Disiento 

Por Pedro Gutiérrez / @pedropanista 

La Comisión Política Permanente del PAN en Puebla ha determinado, por unanimidad, que la elección de los candidatos a puestos de elección popular federales para los comicios de 2018 sea a través de mecanismos abiertos de participación ciudadana o, en su defecto, con el protagonismo de los miembros activos. Muy afortunada decisión, veamos por qué.

Acción Nacional siempre fue un partido que se distinguió del PRI por la vocación democrática desde la vida interna. No puede reclamarse democracia afuera cuando se es profundamente autoritario y antidemocrático adentro.

En efecto, mientras el PRI creció, se desarrolló y sobrevive con la cultura del dedazo (no dejen de leer estos días las columnas de Mario Alberto Mejía en relación al fenómeno idiosincrático priista de el tapado), el PAN pensado por Manuel Gómez Morín siempre fue capaz de vivir la democracia interna para elegir a sus dirigentes y a sus candidatos.

Estos procesos de elección interna han sufrido sendos cambios con el paso de los años –mejor dicho décadas–, al grado de que el PAN ha sabido adaptarse a la participación activa de sus militantes pero también de la sociedad en su conjunto.

No todo ha sido miel sobre hojuelas. Por ejemplo, en 2009 el CEN del PAN cerró toda posibilidad de elección democrática de sus candidatos para esa elección federal, misma en la cual los candidatos fueron designados cupularmente y los resultados están a la vista: el blanquiazul sufrió la más estrepitosa de las derrotas en una elección intermedia.

Con Ricardo Anaya en la dirigencia nacional, parecía que tendríamos un líder que había aprendido de la historia y que, dada su juventud e ímpetu innegables, entendería la realidad política nacional y la necesidad urgente de cambiar el rumbo del país; mostrando desde adentro de Acción Nacional una certidumbre capaz de salir a ganar en 2018. No fue así.

A Anaya le ganó el apetito personal y la ambición desmedida. En vez de definir con tiempo un método de elección del próximo candidato presidencial, ha postergado la decisión hasta el límite legal y apenas en días pasados resolvió junto con sus incondicionales de la Comisión Política Permanente Nacional el método por el cual el PAN escogerá a su próximo candidato presidencial: elección interna de miembros activos.

A primera vista la decisión parecería afortunada, pues al menos elimina la posibilidad de elección meramente cupular, aunque no debemos soslayar que la reciente depuración del padrón nacional de miembros fue orquestada por el inefable Ernesto Ruffo, uno de esos políticos de nuestro partido que se caracterizan por su analfabetismo funcional y capacidad de arrastrarse al mejor postor, que al corte del día de hoy es precisamente Ricardo Anaya.

Pues así las cosas, con el padrón depurado por Ruffo y Anaya, si los términos de la coalición que se registre con otras fuerzas políticas no dicen otra cosa, el PAN escogerá a su candidato con un padrón controlado a priori por el actual líder nacional. Hay que decirlo: pudo ser peor y al menos hay posibilidades de competir contra el ogro antropófago (Carlos Castillo Peraza dixit).

Al final del camino, la decisión previa del PAN poblano presionó para que la Comisión Política Permanente Nacional se abstuviera de cometer el error histórico del dedazo anayista; e insistimos, falta lo que se negocie con los partidos de la futura coalición, donde por el bien de fortalecer a nuestro próximo candidato presidencial, deberá seguir pugnándose por elección abierta ciudadana.

Claro que Anaya no será partidario nunca de esta opción, pues lo suyo no es miedo sino pavor al escrutinio verdaderamente ciudadano.

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