La exposición Picasso en Puebla: la Estela Infinita bajará sus cortinas el 4 de marzo. Quien no la haya visto se habrá perdido la oportunidad de ver a un Picasso inédito: el que ha sido traducido para esta generación. No es ésta una exposición cualquiera: es el homenaje a uno de los muertos más célebres del gran cementerio humano. Picasso, ya se sabe, cambió la ruta del arte. Los artistas que integraron esta exposición serán los Picassos del futuro.
Mario Alberto Mejía
Tercera y última parte
El poeta es un mago, decía Huidobro. El artista es un mago, demostró Picasso. Antonin Artaud hablaba de la resurrección de la magia y en ese viaje se extravió en la Tarahumara.
Quizá ahí encontró la magia que no halló en la vida real. Ignacio Martín de la Cruz es un mago por donde se le vea. Lo mismo como videoasta que como publicista. Sus anuncios para televisión y cine son una Rara Avis en estos tiempos de canallas. Hay en ellos una poesía a la manera del Jean Cocteau cineasta. Cosa inédita frente a la estupidez cotidiana. Ésa sensación aparece en sus anuncios de Coca-Cola y cierto banco, que en las reflexiones brutales sobre la mirada —los ojos— y la discriminación racial.
Ese mago, pues, envió un video para la exposición Picasso en Puebla: la Estela Infinita, que será metida en cajas después del 4 de marzo. Originalmente iba a enviar un video sumamente erótico sobre las Señoritas de Avignon, el primer Picasso cubista o protocubista. El tema era tan fuerte que le pidió a Anel Nochebuena, la talentosa director del IMACP, que se prohibiera la entrada a los niños.
El proyecto no se concretó y el gran artista se planteó otro tema: El Picador. Basado en los grabados de Picasso sobre el manual de toreo de Pepe-Hillo, Ignacio Martín realizó un video esplendoroso sobre la soledad del personaje más odiado de la fiesta taurina: Le Picador. “Tauromachie” (2017).
El picador, ese hombre que, montado sobre un caballo con los ojos cubiertos, entierra la vara para sacar lo mejor del toro, aunque hay picadores que abusan de la puya provocando el repudio de los taurinos.
Fernando Marcet escribe que la función del picador es “descubrir las condiciones de bravura, temperamento y comportamiento del toro.
En ese momento es cuando se aprecia si es bravo o manso; si es fijo o distraído; si es pronto o tardo; si humilla, si recarga, si embiste apretando con un pitón; si trata de quitarse la vara y hace sonar el estribo; si es fuerte o blando y muchas cosas más.
Información importante para el matador, que ha de lidiarlo, y para el ganadero que actuará en consecuencia para hacer las correcciones genéticas y de selección necesarias para mejorar su ganadería. (…) Cuando las condiciones son las propicias, crear belleza con el espectáculo incomparable del toro bravo en acción: Cuando se arranca con alegría al caballo y recarga, retorciendo la cola —indicador inconfundible de genio y bravura— y puesto nuevamente en suerte, repita una, dos, tres y más veces, sin acobardarse.
El matador que se topa con un toro de esta naturaleza, está en la obligación de lucirlo para beneplácito del público y -¡Cómo no!- de su criador. A tal efecto habrá de ponerlo en suerte cada vez más lejos del caballo para que, llegado el caso, se le pueda ver arrancarse de lejos galopando a un cuarto puyazo.
Es el espectáculo del toro hecho realidad y quien tenga la oportunidad de verlo –tan solo una vez en su vida- no lo olvidará jamás”.
Hasta aquí Marcet.
Ignacio Martín muestra en el video a un picador entrado en años. Con una influencia notable del Cocteau de La Sangre de un Poeta o de Orfeo, el artista nacido en Salamanca, España, recrea la infinita soledad del picador.
No aparecen jamás en ese video ni el público ni el torero. Sólo figuran el picador y el caballo. Y la cabeza fragmentada de un toro.
La voz francesa de un cronista taurino aparece de fondo mientras vemos al picador domesticado en el silencio y ajeno a la gloria del torero. Luego surge una voz antigua recitando un poema sobre la fiesta brava.
El video es un gran homenaje al Picasso de Tauromaquia: un Picasso obsesionado con los toros de su primera infancia, pero sobre todo, con la figura del picador.
El homenaje de Ignacio Martín es vigoroso, aunque indudablemente dulce. Posee, faltaba más, esa íntima tristeza reaccionaria de los marginados.
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La biografía de Ignacio Martín de la Cruz refleja parcialmente al artista: “estudió Bellas Artes en la Universidad de Salamanca, especializándose en pintura, video arte y diseño.
