La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
Ni una más, ni una menos, nos están matando, si me matan, estamos hartas, justicia para… ya no es novedad encontrarse con estas frases vueltas hashtag. Las hemos escuchado cientos de veces en Puebla. Miles de veces en Juárez. Cientos de miles en México (lindo y qué herido).
Y sucede que pasa. Cada semana o cada quince días, si es que la prensa se entera. ¿Y de las que no se entera la prensa? ¿Cuántas muertas anónimas hay por día, por hora?
Da miedo, da pavor, da coraje, da paranoia. Somos mujeres y muchas somos madres, hermanas o tías de otras mujeres. Jóvenes, sobre todo. Que apenas empiezan a vivir y ya están sobreviviendo. Porque esto ya no es vida, es supervivencia.
Es caminar siempre esperando el golpe, el jalón, el plomazo. En taxis, en camiones, en universidades, en centros comerciales, en nuestra propia casa, esperando a las amigas.
Las fiestas ya no pueden ser como antes. Para salir, las niñas necesitan celadores y quién sabe si esos celadores no sean sus ultimadores.
La lista de nombres es inmensa. María, Iris, Karla, Paulina, Catalina, Ana, Mara, Mariana.
¿Mañana quién? ¿Mañana cuál? ¿Quién engrosará las filas del santoral? ¡Buen negocio es hoy ese de la muerte! Pero, ¿a quién beneficia además de a los dueños de las funerarias?
Dolor, siempre.
Dolor, como nunca.
No estamos ni estaremos curados de espanto, porque el espanto es un reflejo que el cuerpo, por más cebado que esté, no puede controlar.
La madre que ve salir a su hija a la escuela, no sabe si volverá.
La madre que ve salir a su hija al café, no sabe si volverá.
La madre que ve salir a su hija en taxi, no sabe si volverá.
La madre que ve salir a su hija hacia la disco, no sabe si volverá.
Y tomamos medidas, ¡oh sí!, “júntense en casa”, decimos.
Pero nada es seguro.
Ayer fue Mariana. Una Mariana que no conocemos, pero que es cualquier Mariana: hija, hermana, madre, prima, compañera. Tiene uno y mil rostros: el rostro único de las víctimas.
Era la buena estudiante de derecho. Veinte años y ya iba en quinto semestre. Fue de fiesta sin ir de fiesta, porque ir a la fiesta es parecido a caminar hacia el patíbulo. Llegó a una casa conocida. Tocó el timbre y… ¡caput! Unos maleantes la matan de un balazo para robarle su teléfono. Un teléfono que venderán a no más de 2000 pesos si lo pueden desbloquear.
Eso vale la vida de una estudiante. Eso vale quitarle la paz y la respiración a su familia. 2000 pesos. Lo que se gasta uno en una cuenta de discoteca.
Recuerdo “A sangre fría” de Capote.
¿Por qué masacraron a la familia?
¿Por cuánto?
Los asesinos esperaban acallar sus demonios disfrutando del botín. Sin embargo, no hubo botín.
¿Por cuánto arruinaron su vida?
No recuerdo bien, pero creo que fue el equivalente de mil pesos.
Lo mismo pasa ahora, con nuestras niñas.
Si no es por odio, es por amor al dinero.
¿Qué amor es ese tan efímero?
Ayer, en Reforma de Agua Azul, murió Mariana. Mariana “N”, como dicta la autoridad.
¿Qué autoridad?
La que no puede con tamaño paquete. La que no le devuelve la vida a la muerta ni a los suyos. La que no castiga como se debe a esos animales de sangre caliente que matan a sangre fría.
Descanse en paz “ella”. Todas ellas.
Las nuevas santas de nuestro sangriento calendario.
