Crónicas marcianas
Por: Zeus Munive / @eljovenzeus
Existe un personaje en twitter que intenta darse baños de pureza con frases de espiritualidad y filosofía; además será diputado federal tras ser acogido por Andrés Manuel López Obrador.
¿Usted sabe de quién es esta frase: “Llegará un momento en que creas que todo ha terminado. Ese será el principio: Epicureo”(sic)? ¿Sabrá que quien escribió este “tan bonito pensamiento” salido de la sección de Sanborns de autoayuda, ahí donde están los libros de Osho, Coelho y la psicomagia de Jodorowsky que Epicureo nunca existió?
¿Se referirá acaso a Epicuro?
Vamos a otro lindo enunciado sacado del laboratorio de la felicidad de este personaje: “Sólo hay un camino a la felicidad y es cesar de preocuparse por cosas que están fuera del alcance de tu voluntad: Epicteto”.
Dicho sujeto presume en sus redes sociales sobre su espiritualidad, su filosofía, su serenidad del ser, y nos regala todos los días en su Twitter ideas como esta: “La constancia es la clave para alcanzar nuestras metas” y, lo mejor, encabeza su diseño con: “Este #2018 es un nuevo comienzo en nuestras vidas, asumamos ese reto.”
Viejo ridículo.
Circulando por su timeline encontramos: “#BuenMiércoles. Con facilidad se adquiere lo preciso para la vida”. Y la pregunta aquí es, ¿qué diablos nos quiere mostrar dicho personaje?, ¿qué quiere presumir?, ¿pasar como un santo?, ¿ser un nuevo iluminado?, ¿caminar sobre el agua?, ¿ser uno de los protagonistas de aquella divertidísima novela y película Los hombres que miraban fijamente a las cabras, protagonizada por Ewan McGregror y George Clooney?
Insisto, viejo ridículo.
Cada quién es libre de escribir en su Twitter lo que se le antoje. Eso que ni qué, pero ya chole. Dicho personaje, cuando uno va investigándolo, descubre que así como que feliz, feliz, lo que se dice feliz, no es, es más, creo que es hasta rencoroso, vengativo, cada que se come unas memelas con salsa verde seguro piensa en su cuñado y le da un cólico, y hasta le hace daño por el aguacatito que le ponen a tan rico platillo mexicano.
Fíjese, trabajaba en la Secretaría General de Gobierno al inicio del sexenio de Rafael Moreno Valle y cuentan que cuando pedía de desayunar unos huevos le aventaba el plato de comida (literal: se lo aventaba) a su secretaria, quien tenía unos reflejos como Neo en la película Matrix y esquivaba con mucha facilidad el plato aventado con tal fuerza que por lo regular terminaba roto.
Y no sólo eso, es uno de los funcionarios que tuvo el morenovallismo que más andaba enmuinado, porque corrió a casi todos sus secretarios particulares. Digo, yo sé que no tengo mucha autoridad al respecto, porque dicen “mis enemigos” que yo he corrido a más personal que Javier Lozano cuando lo de Luz y Fuerza y puede que sí, pero yo no ando con mis libros de Osho bajo el brazo ni ando promoviendo la paz mundial.
Pero mientras avienta los platillos que tengan unos ricos frijoles refritos, sigue su timeline con palabras como: “Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar”. Me cae que no sé si reír o llorar cuando leo tan bellos pensamientos. No sé si picarme los ojos porque, hasta donde se sabe, nuestro protagonista usó la fuerza pública para desalojar movimientos cuando estuvo al frente de Gobernación estatal.
Obvio, a las reuniones donde llegaban para negociar no salía con alguna frase de Alex Dey o Miguel Ángel Cornejo. No, ni madres. También les sacaba el archivo de la policía política y se los mostraba a los rijosos y quejumbrosos.
Ahora será un feliz diputado federal por el Partido Encuentro Social. Es de aquellos que entraron en el río para que Andrés Manuel López Obrador lo bautice y lo purifique de las impurezas que haya dejado su triste pasado.

Pero en el fondo no es un hombre feliz, o por lo menos al platicar con él se da uno cuenta que trae muchos rencores (a lo mejor justificados, a lo mejor no) con su cuñado, un tipo que creo que se apellida Moreno Valle.
Platicando una vez con una psicóloga (por cierto, guapísima) confirmaba una vieja hipótesis: uno trata de aparentar lo que no es en Facebook, Twitter e Instagram. Y si en nuestras redes sociales hablamos de felicidad, pues no hay felicidad, si uno saca fotos con la pareja y presume del amor, pues no hay amor, si uno pone una comida carísima, pues seguramente sólo alcanza para el guisado de antier, si uno se saca fotos muy fitness, la neta es que anda uno de huevón.

Y ustedes pueden decir, bueno, y qué que un político que será diputado federal hable de la felicidad y se regocije como shamán de la Nueva Era, la respuesta es simple: porque es pura farsa, porque si nos basamos en frases bonitas y en la Ley del Secreto (muy de moda al inicio de este nuevo milenio) nos daremos cuenta que no es por ahí.
O me van a decir que un político no tiene intereses, no quiere dinero, no quiere Poder (así con altas), no quiere persuadir, gobernar y hacer lo que quiera para que todos le rindan pleitesía. La política es lo más cercano a un burdel y en uno de esos lugares de recreación, lo que menos se hace es leer la Biblia.
La política, señores, huele a pantaleta de sexoservidora. Que por un lado atrae, pero por otro no lo queremos reconocer públicamente.
¿Que de quién estoy hablando?
¿A poco no lo ubican?
Ya es de la república del amor de AMLO, ya es parte de la elaboración de la constitución moral, ya es parte de ese grupo de iluminados que meditan pero se encabronan por todo, que está en esto sólo por venganza.
Y si ese personaje quiere ser gobernador, alcalde o quién sabe qué tanta cosa, bueno, agárrense, porque su laboratorio de felicidad es más falso que los trucos del maguito Rody y créanme, será todo lo contrario a lo que tanto presume.
Dime lo que presumes y te diré de lo que careces, pero pues ni hablar, con estas mulas hay que arar.
Quizá no sea tan bueno tomarse un té de manzanilla para tanto cólico, como dicen las abuelitas.
