La Loca de la Familia

Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia 

Un día descubres que en cualquier libreta se puede ir anotando lo que te pasa durante el día. Y si eres constante, esa libreta, esos apuntes, se convertirán en un diario. ¿Para qué sirve?, me pregunto a menudo. Supongo que algunos asiduos se pueden hasta ahorrar horas en el diván, ya que escribir tus traumas resulta catártico, pienso. Uno empieza a escribir el dichoso diario sin reparar que, años más tarde, esos tomos caseros conformarán una especie de autobiografía o una radiografía que desvelarán tus trastornos: los que estaban y los que siguen ahí, cosa que resulta muy interesante para diagnosticar qué tanto se evolucionó o qué tanto se retrocedió. Un  diario exhibe a profundidad tanto nuestro punto más álgido de estupidez como nuestros extraños flashazos de genialidad. Yo he llevado un diario desde los 19 años, sin embargo, las primera libretas son inconstantes y, por supuesto, los textos están pésimamente escritos. Era más bien un listado de sucesos inocuos y repetitivos como: “fui a correr, pasé por un jugo verde y le menté la madre a un imbécil que me rebasó por la derecha”. También llevar un diario ayuda, entre otras cosas, a escribir decorosamente, pues recordemos que sólo escribiendo se aprende a escribir, como sólo caminando a caminar y cogiendo a coger, pienso. Como pienso también que, en caso de que uno sea sincero en extremo, se deben tomar medidas de seguridad ya que de caer el cuaderno en manos equivocadas se podría suscitar una catástrofe, sobre todo familiar, pues cuando se escribe por lo general se exagera. Por ejemplo, si alguien leyera mi diario pensaría que soy borderline y que puedo llegar a matar a alguien, cosa que no conviene, nomás no conviene, pienso. Un diario no debe estar en expuesto en el buró si los demás miembros de la casa son curiosos naturales… recordemos en el arca abierta hasta el más justo peca. El diario debe permanecer un tanto oculto y de preferencia es mejor escoger una libreta poco llamativa para que así los chismosos crean que es un bloc de remisión o un cuaderno nominal... aunque pensándolo bien, muchos diarios son eso: conglomerados de deudas por cobrar. Todos los diarios que se han publicado de personajes famosos son atractivos porque de una u otra manera el lector puede hurgar en la intimidad del otro: descubrir sus perversiones y su lado más cursi. En mi primera juventud quedé maravillada con los diarios de Anais Nïn, pero ahora que los retomé ya yo surten el mismo efecto que antes. Recuerdo que cuando tuve “Incesto” por primera vez en las manos, decidí que yo quería un poco de esa vida. El libertinaje es una fruta hipnótica, creo. Sin embargo, los tiempos han traído consigo una nueva dinámica de contar nuestro día a día, me refiero a los famosos “estados” de Facebook, que se han ganado el lugar del nuevo basurero patológico de la gente que, harta de sí, decide ventilar sus triunfos y sus fracasos frente a un público voyerista que no es precisamente el más sensible ni el más fiel, sino todo lo contrario. Llevar un diario en Facebook puede acarrearnos muchos problemas, aunque al mismo tiempo, si no se tiene pena o si uno es muy cínico y exhibicionista, cada “estado” publicado funge como una vacuna infalible contra la ponzoña colectiva.

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