La Loca de la Familia

Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia 

No he leído nunca un libro ni una reseña de Claire Dederer en el NY Times. La conocí ayer mediante la traducción de un texto suyo que hizo María Luisa Rodríguez Tapia, en el periódico El País. El texto de Dederer se titula: “¿Qué hacer con el arte de hombres monstruosos?”. Abro el link, y de inmediato mis antenas se encienden al ver en los balazos del artículo nombres como Ezra Pound, Pablo Picasso y mi amado Miles Davis.

En primera instancia pienso que tildar a alguien de monstruoso sugiere tener la conciencia muy limpia o ser demasiado puritano.

¿Quién no ha sido monstruoso alguna vez?

Bajo el cursor y en el recuadro destacado aparecen, evidentemente, los nombres de Harvey Weinstein, Woody Allen y Roman Polanski, y para no hacer de ese texto un encendido ataque al sexo opuesto, la autora incluye nombres de mujeres: Joan Crawford, Sylvia Plath y Anne Sexton. Okey, okey, pienso, no se trata de una feminazi rabiosa, o al menos, si lo es, trata de empatar los tantos.

El artículo es larguísimo http://elpais.com/cultura/2018/01/08/actualidad/1515416335_689166.html?id_externo_rsoc=TW_CC y si bien el tema da para un ensayo sesudo y puntual, Dederer enfoca su lente hacia Wenstein (por ser el monstruo “top” del momento). Hacia Allen, por ser un monstruo rancio al que la vejez y el silencio de sus compañeros del showbiz le han ayudado, sino para limpiar su imagen, sí para que el escarnio brutal de la opinión pública no lo lleve a la tumba. Y hacia Polanski, por ser un violador confeso de una  menor de edad y viudo de Sharon Tate.

Estos tres personajes tienen algo en común: causan entre el público sentimientos ambiguos: son repudiados por sus perversiones, pero son elevados a los altares por su genio. No hace falta hacer mención de las tropelías que han cometido estos personajes. Todo se resume a tres palabras: acoso, pederastia e incesto.

Dederer busca desentrañar no los hechos en sí, sino los sentimientos encontrados que le provocan las actitudes reprobables de estos sujetos a quienes admira, pero odia.

¿Admiraría usted al viejo verde que un buen día se mete con su hija y se casa con su hija siendo su marido? Escándalo. Situaciones como estas son el maná de la prensa que saca raja del morbo y la maledicencia. ¿Es Allen un degenerado? Yo creo que sí. Y fue degenerado cuando era considerado genial. No antes, ni después. Y su degeneración se ventiló simplemente porque era Woody Allen y su esposa era Mía Farrow y la hija de Farrow era hija adoptiva también de André Previn.

Al respecto, dice Dereder: “Los hombres quieren saber por qué nos indigna tanto Woody Allen. Woody Allen se acostó con Soon-Yi Previn, hija de su pareja Mia Farrow. La primera vez que se acostaron juntos, Soon-Yi era una adolescente que estaba bajo su cuidado, y él era el director de cine más famoso del mundo”.

Nada nuevo bajo el sol. ¿En dónde está Soon-Yi ahora? Cuidando vicariamente de su anciano marido. Corrompida o no, Soon-Yi continúo esa relación y se ha enorgullecido de esa relación durante más de 25 años. Ambos van a entregas de premios y viven de las viejas glorias de un Woody Allen que no existe más: el Woody Allen de Annie Hall y Manhattan. El Woody Allen que fue un presunto genio mientras fue un presunto monstruo. A la colección de infamias de Allen se adjunta una carta de su hija Dylan en la que lo acusa de abusar de ella. Lo acusa a unos días de la ceremonia del Oscar del año 2014. Lo acusa y, sin embargo, no lleva más allá sus dichos. No lo lleva ante la corte. Allen se calla y sigue con su vida maravillosa. En la impunidad, seguramente.