En 2005 Comenzó a trabajar como diseñador, realizador y director artístico en User T38, con la que se introdujo en el mundo de la publicidad y del cine. Permitiéndole trabajar en multitud spots para televisión y en algunas películas.
En 2013 fundó la productora Bravo Tango Zulu, en la que actualmente trabaja como director y productor. Sus clientes incluyen entre otros Vodafone, Unilever, BBVA, Coca-Cola, Telefónica, ING, Iberdrola, Honda, Canal +, BMW o el Gobierno de España, entre otros. (…) Como productor sus intereses se han decantado fundamentalmente por la ficción experimental y el video arte.
Es productor asociado en ‘Sueñan los Androides’ de Ion de Sosa y es productor de la película ‘Nuestra amiga la luna’, dirigida por Velasco Broca, estrenada en la 69º edición del Festival de cine de Locarno, en la 49ª edición del Festival Internacional de Sitges, en el SIFF, en el FICXLAB de Gijón, yha sido galardonada con el primer premio al mejor cortometraje en el Festival de Cine de Málaga, el Festival internacional de Buenos Aires, BAFICI”.
Le pregunto a Anel Nochebuena sobre Ignacio Martín, a quien ella ya conocía. Faltaba menos: se deshace en elogios. Y saca a colación una anécdota de Picasso. Tras una corrida, el gran pintor se acerca a un picador y le dice que estampará su firma en el sombrero.
Al tiempo de hacerlo, agrega unas palabras: “con este sombrero vas a sobrevivir todos los inviernos”. El hombre quizá no entendió el dicho de Picasso y se retiró sobre sus propios pies. Los años pasaron y el picador siguió viviendo en la honrada medianía.
Nunca vendió el sombrero. Seguramente sus hijos lo hicieron una vez que éste murió. Eso les habrá asegurado inviernos generosos y cálidos.

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Otro de las artistas que participaron en la exposición fue Miquel Navarro. Anel abunda: “Cuando lo conocí era uno de los artistas contemporáneos —yo diría: uno de los artistas modernos que viven en la contemporaneidad— más importantes de España. Fantástico. Es como si vieras a Diego Rivera, a Frida Kahlo, a ese tipo de artistas. Es un señor mayor”.
Mario Alberto Mejía (MAM): ¿Y a él cómo llegas? ¿Cuántos años tiene?
Anel Nochebuena (AN): Es muy mayor. Y cuando yo lo conocí estaba muy nerviosa.
MAM: ¿Ya habías visto su obra?
Anel Nochebuena: Claro que sí. Tiene un trabajo muy impresionante. Por ejemplo, una de las piezas más importante de Miquel Navarro está fuera del Museo Reina Sofía. Entonces yo estaba nerviosísima. Estaba en Bruselas. Me dio la mano y traía una castaña que se había caído de un árbol. Entonces me da la mano y me dice "me encanta México".
En ese momento me da la castañuela en la mano y me dice: "mira, una castaña. Se cayó del árbol en invierno". Y me empieza a explicar la historia de la castaña. No me habló de arte. No me dijo "a ver, ¿qué vamos a hacer en Puebla?".
Me explicó cómo la naturaleza tiraba este fruto maravilloso. “Guárdalo" . Me dijo. Me la dio en la mano y me la apretó. Como deseándome buena suerte. Entonces yo la puse en la bolsa y acto seguido me tomó del brazo, y caminamos por las calles de Bruselas hablando de lo que iba a hacer para la exposición en Puebla.
MAM: Es decir: fue un trabajo de seducción, de enamoramiento. ¿A uno por uno los fuiste convenciendo?
AN: A uno por uno. Al que ya había enamorado era a Ignacio. (Risas). Entonces todos cayeron. (Risas). Alberto Corazón, entre otros. Alberto Corazón es uno de los artistas más importantes de España. Es diseñador, y todos los logos que tú conoces de España son parte de su creación. Cuando lo conocí me encontré con un señor muy inteligente, muy metido en su papel.
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Pienso en el cadáver de Picasso cuidado por el policía en la Galería del Palacio. Es un Picasso tendido sobre una tabla blanca. Al final del día, cuando las luces se apagan, hay quien jura haberlo visto levantarse, sacudirse la polilla y caminar lentamente a lo largo y ancho de la galería. Uno a uno, se detiene en las piezas que conforman la exposición y hace comentarios en catalán, en francés, en español. De pronto, juran, suelta alguna exclamación.
Pero no me hagan caso. Son leyendas que corren en los ámbitos de la galería. Supercherías de parias. Historias de desocupados.

