Bitácora 

Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio

El jueves 25, dentro de una semana, se cumplirán 500 años del inicio del segundo viaje exploratorio a las actuales costas mexicanas por parte de los conquistadores españoles asentados en Cuba.

El primero –como recordé aquí el año pasado– fue el que encabezó Francisco Hernández de Córdoba en 1517 y terminó de forma accidentada en el lugar llamado hoy Champotón, desde donde huyeron a Florida los expedicionarios sobrevivientes, luego de haber sido acatados por nativos mientras se abastecían de agua.

En aquel primer viaje, los españoles tocaron la actual isla Mujeres –a donde llegaron por azar, empujados por una tormenta–, así como tres puntos de la península de Yucatán (cabo Catoche, Campeche y Champotón).

Su presencia no fue del todo sorpresiva para los locales, pues, por las comunicaciones que había entre las poblaciones de la costa del Caribe, estaban enterados de la llegada de Cristóbal Colón y sus hombres al litoral centroamericano en 1502.

De hecho, las Islas de la Bahía, frente a la costa de Honduras, exploradas por Colón en su cuarto y último viaje a América, era el lugar al que originalmente se dirigían los expedicionarios al mando de Hernández de Córdoba, quien había sido comisionado por el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, para conseguir esclavos. Una tormenta en el canal de Yucatán fue la razón por la que acabaron en la península.

A pesar de sus malos resultados, la primera expedición dejó a Velázquez con ganas de saber más sobre aquel territorio, que se creía una isla.

Autorizado por el rey Carlos I para organizar un nuevo viaje, Velázquez puso al frente de él a su sobrino, Juan de Grijalva, nativo, como él, de la población castellana de Cuéllar.

Las naves partieron de Santiago de Cuba, el 25 de enero de 1518. Grijalva fungía como el capitán general y al mando de las otras embarcaciones iban Francisco de Montejo, Pedro de Alvarado y Alonso de Ávila. Todos esos hombres jugarían papeles relevantes en la Conquista. El segundo y el tercero terminarían sus días en México.

Diez semanas después de zarpar, la expedición llegó a Cozumel, isla que fue bautizada por Grijalva como Santa Cruz, por haber arribado a ella el 3 de mayo. Los expedicionarios izaron la bandera real y celebraron la primera misa en el actual territorio mexicano. Su estancia duró cuatro días.

De Cozumel viajaron hacia el sur, tocando Tulum y hasta la Bahía de la Ascensión. Seguros de haber llegado al extremo de la “isla de Yucatán”, cambiaron de curso y rodearon la península hasta llegar a Champotón, donde había terminado de forma abrupta la primera expedición.

Allí volvieron a enfrentarse con los locales, como el año anterior, pero esta vez con saldo favorable para los españoles. Aun así, Grijalva se llevó un flechazo en la boca que le tiró dos dientes.

Las naves continuaron hacia el oeste, hasta la Laguna de Términos. Grijalva nuevamente creyó que había llegado al extremo de una isla, pero decidió proseguir el viaje, llegando a la costa de Tabasco.

El 8 de junio de 1518, arribaron a la desembocadura de un gran río, que fue bautizado como Grijalva. En su margen izquierda, en una ciudad maya llamada Potonchán, hoy desaparecida, el cacique Tabscoob regaló piezas de oro a los españoles, lo cual sólo hizo crecer su avaricia.

La expedición continuó por la costa del Golfo de México. Pedro de Alvarado se adentró en el río Papaloapan y Francisco de Montejo, en el Pánuco. Los exploradores también pusieron nombres a la Isla de Sacrificios y San Juan de Ulúa, y se hicieron de una buena cantidad de oro, que mandaron de regreso a Cuba con Alvarado.

Asimismo, se entrevistaron con representantes del tlatoani mexica Moctezuma Xocoyotzin y se dieron cuenta de cómo estaban sometidos los pueblos locales por el Imperio Azteca, información que resultaría útil en la tercera y última expedición.

Cuando Alvarado llegó a Cuba e informó al gobernador Velázquez de los resultados del viaje, el funcionario quedó maravillado por el reporte.

Velázquez envió a España su capellán, Fray Benito Martín, a informar de los hallazgos a Juan Ramírez de Fonseca, primer organizador de la política castellana de las Indias, y al rey Carlos I.

Satisfecho, Velázquez pidió autorización para una tercera expedición. Pero quería más y su sobrino Grijalva no llegaba a su nivel de ambición. Para ello, el gobernador tenía visto al hombre ideal: el alcalde de Santiago, un tal Hernán Cortés.

 

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