Esfera Pública

Por Elías Aguilar / @Elyas_Aguilar

México ocupa el  nivel más bajo de América Latina en cuanto a satisfacción con la democracia; en el informe Latinobarómetro 2015 sólo un 19% de los mexicanos está satisfecho con ella, con una tendencia a la baja si se considera que en 2006 el porcentaje reportado fue de 41%, es decir, tan sólo en nueve años se registró un descenso de 22%.

Esta tendencia negativa es crítica cuando se toma en cuenta que la alternancia de partidos en México es relativamente reciente, después de más de 70 años gobernado por un solo partido político: el Partido Revolucionario Institucional, en el año 2000 por fin se logró un gobierno de oposición, sin ningún acto de violencia, y que en ese contexto se pensó que el futuro político y económico del país sería mejor que en el pasado.

Sin embargo, el resultado parece opuesto a un mejor futuro, según señala la baja satisfacción con la democracia de los mexicanos. Las causas son diversas, pero en esta colaboración señalaré dos factores que se relacionan con el actual proceso electoral en marcha y que de no contar con una elección relativamente legítima supondrá una honda crisis política y social de la que difícilmente saldrá bien librado el actual sistema político.

La caída de la satisfacción con la democracia de los mexicanos tuvo un crecimiento significativo después de 2006 y a juicio de algunos autores, como es el caso de Lorenzo Meyer, el triunfo controversial de Felipe Calderón, quien ganó la Presidencia de la República con una diferencia menor a un punto porcentual con respecto a Andrés Manuel López Obrador, fue condición determinante para el alejamiento de los ciudadanos con respecto a la eficiencia del sistema político en garantizar que  el candidato con mayor apoyo social acceda a los puestos de elección popular. En este sentido, Lorenzo Meyer señala que el final del régimen de Calderón Hinojosa fue determinado por los resultados de 2006, cuando decidieron, el candidato y el PAN, ganar la elección presidencial a como diera lugar, es decir, lograr el fin bajo cualquier medio posible. Lo que sentó la base – de acuerdo con Meyer– para el retorno del PRI, una guerra contra el narcotráfico que si el Estado no gana, pierde, y un gran cuestionamiento ciudadano sobre el mismo sistema político.

Un segundo factor relevante en la caída en la satisfacción con la democracia de los mexicanos sucedió en este sexenio de Enrique Peña Nieto y representó un factor relevante para la caída de la popularidad del presidente en funciones, que hasta el momento no ha recuperado. El tema de la Casa Blanca adquirida por la primera dama de México, señala a la corrupción como un factor asociado con la insatisfacción con la democracia. De acuerdo con María Amparo Casar (2015), la corrupción tiene un alto costo económico, político y social para México, 14% del ingreso de los hogares se destina  a pagos extraoficiales, 44% de las empresas reconoce haber cubierto un soborno y el costo político es muy alto: 91% califica a los partidos como los más corruptos. En el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, México descendió 31 posiciones entre 2008 y 2014. Entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es ubicado como el más corrupto entre los 34 países miembros.

En caso de no lograrse un resultado legítimo en la elección presidencial, sin importar quién sea el ganador, ello supondrá un golpe al sistema político y social imperante en la actualidad, probablemente un alejamiento mayor de la ciudadanía hacia la política, un ahondamiento de la percepción de corrupción, lo que en su conjunto representará una mayor crisis del sistema, un diagnóstico de anomia que nos enfilará aún más a un Estado fallido, donde la ley del más fuerte se impondrá sin importar el marco legal el cual de por sí ha sido violentado de forma cotidiana.

 

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