La Loca de la Familia 

Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia

Uno paga cierta cantidad de dinero a determinada escuela para que “medio” le enseñen a los niños cuánto es dos por dos, cuántos centímetros tiene un metro y quiénes son los héroes que nos dieron esta pobre patria ultrajada por los malosos.  También los manda uno para que se enteren que son nueve –pero de pronto ocho– los planetas que conforman el sistema solar en el que se aloja nuestro mundo. Y de pasada creemos que los chamacos van a aprender algo de química y algo de ciencias naturales. Eso creemos, hasta que la niña o el niño confunde las trompas de Falopio con las de Eustaquio, y ahí se fregó el asunto. Antes, en mis tiempos y más atrás,  los grupos se dividían en dos. No había de otra sopa: los burros y los listos. Yo en primaria siempre estuve entre los segundos, pero llegando a la secundaria me coroné como la soberana de los primeros. Burra, burra, pero no tanto. Era burra para lo que me convenía y cuando me convenía, sin embargo, cuando se acercaban los exámenes finales yo veía cómo carajos me las arreglaba para no irme a ningún extraordinario, ni muchos menos pensar que pasaría por la pena de reprobar el año para ver, tristemente, cómo mis demás compañeros, es decir, los menos burros, se graduaban. Eran otros tiempos, repito. Otros tiempos, aunque pensándolo bien no tanto, ya que burros y holgazanes seguirán deambulando entre pupitres, así como los matadillos seguirán sentaditos esperando el dictado. A lo que me refiero es que el Sistema ha agravado la situación. Antes los burros teníamos consecuencias por ser burros; ahora los burros son alcahueteados por el Sistema y llegan a altos grados académicos porque en las escuelas les hacen creer que no son burros, o sí, pero poquito. Eso, puedo jurarlo, perjudica aún más al niño burro, pues llegado el día en el que tenga que demostrar de qué lado masca la iguana, es decir, cuando se enfrente al mundo real, se dará color de que en la vida no hay segundas oportunidades. No hay reposiciones. Si un burro del futuro va a pedir trabajo a equis empresa, el tipo que le haga la entrevista no le va a decir: “a ver, amigo, le voy a dar chance y repita usted otra vez las preguntas. Piénselo bien. Es más, como somos bien chidos y le vamos a dar leas repuestas”. Jajajaja. Eso, mis estimados, no existe. Sería un mundo ideal para nosotros los huevas, pero por desgracia la vida es más cruda que la escuela, y los gerentes de recursos humanos son más ojetes que los profesores hambreados de la secundaria o la prepa. ¿Y a cuento de qué viene todo este rollo? Ah, pues es sencillo. Me acabo de enterar que en las escuelas, en todas, sean públicas o privadas, los chavos ya NO pueden reprobar. O sí, pero poquito. O sí, pero las escuelas dan una segunda oportunidad de repetir el MISMO examen que tronaron como ejotes. Me explica un profeso que hoy conviene más reprobar con cuatro o cero que sacar un mediocre seis o siete. Si el niño sacó siete, con su siete mugroso se va. Pero si el niño sacó tres o cinco, el mocoso bolsón tendrá el chance de sacar un flamante diez en la prueba de reposición, igualando al mediocrillo del siete, o rebasándolo… quedando a unos pasos de los mataditos que tantas ganas le echaron durante todo el periodo. Yo digo: ese nuevo Sistema está a toda madre para los haraganes de ayer y hoy, pero luego pienso: qué será de esas pobres criaturas desgraciadas cuando se den un frentazo con la pared al percatarse que la cosa, por lo general, va más en serio, pues los listillos se quedan listos, pero a un burro disfrazado de abeja trabajadora eventualmente se le cae el disfraz.

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