Por: Mario Galeana

Es difícil no pensar en Enrique Doger Guerrero y José Antonio Meade Kuribreña como los candidatos espejo, sobre todo ahora que aparecen juntos en el escenario del Complejo Cultural Universitario muy vestidos a la Men in Black, despojados enteramente del rojo, quizá porque la mejor forma de intentar ganar como candidato del PRI es no parecer un candidato del PRI.

Es difícil no ver que sus candidaturas se parecen tanto: que ambos están fundidos en el tercer lugar de las encuestas, que ven de lejos la rebatiña entre Morena y el PAN-Frente, que su éxito depende tanto de lo que haga —o no haga— el presidente Enrique Peña Nieto.

Incluso así, no parece que los candidatos espejo sean los mejores aliados. O al menos no parece que Enrique Doger tenga en José Antonio Meade su mejor aliado. No sólo porque tardó 23 días en darle su respaldo desde que fue designado precandidato único del PRI al gobierno de Puebla, sino porque ahora, ya ungido como candidato oficial, no secunda su principal arenga: la reelección de Rafael Moreno Valle velada en la candidatura de Martha Erika Alonso Hidalgo.

En el discurso del abanderado presidencial de la coalición Todos por México hay acaso una ligera crítica al gobierno del estado por el crecimiento exponencial del robo de combustible, pero sobre todo la promesa de que “el único acuerdo para Puebla es ganar, y con Doger sí ganamos”.

Pero un candidato exhibe involuntariamente al otro: al micrófono, ante un auditorio atiborrado por más de tres mil priistas, Meade cuenta que por la tarde viajaba en carretera cuando notó por la ventanilla un espectacular con el eslogan de precampaña de Doger. Un cándido descubrimiento que refleja que el abanderado por el PRI a Casa Puebla no ha retirado su propaganda como precandidato, con las faltas a la Ley Electoral que ello implica.

El reflejo es, a veces, nuestro peor enemigo. Lo mismo ocurre con los candidatos espejo.

 

LA CONVENCIÓN Y LOS BÚFALOS

Lo que sorprende es la precisión. Adela Cerezo, presidenta de la Comisión de Procesos Internos del PRI, anuncia desde el templete que con el voto de tres mil 269 delegados presentes Enrique Doger será el nuevo candidato al gobierno de Puebla.

No son dos mil, no son tres mil 270, sino exactamente tres mil 269. Afuera, en la puerta de entrada del auditorio, todavía hay personas con gafetes que los acreditan como delegados efectivos. Una mujer no deja de alegar que a ella la invitaron, que fue diputada federal y que debe estar ahí para levantar su mano cuando pregunten si vota a favor de Enrique Doger, aunque todo se trate de un trámite, de una enorme simulación —¿acaso podría votarse por alguien más?—.

Tras el anuncio oficial del nombramiento, en las bocinas retumba el jingle reggaetonero de Enrique Doger, y en las gradas ya están coreando porras Antorcha Campesina, la CROC, la CTM...

Pasan alrededor de 20 minutos hasta que aparecen en el escenario Doger y Meade, con riguroso traje negro, y detrás de ellos una larga comitiva en la que destacan el presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, y el líder de la CNOP, Arturo Zamora.

El auditorio y el escenario levantan el puño mientras repiten el mantra que acompañará al PRI de aquí hasta el 1 de julio, “con Doger sí ganamos, con Doger sí ganamos, con Doger sí ganamos”, pero entre la multitud un puño da sólo dos vueltas antes de volver al regazo: el de Meade.

El ex delegado estatal del IMSS inicia un largo discurso de casi media hora donde Juan Carlos Lastiri Quirós aprovecha para hacerse selfies con Meade, y Meade a su vez platica con Jorge Estefan Chidiac, mientras Enrique Ochoa Reza está agitado en su propio asiento moviendo los pies de aquí para allá, y el discurso sigue y sigue y sigue, hasta que la CROC y la CTM lo interrumpen con una guerra de porras entre sí, lo que obliga a Doger a alzar la voz justo cuando está enlistando las obras “inútiles” de Moreno Valle, y tiene que repetir las primeras dos de su lista, y ahora pide silencio ante una nueva oleada de porras que cortan el que debería ser el discurso más importante de su carrera política.

 

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