Las ventas de los establecimientos y vendedores ambulantes han caído hasta un 70% luego de que el nosocomio tuviera que desalojar a los más de 5 mil pacientes y trabajadores por el sismo
Por: Ilse Contreras
Foto: José Castañares / Agencia Es Imagen
Después del sismo, las calles que cruzan el Hospital “San Alejandro” están vacías. Cerca de 20 negocios han bajado sus cortinas, donde se vendía comida corrida, tortas, aparatos ortopédicos, uniformes médicos y las calles con artículos de limpieza y antojitos.
Las ventas de comerciantes establecidos y vendedores ambulantes han caído hasta un 70% luego de que el Hospital Regional 36 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) tuviera que desalojar a los más de 5 mil pacientes y trabajadores cuando el sismo del pasado 19 de septiembre sacudió a la ciudad, dañando gravemente su estructura.
“Hasta ahora, nadie se ha acercado a nosotros, nuestra vecina ya cerró, vendía ropa de médico, ya no abre desde el jueves, ya están sacando sus cosas, ya se van. La de la comida de en frente también ya está sacando sus cosas”, dijo Gemma Pinto, quien apenas tenía 20 días de haber abierto su tienda, después del sismo.
Señaló que cuando llegó, “pasaba mucha gente”, ahora “las calles están solitarias”, sus ingresos eran de 800 pesos al día, hoy solo saca 300. Además ante el clima de inseguridad ha pensado en cerrar una hora antes.
Para Maribel Sandoval, el desalojo del hospital más grande de América Latina, le ha representado pérdidas de hasta 70% en la venta de aparatos ortopédicos, ante esto, ha optado por bajar los costos de algunos de sus artículos, incluso hacer ofertas para atraer a más clientes.
“Entre nosotros mismo nos estamos vendiendo, por ejemplo la comida, porque no hay gente, no hay a quién venderle,” dijo al referir que están a punto de cumplir un año en ese establecimiento.
La incertidumbre abunda, pues con lo poco que venden es prácticamente imposible sostener sus gastos como renta, luz, gas y salarios de trabajadores, donde en casos, han sido despedidos, pues los negocios dependían al 100% de la actividad en el hospital.
“Estar pagando 30 mil pesos cada mes es complicado, el dueño no quiere ni esperar, ni bajar un poco la renta, entonces lo más seguro es que él también pierda porque nosotros nos iríamos de aquí”, advirtió.
“En el caso del hospital, no han dicho cuál va a ser el tiempo de construcción para ver si nosotros podemos soportar, es falta de información, si nos dicen dos años es mucho tiempo y un año puede que sí para no perder el lugar ni los clientes, porque si te cambias de zona la renta es más cara”, dijo la mujer con una angustia en el rostro.
La situación es desalentadora en el Restaurante Puebla de Alejandro Cortés, quien después del sismo ha sobrevivido con dos o tres mesas en sus ocho horas de trabajo, cuando antes llegaban a servir hasta 60 desayunos al día.
"No pasa nada de gente, no hay nada, ya está bien vacío, no pasa ni la patrulla”, decía el hombre que ha permanecido durante 9 años, quien también está a la espera de que la dueña del local le dé una respuesta, ya que tiene un contrato por año y debe pagar una renta de 8 mil pesos mensuales.
Tras 25 años de vender quesadillas y gorditas en la esquina de la Unidad de Especialidades, Marisol Badillo, una de los seis vendedores ambulantes que quedan en la zona, no ve como una opción retirarse del lugar, aunque a partir del sismo sus ventas cayeron un 70%.
“Para ir a otra zona a buscar problemas esta canijo, acá lo poco o mucho que hay pues es algo, a ver hasta donde aguantamos”, dijo con resignación.
Señaló que ante la ausencia de pacientes, sus compañeros vendedores de tacos de canasta, tamales, refrescos, personas que vendían bisutería, ropa, toallas, chanclas, fueron los primeros en irse.
La esperanza es única, esperar algún recurso o crédito de las autoridades para saldar sus gastos y mantenerse al menos hasta el cierre de año.
