La feria se quedó en el pueblo, iban a festejar al santo patrono, San Miguel Arcángel, pero el movimiento telúrico lo impidió
Por Osvaldo Valencia
“Tehuitzingo es una zona de guerra, por donde quiera que camines encuentras desgracia, destrozos”, relata Javier Ortega, comerciante de un pueblo fracturado por el sismo del martes 19 de septiembre.
Han transcurrido casi dos semanas del terremoto que derrumbó viviendas, escuelas, iglesias y negocios y los pobladores de este municipio ubicado en la Mixteca poblana aún no regresan a sus actividades cotidianas.
En el local que renta Javier son evidentes los daños provocados por el movimiento telúrico que sacudió al suroeste del estado: paredes con enormes grietas y un techo sostenido con polines.
Del apoyo del gobierno municipal, sólo conoce las fotos que la autoridad se tomó en los escombros, nada más.
La primaria “Cuauhtémoc” no tuvo la misma suerte que el local de Javier.
La maquinaria comenzó a demolerla desde el sábado y sólo quedarán escombros de sus aulas.
Tampoco las viviendas que han sido marcadas por el punto rojo. Signo fatídico para algunas familias que saben que han perdido su patrimonio, sin tener noción de cuándo lo recuperarán.
“Te puedes parar en cualquier esquina y vas a encontrar desgracia, seguro”, reitera cabizbajo Javier.

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Dos días antes del sismo, Javier cumplió 17 años de haber llegado a Tehuitzingo a vender, sobre todo, relojería.
Recuerda que sus inicios fueron iguales a los que ahora ocupan la plaza para vender —en su mayoría— ropa, frutas y verduras.
“Fui de los primeros que se atrevió a instalar un local acá, lo de todos es ponerse en la calle”, cuenta Javier.
Hace 17 años que inició su negocio, su única manera de conseguir clientela era con el trato en la calle. “¿Le muestro algo? Pásele sin compromiso”, le decía a todo aquel que sólo observaba al interior del local. “Están acostumbrados a ir a comprar a la plaza, pero yo me aventé a poner mi puesto”.
Tardó tiempo para darse cuenta de que Tehuitzingo es un pueblo que depende, por lo menos 80% de los habitantes, de lo que envían los pobladores del otro lado de la frontera norte.
“La gente de acá no es de negocios, la gente acá vive de remesas, en toda la calle los negocios que están, la mayoría son de la misma familia porque como no tienen qué hacer ponen puestos, aunque no les haga falta el dinero”.
A 17 años de instalar el negocio lleno de relojes, artículos deportivos, perfumes, cristalería, mochilas, bolsos, andaderas, juguetes y demás cosas, sólo quedan aparadores vacíos y el esfuerzo de casi dos décadas destruido.

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Desde aquel día cuando la base del local que renta se cimbró, pasó una semana para que Protección Civil los visitara. “Vinieron y nomás vinieron a ver, pero no te saben decir si hay daño o no”.
Al otro lado del muro fracturado de su negocio alcanza a ver la escalera agrietada de la casa de su arrendatario.
Dice que sólo es uno de los múltiples desperfectos de una construcción cuyo cimiento es tierra comprimida.
“Busqué a los dueños del local para que veamos cómo le vamos a hacer para intervenir el local porque esto está para caerse”, asegura Javier.
Hoy hace la valoración de daños: derrumbar un muro, meter las varillas, poner cemento, tirar escombro inservible y otras cosas le saldrá entre 90 y 100 mil pesos, aunque no se detiene mucho a pensar en eso.
Ahora sólo atiende a la señora que le pregunta por una pila para reloj. “Como que todavía no quiero ver mi realidad. Quiero que me vaya llegando de a poquito”, dice con una voz que flaquea pero no se quiebra, al igual que su negocio.

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Dan las 12 del día en la plaza de Tehuitzingo.
A un costado de la iglesia de San Miguel Arcángel, que perdió parte de su torre, las personas se congregan para improvisar una misa en honor a los fallecidos del 19 de septiembre.
La alarma se despierta entre los pobladores, una nueva alerta de un sismo les llega a través de una vecina.
El bullicio no tarda. La mujer no mintió, a las 12:04 del domingo el Sismológico Nacional reportó un temblor de 4.0 grados en Ixtepec, Oaxaca.
“Salgan de sus casas, acaba de temblar, estas casas están a punto de colapsar”, dice la vecina alarmada, mientras unos cuantos la ignoran al iniciar la misa.
La feria se quedó en el pueblo. Carruseles, puestos de carnitas, frutas y verduras, ropa, dulces típicos y más comida abundan en la explanada, aunque no porque haya fiesta.
“Todos veníamos por la fiesta de San Miguel Arcángel, en sí nosotros no vendemos acá, pero como todo está dañado, pues acá nos quedamos varios”, dice una vendedora de alegrías y otras cosas.
Frente a ella está la iglesia cerrada. Y a su lado el pueblo guardó silencio por la torre fracturada de su iglesia. Y por las víctimas que dejó el 19 de septiembre.
“Oremos por las víctimas del sismo del pasado 19 de septiembre”, dice el párroco antes de iniciar la misa de un pueblo fracturado.


