Pobladores acusan que no se ha parado por el lugar y la única ayuda que han recibido es de pueblos cercanos o de familiares que viven en Estados Unidos
Por Osvaldo Valencia
Es la tarde del 30 de septiembre. A Laura lo único que le queda de su vivienda en Tehuitzingo, municipio ubicado en la Mixteca poblana, es una mesa, una cubeta, dos mascotas y el fatídico círculo rojo que indica que deberá ser demolida.
Al interior se observan piñatas sin terminar, cientos de periódicos y algunos balones de futbol.
En las paredes de lo que alguna vez fueron cuartos quedan recuerdos cuarteados de la obra de su hijo. Postales de un astro argentino del balompié que se hizo grande un año después del terremoto del 85: Diego Armando Maradona.
También retratos de personajes de la música de diferentes géneros como: Michael Jackson, Jimmy Hendrix, Mick Jagger, Juan Gabriel y Vicente Fernández, obras que Laura se limita a decir que fueron hechas por su hijo, “un chico especial”.
A las puertas de lo que fuera su hogar y centro de trabajo, se dedica a la elaboración de piñatas, llegó un grupo de personas que no dicen si son autoridades de Protección Civil, del gobierno del estado o de la Federación.
Brincan la cinta amarilla de la banqueta, revisan los destrozos que dejó el sismo del 19 de septiembre, al igual que lo han hecho en decenas de casas del municipio.
Uno de ellos saca del bolsillo de su chamarra poco más de mil pesos para entregárselos a Laura.
“Tómelos, un grupo de personas del pueblo del otro lado se juntaron y enviaron este apoyo para quienes de verdad lo necesitan”, le dice el hombre.
Después de eso, el grupo de hombres continúa su recorrido por las calles del pueblo para repartir la ayuda económica.
“Si no fuera por la gente de fuera, este pueblo estaría caído”, asegura la artesana de Tehuitzingo que perdió todo.

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Desde que ocurrió el sismo de 7.1 grados Richter, los vecinos de Laura viven en la incertidumbre.
Sus hogares han sido marcados con un círculo rojo, al igual que muchos en otras calles, lo cual significa demolición inmediata, aunque nadie sabe exactamente cuándo se realizará.
“Mi mala cabeza me dice que la van a hacer larga, que se van a esperar unos meses hasta que vengan las elecciones”, dice una vecina que pide el anonimato.
De la entrega de apoyos en víveres sabe que la ayuda desde otros municipios ha llegado y mucha más está en camino, aunque dijo desconocer dónde está el apoyo de las autoridades municipales que, asegura, los dejan habitar estructuras que están a nada de caerse.
Del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) informa que le entregaron un código para hacer válido el recurso para construir una vivienda, aunque ignora cuándo o dónde se podrá hacer efectivo para no quedarse en la calle.
Muchos de los habitantes de Tehuitzingo señalan que su presidente municipal, Juan Pablo Rincón Moreno, no está en las zonas afectadas por buscar el hueso a medida que se acerca la elección de 2018.
“No deberían jugar con eso. Es su gente y no les duele lo que pasa, esa codicia no les deja ver el sufrimiento, se les endurece el corazón”, señala otro poblador sin revelar su nombre por temor a que autoridades municipales le retiren la ayuda.

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En Tehuitzingo, dicen, hay dos opciones para salir adelante tras el sismo: esperar el apoyo del municipio o comenzar a reconstruir con lo que reciben de sus familiares que viven en Estados Unidos.
“Hay a quienes no les duele que se les haya caído su casa, con lo que reciben del otro lado ya empezaron a construir”, informa Laura sobre sus vecinos, quienes con una manta cubren las obras que comenzaron hace unos días.
Este municipio es conocido por ser un pueblo que depende 80% de las remesas.
Las filas de jóvenes y adultos mayores eran el pan de cada día de una oficina de envíos cuyas grietas hablan del daño que dejó el movimiento telúrico.
“Tú puedes ver a los chavos de 20 o 30 años sentados ahí, esperando a que abra la oficina de envíos. Todavía pueden hacer algo, pero no lo hacen porque ya se acostumbraron a las remesas”, indica un comerciante.
A Laura las remesas de sus familiares no le llegarán. No por falta de apoyo, sino para no aprovecharse de ellos, señala.
“Aquí los que reciben dinero de Estados Unidos ya comienzan a construir. Los que no, tenemos que esperar hasta que el gobierno nos voltee a ver”, dice.
