Para preparar la salsa se requiere de una emulsión de agua, aceite y huevos; para los comicios de 2018, los políticos deberán unir el trabajo con los demás en beneficio de nuestro país, aunque estos no se mezclen
Ojo de Halcón
Por Tamón Takahaashi-Iturriaga
La mayonesa es una salsa emulsionada, es decir, una mezcla.
Una emulsión es, justamente, un proceso químico que consiste en combinar dos líquidos diferentes que, en principio, no se pueden mezclar —como el agua y el aceite, vamos—. En una emulsión, uno de los líquidos conforma una fase del proceso: la fase dispersa; el otro, constituye la fase dispersante. Entonces, en una emulsión, un líquido que antes estaba disperso, separado, ahora es dispersado, diseminado en el otro. Así, la emulsión, según entiendo, los une.
No es sorprendente saber que gran parte de las emulsiones se hacen con agua y aceite. De ahí que se asuma como cierto que ambos líquidos, normalmente, no se pueden juntar —se requiere, de hecho, el proceso químico de la emulsión, para ello—. De ahí, pues, que desde siempre se diga, también, que el agua y el aceite no se mezclan.
La mayonesa o mahonesa, decíamos, es una salsa emulsionada.
De acuerdo con Teodoro Bardají Mas (La salsa mahonesa, 1928), es un complemento emparentado culinariamente con el alioli. Su nombre primario, mahonesa, viene justo de su origen, pues se crea en la isla de Menorca, en la localidad de Mahón, que es el punto más oriental de toda España (ver entre otros a Bardají Mas, 1928; a La salsa mahonesa antes y después de Teodoro Bardají, Pisa Villarroya, 1999, y a Madame de Pompadour, Mitford y Foreman, 2001). La receta correcta de cómo hacerla, como pasa siempre en la vida, depende de quién la haga. Cada quién es dueño de la verdad absoluta. Sin embargo, sea como sea, el fundamento de la mayonesa pasa por emplear unas yemas de huevo que se baten y, por tanto, se suman a la emulsión.
Es decir, la mayonesa se hace con agua, aceite y huevos.
Es curioso ver cómo en otros aspectos de la vida, sobre todo de la vida política del país, si nos lo proponemos, podríamos analizar las cosas como si se trataran de un proceso químico —como si fuera una emulsión—.
Supongamos que para mejorar el desarrollo de un país es necesario que una idea prevalezca sobre cualquier otra consideración. Por ejemplo, que se requiera una reforma de fondo, compleja, que de lograrse con éxito cambie una manera muy negativa y costosa de hacer las cosas.
Seguramente, será necesario estructurar técnicamente esta idea. Es posible que requiera de recursos públicos para concretarse. Pero, sobre todo, será también necesario que los implicados en hacerla funcionar lo hagan. Sin embargo, es posible, que, a un grupo de esos implicados, no le resulte necesaria. O no le guste. O peor aún, le perjudique, a pesar que a todos los demás, con diferencia, nos beneficie. Y, entonces, todo se viene al traste.
Suena familiar, ¿verdad? Hemos visto muchas veces, desafortunadamente, esa película.
Seguramente eso sucede porque los actores deben hacer posible que una empresa de tal calibre sean como el agua y el aceite. Es más, muchas veces, lo hemos escuchado en esos términos: “Aquel funcionario y tal legislador no se pueden ver; son con como el agua y el aceite”. O tales partidos. O aquellos gobiernos. O estas ideas. O el Presidente y la agenda de la oposición. Y así.
Siempre podemos pertrechar nuestros intereses reales, la agenda de largo plazo, los verdaderos objetivos en factores como la ideología, las personalidades, los programas, los métodos, los principios, las convicciones y demás… para usarlos como un pretexto, como una justificación. “No es posible que yo acuerde esto —sea una reforma, un compromiso, un apoyo, o lo que se nos ocurra— con aquél, porque mis principios, convicciones, ideología, métodos, y los suyos, no se mezclan. Son como el agua y el aceite”.
¡Toma ya! Rotundo, ¿verdad?
Y la pregunta que me hago es: ¿escucharemos esta salida, de cara a las elecciones presidenciales de 2018? Seguramente, sí.
Por tanto, me formulo una segunda: si lo que está en juego es la evolución de nuestro país y nuestras instituciones hacia un estado mejor, de mayor desarrollo, competencia, productividad y bienestar, ¿se vale que los actores políticos que serán protagonistas en los próximos meses nos den una respuesta así?
Pues no.
Entonces, como la emulsión de la mayonesa.
A su agua y aceite, que le echen huevos.
Y ya está.
¿O no?
