La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora / @RomansanchezZ
Mauricio tomo su vaso de gelatina, se quedó mirando la cama de sus hijos junto a la suya, su esposa había ido a la tienda por un sobre de café para el desayuno, suspiro… y se preguntaba si esto era lo que él había soñado ser.
¿Quién había tenido la culpa? ¿Acaso su papá, que era policía y que en un operativo solo vio a la esposa del gobernador que lo miro feo pues no había tenido la atención de abrirle la puerta de la camioneta y a los dos días estaba fuera de la corporación a pesar de haber pasado 25 años de su vida?
¿Quién era el culpable? ¿Quizá el profesor de la preparatoria que en una discusión por un tema de clase, le dijo que jamás pasaría su materia y que le hiciera cómo quisiera?
¿O acaso era su esposa, quien en una fiesta acepto bailar con él y después de ser novios dos meses, ella lo iba a buscar a su casa a pesar que su mamá se oponía?
¿Acaso era tiempo de seguir buscando a los culpables de su vida?
Mauricio trabajaba en una empresa subcontratista de limpieza, en la cual el dueño era el secretario de la dependencia, compadre del jefe político, una firma de limpieza que era para obtener una ganancia para sus gastos extraordinarios, para eso la había generado, mientras que en otros empleos del mismo ramo se ganaba un poco más pero tenían todas las prestaciones.
El traslado a su trabajo era de una hora pues él vivía al sur de la ciudad, en camiones que se había asegurado que garantizaban la movilidad, pero antes Mauricio solo hacia 30 minutos, caminaba siempre por los mismos lugares pues los cuates le habían dicho que se cuidara de las nuevas bandas de carteristas que al ver que no tenías un peso te “picaban” y si los señalabas regresaban a vengarse, pues ellos pagaban su “cuota” al mero “Jefe de jefes”, que así le llamaban, el cual trabajaba se supone en una dependencia pero que su nombre no aparecía en algún directorio, ni en la nómina pero el allí despachaba y era muy amigo de la prensa, por lo cual se decía que: lo mejor era ser su amigo…
La navidad había sido como siempre, en la casa de los suegros pues así únicamente llevaría una caja de refresco de 200 pesos y con esto ya comerían todos y hasta unas copas se tomaría, los reyes, pues ya vería como hacer la gestión a 12 meses sin intereses en alguna tienda departamental.
Para este momento, Mauricio anhelaba ir a Estados Unidos como su hermano, que le había ido muy bien, aunque tenía que andar escondido y sus hijos discriminados pero cuando llegaban a la casa de sus padres lo hacían en una camioneta con un fajo de billetes verdes.
Otra opción que platicaba con Camila su esposa, es que un narco lo descubriera y lo apoyara, y decía –aunque me maten en unos 5 años, pero nos daríamos la buena vida y tu guardarías para los niños- esas charlas siempre terminaban en una carcajada y un suspiro anhelando se volviera realidad.
Así como Mauricio, ¿cuántos mexicanos existen, buscando esa oportunidad? ¿Desde cuándo su sueño fue robado, o quizá nunca existió esa realidad del estado del bienestar? Vivir con esas prestaciones que hasta en Europa hoy son casi inalcanzables, pero cuando el sindicato era fuerte, era el presente real de todos los obreros.
Los analistas diciendo que es una crisis global, cuando existen grupos de personas que no viven tal crisis y hasta los buscan para seguir ganando, esta sociedad de la exclusión, esta sociedad de los olvidados, donde los problemas no se recrudecen porque Mauricio sea un flojo o no quiera salir adelante, sino porque las condición social de pobreza se generalizo y la indiferencia es parte de lo normal.
¿Acaso debemos seguir esperando un mesías y continuar echando le culpa a un monarca sexenal, o pensado que un grito por escrito en la red social será la solución? O… ¿Ser ahora un rebelde cibernético es las solución? ¿Dónde quedo el superávit? ¿Dónde quedo la abundancia ante generaciones que han vivido siempre en la crisis y ahora no les importa ofrendar sus vidas por unos cuantos años de abundancia?
¿Hasta cuándo?
-No lo sé, no es mi problema manito, tú sabes que debes de mocharte, por el momento te dejo un recuerdo para que no se te olvide que no debes de hacernos perder el tiempo- le dijeron a Mauricio, cuando este era herido y se sentaba en la banqueta ante la mirada indiferente y cómplice de la gente.
