lugar.
—Arturín, ¿qué pasó? —pregunta un hombre entrado en canas a otro de vientre generoso.
—Que hay fiesta —suelta con risa socarrona. A su espalda, la fachada de su casa se sostiene de una ligerísima base de concreto.
—Todo esto ocurrió porque dicen que el suelo es de barro —me dice Guadalupe Limón al entrar a su sala, donde hay cajas que va llenando lentamente su hija—.
Protección Civil les ha dicho que deben agradecer la posibilidad de sacar sus cosas, porque otros no pudieron tomar, al menos, una plancha.
—¿De barro?
—Sí, porque el barro se hunde. Hay otras zonas, como en el centro de Chiautla, donde no pasó nada. Ahí el piso es de tepetate: de piedra firme.
—¿En serio? ¿Se los dijo el gobierno?
—No, nos lo dijo la gente.
...
Omar Flores era comerciante en Chiautla de Tapia hasta el 19 de septiembre. Después de aquel día se convirtió en brigadista y en uno de los hombres más informados sobre la situación actual del municipio.
—En la mañana —me cuenta— el presidente municipal se llevó al gobernador Gali a la comunidad de Pilcaya. Ahí hay unas mil 800 casas y más de la mitad está muy dañada, pero la gente no se ha querido salir, están durmiendo en sus patios.
—¿Hay albergues?
—Sí, tenemos uno en el DIF municipal. El góber les dijo a los papás que siquiera manden a sus hijos en la noche, que no los pongan en riesgo.
—¿Y los mandaron? —Pues no. Pero tampoco ha estado muy bien la atención, porque en todo Chiautla sólo hay dos personas de Protección Civil. Y ya están bien cansadas, porque desde ayer están trabajando.
Estamos frente a la Presidencia Municipal, y hay dos hileras de trabajadores de la Secretaría de Desarrollo Social del Ayuntamiento de Puebla acarreando víveres, cobijas y colchonetas. En la plaza del pueblo se realiza el conteo de todo lo que se ha donado desde el sismo.
Cuando recorrimos Chiautla, nos sorprendió —primero— que a pesar de ser el epicentro del sismo, al menos la cabecera se mantiene sin demasiados daños estructurales.
Chiautla es, quizá, uno de los municipios más prósperos en la ruta de la Mixteca, y cuando le pregunto a Omar si se debe a la alta expulsión de migrantes y su correspondiente envío de remesas, duda.
—Tal vez sí. Pero aquí todos son maestros por la Normal Superior que está. Puedo decirte que ocho de cada 10 son maestros. Y ser maestro tiene muchos beneficios, porque puedes ser maestro y ganadero, maestro y campesino, maestro y comerciante.
—¿Tú eres maestro?
—¡Ojalá!
...
El sismo del pasado 19 de septiembre es un fantasma vivo en la Mixteca de Puebla. A donde quiera que uno mire hay escombro y las paredes escarapeladas enseñan el adobe desnudo.
En Chietla, a unos 15 minutos de Atzala, cada casa que flanquea la carretera tiene marcas y fisuras, como si un animal fantástico hubiera rozado con sus garras cada vivienda.
Desde antes del sismo, la tierra Mixteca luchaba con sus propios demonios. La pobreza, la alta expulsión de migrantes y, recientemente, la llegada de grandes células criminales —como el cártel de Los Rojos—, hacían ya difícil la vida de sus habitantes.
El temblor cubrió por algún tiempo todo esto, pero no demasiado. Ayer mismo, jóvenes que llevaban víveres a Atzala aseguraban haber sido interceptados por un grupo de sujetos que viajaba a bordo de una camioneta blanca con batea.
Según los jóvenes, un grupo de pobladores de aquel municipio interceptó al grupo y evitó la agresión.
