Habitantes de las comunidades de Chiapas y Oaxaca viven en completa desolación tras el sismo del jueves, perdieron sus viviendas y no han recibido la ayuda necesaria, temen a las réplicas
Traspatio
Por Luis Pavón / @pavonlui
21:10 horas del lunes 11 de septiembre, en la habitación de un hotel de Salina Cruz se siente un jalón, el escritorio se mueve, este reportero se queda quieto, estoy redactando este texto, todo se mueve. Salir o quedarse es la duda.
Se trata de una réplica más de las cuales se han presentado desde el 7 de septiembre en Oaxaca.
Un estado donde el luto y la desolación se extendieron a gran parte del Istmo de Tehuantepec.
En la colonia Barrio Pescador, del municipio de Unión Hidalgo, a media hora de Juchitán, murieron cinco personas, entre ellas, la abuelita de Luz Delia, a quien ya no les dio tiempo sacarla de la casa cuando intentaban salir a la calle.
Su vivienda se vino abajo… Después de una hora de remover escombros, con el riesgo de que las réplicas derribaran lo poco que seguía en pie, lograron rescatar el cuerpo.
La devastación fue tal que tuvieron que velarla en el patio, hoy tiene un altar para el novenario y los 40 días en un pequeño cuarto que se mantuvo en pie.
Duerme en la calle, igual que sus vecinos.
“A veces pienso que es un sueño, que voy a despertar y ver a mi abuelita, mi casa, pero…ya es la realidad”, me dice con la voz quebrada y los ojos vidriosos.
Pero dicen que las tragedias nunca vienen solas.
En Unión Hidalgo, los daños no sólo alcanzaron a las viviendas. El acceso principal está en riesgo de colapsar.
Las grietas en el puente “El Estero” que comunica ese municipio y cinco comunidades más con Juchitán impiden el acceso vehicular. Los pobladores lo cruzan a pie para poder entrar o salir del pueblo, a pesar del peligro que representa.
Los vehículos sólo llegan a la orilla del puente, donde la gente aborda taxis colectivos para poder transportarse a sus destinos.
Justo en ese puente me topé con Benigna, es domingo al mediodía, se dirige a Juchitán para buscar comida, en su comunidad, Chicapa de Castro, empiezan a escasear los víveres.
“El gobierno ni sus luces allá en Chicapa. Ni siquiera están yendo para ver cómo están las afectaciones”, reclama.
Las afectaciones han hecho que el dormir en las calles, en los parques, en cualquier espacio libre sea común en casi todo el Istmo de Tehuantepec.
Es el caso de Pablo y su familia, quienes duermen, comen, viven en el patio de su casa. Desde el jueves pasado sólo entran para usar el baño, por temor a las réplicas.
Viven en Mixtequilla, a 20 minutos de Juchitan, su casa tiene daños y dice que jamás olvidará cómo caían los ladrillos que sostenían el tinaco.
“Se escuchaba que se caía todo. Los cuadros, los cristales, perfumes, vasos. El problema fue aquí en la entrada cuando quisimos salir, como le comenté, el muro que se derribó allá arriba, caían rocas y no sabíamos si salir por las rocas que estaban cayendo o quedarnos adentro pero con el miedo de que la casa se pudiera caer” relata
¿Qué hacen afuera?, pregunto.
“Hacemos todo. Aquí comemos, pasamos el tiempo; es chistoso porque no tenemos Internet y hasta recuperamos ese tiempo familiar” , contesta.
Siguiendo la ruta de la tragedia llegamos a Chiapas, a la costa, donde el jueves dieron alerta de tsunami.
En Paredón, pueblo pesquero de Tonalá, pareciera que el sismo no causó daños… En el Barrio de las Flores, las casas se mantienen de pie pero en su interior, la cosa es distinta.
En el hogar de Mauri la tierra se abrió y el piso brotó como queriendo ponerse a salvo. Lo único que quedó intacto fue el cuarto donde dormía, dice que está viva gracias a su fe.
“Nos levantamos pero el piso ya se estaba abriendo, las puertas se cerraron y ya no pude salir. El olor del gas nos estaba ahogando”, menciona.
Por fuera, su casa pareciera intacta, pero la evaluación del municipio señala que la fachada es pérdida total, al igual que el resto de las viviendas de la calle donde vive Mauri y en donde aseguran que no ha llegado la ayuda.
Pero no todas las casas de Paredón, pueblo pesquero ubicado a 20 minutos de Tonalá, soportaron la embestida de la naturaleza.
Escombros y recuerdos son lo que quedan en el terreno donde Carmita y su familia tenían su vivienda y la tienda que les daba para comer.
“Es que saliendo yo la casa se vino abajo (…) Corro allá y la barda atrás de mí se cae, a este lado el baño, a este lado se cae el pan donde la vecina hacía pan para vender. Y enfrente de mí se raja la tierra, sale mucha agua, era como un río que corría en mis pies, todo se vino abajo”, cuenta.
Absolutamente todo quedó sepultado por los escombros. Hoy se refugia en casa de unos conocidos, dice que lleva desde el viernes un poco de ayuda.
“Aquí no traen despensa, no hay nada. Dicen que repartieron colchones, aquí no viene la ayuda, por eso estamos uniéndonos, ¿por qué dónde está la ayuda?, cuestiona.
Ayuda lo que se llama ayuda, no se ve en Oaxaca y Chiapas.
