Mesa Cuadrada 

Por: Gabriel Reyes Cardoso / @GabrielReyesCa3

Y por fin, casi todas, las que se animaron o las que se dejaron convencer, estarán en esa mitad de candidaturas que parecía imposible. Algunos y algunas no saben para qué y muchos y muchas ni siquiera intentan saberlo.

Lentos y lentas, sin entusiasmo vamos pasando de los criterios de incapacidad o escasa necesidad a los de… pues sí, ¿por qué no?, ¡a ver qué pasa!

Y eso es grave. Indica que aún no hay una total convicción de evitar la discriminación de género, a pesar que muchos sabemos es perjudicial porque no aporta nada a la unidad social, ni a la integración productiva ni a la eficiencia económica, menos a la concordia.

Lo que pasa es que le tenemos miedo a esa inclusión porque redistribuye las cargas de responsabilidad en la familia, en los negocios y ahora, en el ejercicio real del poder.

Esta elección será la primera en la cual la mitad de candidatos sean mujeres. Lástima, no todas serán elegidas. No es fácil. A muchas mujeres hubo que traerlas, a otras convencerlas y algunas presionarlas para que le entren. Pocas han llegado por decisión propia, firme y categórica, pero eso no será para siempre.

Todas, unas más otras menos, tendrán que construir un aprendizaje que les recuerde que, se diga lo que se diga, van solas y no es el machismo su enemigo principal, es el egoísmo y la envidia y el temor a perder lo que como varones se tenía en exclusiva.

Se nos olvida su experiencia. Dirigen a 2 de cada tres familias en este país. Inician en la educación a todos los niños y niñas sin excepción, están siempre con nosotros en la confusión, el dolor y la desesperación de la enfermedad y el fracaso. Soportan soledades e indiferencias y le entran, siempre, a las decisiones más difíciles y dolorosas en las familias. Defienden, diría la canción, con uñas y dientes, a sus hijos y su patrimonio, así sea una sola silla.

Si las mujeres ejercen estas responsabilidades a pesar de la ineficiencia en la aplicación de las leyes y los frecuentes abusos de poder y de la fuerza masculina, entonces debemos aprovechar las competencias que han desarrollado y eliminar las actuales diferencias entre hombres y mujeres. No es un problema de moral o de ética, es un asunto de conveniencia y mejor calidad de vida para todos.

Y en la política actual, pragmática e inconsistente, se necesita la disciplina de la verdad cotidiana, con la cual las mujeres sacan adelante a sus familias, su necedad y su obstinación para vencer obstáculos y también esos dones de fe y esperanza con las cuales se convierten en eficaces jefas de familia.

Los poblanos estamos en la probabilidad real de que, por primera vez, una mujer sea gobernadora. Esta elección nos toma, seguramente, con un nicho de oportunidades que a lo mejor no alcanzamos aún a entender y medir en su utilidad social, en su conveniencia económica y en su factibilidad política.

Y yo creo que esta circunstancia nos pone también frente al espejo de la inteligencia, no de la audacia. ¿Por qué pensar más, cuando se trata de elegir a una mujer?, ¿por qué tenemos que medir con mayores exigencias la participación femenina?, ¿por qué tenemos que evaluarlas de manera diferente, si todos los días, en todos los sentidos, los varones, dependemos de una decisión de mujer?.

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