En el gran diamante parece que unos pueden acabar con las maldiciones, hay favoritos, pero (casi) siempre gana el mismo; ¿en la contienda por los pinos hacia 2018, el juicio será el mismo
Ojo de Halcón
Por: Tamón Takahashi Iturriaga / @halconsiete
El lunes pasado, alrededor de las cuatro y media de la tarde, los Medias Rojas de Boston perdían con los Astros de Houston cuatro carreras contra cinco. Fue el Juego 4, de una de las dos series divisionales de la Liga Americana de las Grandes Ligas de Beisbol. Así, Boston perdía la Serie y quedaba eliminado de la Postemporada 2017. Segundo fracaso –después de haber sido Campeones de la División Este de la Americana en años consecutivos–. Aunque al menos en este año, ganaron un partido.
Pobre consuelo.
Consecuencia: el Manager, John Farrel, a la calle, después de cinco buenas temporadas.
Yo soy aficionado de los Medias Rojas desde hace más de 30 años. Muy. Como tal, estoy acostumbrado a una especie de dogma que pesa sobre el equipo: “Parece que esta vez sí, pero va a ser que no” (casi) cada año, lo mismo.
Esta afirmación no es gratuita. Principalmente se vio alimentada por la llamada Maldición del Bambino. Según la sentencia, los Red Sox nunca volverían a ganar la Serie Mundial como castigo por haber vendido en 1920 al Bambino Babe Ruth a los Yankees de Nueva York, por poco más de 100 mil dólares de la época. La razón: financiar las pérdidas de su dueño, Harry Freeze, generadas por su obra de teatro My Lady Friends, la cual fue un rotundo fracaso.
Vaya negocio.
Y, según la leyenda, fue el mismo Bambino, una vez concretada la venta, quién proclamó la maldición. Dijo, al ser vendido, que Boston no volvería a ganar una Serie Mundial.
Toma ya
Y sí, así fue. Los Medias Rojas no volvieron a ganar la Serie Mundial en 86 años –con episodios tan crueles como la derrota ante los Mets de Nueva York, en 1986, tras el inexplicable, desesperante y doloroso error de Bill Buckner en la Primera Base, en el Juego 6 de la Serie–.
Mientras, los malditos Yankees aprovecharon el tiempo y se hartaron de ganar el Clásico de Otoño, acumulando hasta 27 títulos durante ese periodo.
¿No te fastidia?
La ambición de uno fue más grande que el proyecto de todos. La avaricia de uno acabó con las aspiraciones de todos.
Pues bien, como se pudo ver el lunes, a pesar de haber roto la maldición y con triunfos recientes, se ha vuelto a las andadas. Boston venía de una muy buena temporada. Buenos resultados previos y buen equipo. Un cuadro solvente, bateadores efectivos y en racha, y líderes de picheo destacados. Parecía que este año tenían todo para repetir éxitos pasados; que sí volverían a llegar lejos… pero no. De nuevo las expectativas generadas por los nombres, por los resultados previos, por la historia, por el deber, parecían destinadas a cumplirse… pero no.
¡Ay, los Red Sox!
Más allá de mi equipo, el inicio de la Postemporada 2017 presentaba una contienda muy interesante. La temporada regular conjuró, de cara a los playoffs, a diversos suspirantes. Todos, enfrascados en la lucha que los habría de llevar primero, a ganar la candidatura para jugar la Serie Mundial; para después, pretender ser los máximos vencedores del beisbol.
En la Liga Nacional llegaron a octubre, de manera destacada, los Dodgers de Los Ángeles. Líder indiscutido de las Mayores durante todo el año, el mejor equipo de la temporada, por encima de los demás y equipo que finalizó la campaña con una ventaja clara sobre sus rivales en (casi) todas las estadísticas.
A la par, como uno de los principales contendientes, los Cachorros de Chicago. Un ganador reciente de la Serie Mundial después de décadas de intentar conseguirla sin éxito. Uno de los equipos más antiguos y gran protagonista en la historia del beisbol. Un equipo de tradición y solera.
Además de ellos, alcanzaron esa calidad de suspirantes los Diamondbacks de Arizona y los Nationals de Washington. Arizona, una franquicia reciente que fue fundada durante la expansión que hubo en las Mayores a finales de los 90, un equipo sin filiación previa que, sin embargo, llegó a ganar el título rápidamente. Los Nationals, un cuadro joven sin mucho recorrido, el cual aún no ha sido capaz siquiera de superar el primer escollo en una Postemporada.
Por el lado de la Liga Americana iniciaron los playoffs, como los mejores, los Indios de Cleveland y los Astros de Houston. Los primeros, que venían de ganar el campeonato de la Liga Americana en la campaña pasada, llegaban con fuerza gracias a un muy buen trabajo hecho durante todo el año. Los segundos, uno de los aspirantes más inesperados debido al pobre bagaje previo en estas alturas de la temporada, en los años recientes.
Finalmente, completaron el cuadro de las series divisionales mis Boston Red Sox, de quienes ya no diré más. Y, por último, los odiados (por muchos) y amados (¿por más?) Yankees de Nueva York. El equipo que (casi) siempre vence, sin importar si llega como el máximo favorito o si lo hace sin mayores esperanzas. El equipo más ganador de la historia, el dictador del beisbol. El de siempre.
Bueno, pues así me imagino las elecciones presidenciales en México, en 2018.
Donde los Dodgers de Los Ángeles son AMLO –Morena, porque, aunque iniciaron como líderes, no van a ganar–; y donde los Cachorros de Chicago son Margarita Zavala, porque ya ganaron una vez, pero no repetirán en los próximos 100 años.
Los Diamondbacks de Arizona son Mancera, porque no saben ni cómo es que han llegado allí (y ya han quedado fuera a las primeras de cambio); y los Nationals de Washington son Pedro Ferriz, Jorge Castañeda, Emilio Álvarez Icaza, Luis Ernesto Derbez, Silvano Aureoles, Graco Ramírez y demás nombres que se sumen, porque… exacto.
Los Indios de Cleveland son El Bronco, porque ganaron el campeonato previo a la grande, la vez pasada (pero en esta ocasión se han quedado muy lejos). Mientras que los Astros de Houston son Aurelio Nuño, porque parece que no, porque antes no han hecho nada… pero están agarrando fuerza y comienzan a verse como contendientes de verdad.
Y, los Boston Red Sox son el Frente Ciudadano por México, porque hay equipo, porque se ven fuertes, porque triunfaron en su división, porque tienen líderes nacionales que lo encabezan, porque en el pasado ganaron y de cuándo en cuándo lo vuelven a hacer. Porque “parece que esta vez sí, pero… ¿va a ser que no?”. Dependerá, creo yo, de anteponer el proyecto antes que la ambición.
¡Ah! ¿Y los malditos Yankees? Los malditos Yankees de Nueva York son el PRI, con Meade a la cabeza. Más odiados que amados… pero (casi) siempre ganan.
Aunque ya se sabe que, como todas las quinielas y pronósticos, uno va de experto por la vida y al final no le atina a una. Por ello, en una de esas, gana el menos esperado, el máximo favorito, el de siempre o, el que parece que sí, pero no; o el otro, o aquél, o el nuevo, o el que nunca…
De momento, en el beisbol, ya están fuera los Red Sox, los Diamondbacks, los Indios y los Nationals. Y los Yankees (a la hora de escribir esta columna), van perdiendo con Houston.
A ver cómo acaba el drama.
Let’s play ball.