Ese es Woody Allen y no hay más que hacer, sin embargo Dederer ensaya sobre sus sentimientos: dice que Manhattan fue una película que la cautivó desde su estreno. Ahora, bajo la lupa del escrutinio moral, le provoca arcadas. Simplemente no puede alejar al monstruo del director. No puede dejar de ver en Mariel Hemingway a la propia Soon Yi o a Dylan… aunque ni una ni otra existían cuando Manhattan vivió un alumbramiento sin fórceps. ¿Era entonces Allen el mismo depredador que cuando sedujo a su hijastra o acosó a su hija? Seguro. El artista quebrado emocionalmente exorciza sus demonios en la obra. ¿Eso hace que Manhattan sea una película instigadora a la pederastia? ¡Es lo mismo que mandar a sacar a Balthus del MET! Es puritanismo y estrechez de criterio. Fascismo, en el peor de los casos.

Regreso al comienzo del texto.

La autora enlista a los monstruos que no deberían seducirla, pero la seducen. Los monstruos que no sabe si deberían ser expulsados del parnaso cinematográfico, literario y musical.

Ezra Pound fue enviado al manicomio de St. Elizabeth por compartir con Mussolini la idea de la “no usura”. Pound vivió un rapto de inocencia brutal al manifestarse a favor de la desaparición del dinero desde sus alocuciones en Radio Roma. A Pound lo engañaron, e increíblemente se dejó engañar, y propagó ideas fachas sin intuir que por una suerte de concesión poética pasaría a la historia no sólo como el grandísimo iniciador del imagismo o como el editor del mejor Joyce y el mejor Eliot, sino como “el loco de Bedlam”.

Miles Davis reinventó el jazz. Brilló en el bebop, el cool, el hardbop, en la música modal y en las fusiones del jazz con el rock. Fue, también, un drogón como la mayoría de los músicos de su tiempo y de todos los tiempos. Pero iluminó como pocos el festival de Newport en 1955. Kind of blue es, a mi parecer y al parecer de muchos críticos, uno de los mejores diez discos que se han grabado en este planeta. Un día el señor dejó de tocar porque simplemente no tenía nada que decir. El silencio lo condujo a más droga, a hacer desfiguros en sus fiestas privadas. ¿Violó a alguien? No que se sepa (aún no). ¿Golpeó a su esposa? Lo hizo. No es justificación, pero antes las parejas se golpeaban rutinariamente y las mujeres, empoderadas o no, callaban. Callaban por permanecer con el genio, quien obtenía su propio castigo en las tribulaciones nocturnas, cuando la abstinencia de heroína los mandaba a una especie de inframundo seco. ¿Fue Miles Davis monstruoso? Claro. Todos llevamos una bestia interior, pero el monstruo de Davis engendró sueños azules e inspiró a Steve Jobs (otro monstruo) a fabricar el iPod, donde todos, hasta los árbitros morales más escrupulosos escuchan a otros monstruos que no han sido señalados por el dedo inquisidor del feminazismo. Porque el feminismo es otra cosa, y no la maquinaria de aniquilación y estulticia que pretende lanzar a la pira a Pound y sus Cantos, a Miles y su música social y de paso  Jobs por alcahuetear a todos los perversos del mundo.

Leo ahora otro artículo: http://elpais.com/cultura/2018/01/09/actualidad/1515513768_647890.html?id_externo_rsoc=FB_CC  Cien artistas franceses contra el puritanismo sexual. Un manifiesto que ha firmado, por ejemplo, Catherine Deneuve, que en pocas palabras viene a hacerle contrapeso a esa oleada de Torquemadas que pretenden dominar al mundo con su discurso parcial e incendiario. Tan incendiario y fanático como la idea insulsa de querer candidatear  a Oprah Winfrey para las siguientes elecciones en Estados Unidos. Eso sí es monstruoso, pero es monstruoso “cool”.

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