Por: Mario Galeana
Los líderes nacionales de la coalición Por México al Frente arropan a su precandidato a la Presidencia de México y a su precandidata para el gobierno de Puebla, pero el ambiente pesa: Ricardo Anaya Cortés le sonríe a Martha Erika Alonso Hidalgo, aunque ella sólo levanta las cejas y apenas le devuelve el gesto.
Están sentados uno junto al otro en la primera fila del informe de José Antonio Gali Fayad porque el mensaje es ése: que Anaya Cortés ha venido a Puebla a respaldar la postulación de la mujer que está casada con quien fue su único rival en la contienda panista. Tal vez no el único, pero sí el más férreo.
La cercanía entre ambos prueba que los acuerdos políticos están firmes; la amistad es otra cosa.
Supongamos que Martha Erika cree que la presencia de Ricardo Anaya es una provocación: que bastaba con la compañía de quienes están sentados a su alrededor, los dirigentes partidistas Manuel Granados (PRD), Dante Delgado (MC) y, sobre todo, Damián Zepeda (PAN), para probar que su candidatura a Casa Puebla estaba firme, consensuada.
Supongamos que es sólo el hecho de que Anaya es hoy todo eso que pudo haber sido su esposo, el ex gobernador Rafael Moreno Valle, quien por primera vez en un informe gubernamental está sentado muy lejos de ella.
O no supongamos nada: mirémosla de pie, con los brazos cruzados, seria, ataviada de rojo, volteando hacia su lado derecho, hacia donde Gali Fayad habla al oído de Ricardo Anaya mientras lo abraza, aunque la cámara sólo capta lo que el gobernador dice al precandidato presidencial cuando se despide: “Muchas gracias, muchas gracias”.
Antes de la entrada de Gali al Auditorio de la Reforma, Moreno Valle cruza el salón para saludar a Anaya Cortés, quien se mantiene junto a Alonso hasta el momento de su partida, cuando la prensa lo alcanza antes de abordar una camioneta y él declara que ella “es una mujer a la que aprecio muchísimo” y que la tiene “en el mejor concepto”.
El saludo entre el ex gobernador y Anaya es un breve apretón de manos que sólo tiene como testigos a Zepeda y a Delgado. Luego, Moreno Valle cruza el salón de vuelta y se sienta junto a Marco Antonio Mena, mandatario de Tlaxcala, con quien platica a lo largo del informe de gobierno.
Atrás y muy cerca de él está el senador Javier Lozano Alarcón, quien jamás cruza palabra o gesto con Anaya Cortés, a quien en los últimos días ha llamado un “joven dictador”.
Y cuando Gali Fayad ya está en el templete, cuando dice que el programa Beca a un Niño Indígena es un programa que Martha Erika Alonso implementó durante su paso como titular del Sistema Estatal DIF y que por tanto es su legado, una cámara mira de nuevo hacia los dos precandidatos de la primera fila: sonríen.
El gobernador también resalta la presencia de Anaya. Dice, desde el micrófono, que le agradece haber confiado en un ciudadano durante la elección del año pasado, y el ex líder nacional del PAN extiende las manos como respuesta.
Gali debe ser el hombre con más poder de interlocución entre todos los grupos que están reunidos en el auditorio, ya que después alude directamente a su antecesor y le reconoce “la gran labor en beneficio de todos los poblanos”.
Moreno Valle lleva sus brazos hacia el pecho, como simulando un abrazo a la distancia, y luego se levanta brevemente para saludar a la multitud.
Visto a la distancia, el auditorio es también una alegoría: en un bloque están los que vienen; en otro, los que se van.
