El profesor, como piedra angular en la docencia, se enfrenta a retos y desafíos frente a grupo.
Plumas Ibero
Por: Rocío Barragán de la Parra
Es común considerar la Docencia Universitaria como una actividad complementaria a la profesión; el “encanto”, por llamarle de algún modo, de estar frente a grupo y compartir las experiencias obtenidas laboral y personalmente son una de las razones más recurrentes que expresan los candidatos a profesor; misma que resulta completamente válida pero no manifiesta la enorme responsabilidad que implica pararse frente a un grupo de estudiantes que esperan, mínimamente, aprender contenidos específicos de una asignatura.
El docente es la piedra angular de la mejora continua educativa, su papel es trascendente para que pueda suceder todo aquello expresado en un plan curricular que, en su planeación, ha sido alineado al desarrollo de competencias, perfiles de egreso, a la filosofía de determinada institución y a las demandas laborales y sociales.
La práctica educativa habitual suele ser anecdótica, relativamente planeada y con contenidos lúdicos, o por el contrario, altamente teorizantes. No siempre resulta consistente en su articulación pedagógica o didáctica lo que significa un reto cuando se habla de promover el desarrollo integral y humano de cada uno de los estudiantes.
En esta búsqueda, el docente o facilitador enfrenta varios desafíos:
- Comprender que no sólo es lo que enseña, sino cómo y para qué lo enseña. Lo que supone revisar los propósitos formativos de la materia más allá de su contenido temático. Algunos cuestionamientos que pueden ayudar a clarificar dichos fines son: ¿Los objetivos planeados responden a lo que cada estudiante puede alcanzar?, ¿se quedan cortos o, al contrario, demasiado ambiciosos para el momento de avance y capacidades que cada estudiante (de) muestra?
- Las relaciones interpersonales son un gran entramado que cohesiona o desarticula el aprendizaje; quienes consideran que impartir clases implica sólo abordar ciertos temas de una guía de estudio está desestimando uno de los elementos clave para generar y promover el aprendizaje: la red de comunicación y confianza entre el profesor-estudiante y entre el estudiante-estudiante. Un ambiente sano sostiene al grupo y genera fuertes vínculos para el desarrollo de las competencias genéricas y profesionales.
- Los recursos didácticos y las actividades formativas generales deben considerarse como medios de acompañamiento en el proceso formativo y no sólo como actividades extras a la clase. Su planeación y diseño tienen un alto grado de complejidad pues deben responder a la finalidad de su uso, es decir, ¿para qué se aplican? y ¿cómo se utilizan?; además deben ser diversos, atingentes y asertivos de modo que detonen en cada uno de los estudiantes su capacidad para aprender a aprender, por ello cualquier docente debe replantearse la pregunta ¿qué hace con lo que dice que sabe?

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Si bien las competencias educativas se van adquiriendo con el transcurrir del tiempo, es importante identificarlas y desarrollarlas de manera consciente, lo que permitirá una mejora continua en el ejercicio de esta labor.
Algunas de las capacidades más destacadas son:
- La capacidad para dar y recibir retroalimentación. Si la evaluación es un proceso vivo y continuo, significa estar dispuesto a compartir con los estudiantes sus aciertos y áreas de oportunidad en lo que aprenden y cómo lo aprenden; del mismo modo que el profesor desarrolle la capacidad para escuchar activamente los comentarios que los estudiantes pueden compartirle.
- Capacidad para desarrollar el metaconocimiento. Una retroalimentación congruente y efectiva promueve la capacidad de aprender a aprender; es decir, que cada persona se dé cuenta cómo aprende lo que aprende. Ello supone que el alumno es capaz de autogestionar sus aprendizajes y ponerlos en práctica de acuerdo con sus necesidades y contextos. Identifica la manera en que aprende, cómo y para qué; activando el ejercicio de sus conocimientos, habilidades y/o actitudes.
- Acompañamiento. Conocido también como “tutoría, mentoring o coucheo”; es una de las actividades docentes de mayor trascendencia; en ella subyace gran parte del legado que el profesor, en su rol de facilitador es capaz de lograr. Esta tarea supone asumirse como acompañante, reconocer que el ejemplo y su disposición al otro es clave en y para su desarrollo. Entraña un compromiso integral para contener y atestiguar la formación del estudiante con respeto, cuidado y amoroso compromiso.
- Alto autoconocimiento y comprensión de sí mismo. Para desempeñarse asertivamente de modo consciente, con manejo de sí e inteligencia emocional. Esta competencia resulta un desafío ante las diversas situaciones que supone trabajar con un grupo de personas, diversas e indivisibles entre sí; entendiendo además que se encuentran en un proceso formativo por lo que es necesario guardar una sana distancia que permita generar un vínculo valioso de aprendizaje y comunicación, pero a la vez ejercer una postura amorosamente firme.
- Actualización profesional. Un profesor es un estudiante toda la vida, debe prepararse no sólo en temas del arte de su disciplina, sino en el uso de medios y tecnologías, en pedagogía y didáctica y, por ende, en nuevas formas de aprender.
Estas son sólo algunas de las reflexiones que sobre el proceso de mejora continua puede suponer un profesor, tarea nada sencilla pero sumamente alentadora cuando se entiende que, como lo expresó Marian Wright Edelman: “La educación es para mejorar la vida de los demás y dejar el mundo mejor de cómo lo encontraste”.

