Figuraciones Mías

Por: Neftalí Coria / @neftalicoria 

Escribir lo vivido compromete la historia personal, con la nueva verdad que arroja la escritura desde sus resonantes laberintos y que muchos de los pequeños capítulos de nuestra vida, se tienen que sostener con los clavos de la ficción o de otro modo sería imposible conseguir el relato de lo que no se recupera, sino es bajo la luz única de las palabras. ¿Qué es una biografía, sino edificios que se construyen con ceniza? Piedras que se desmoronarían sin no se auxiliaran del zumo de la ficción. Nadie escribe la realidad y nadie que se precie de escribir –siendo sensato– buscaría narrarla, porque sabe que las palabras son organismos solubles a las aguas del tiempo que no se detiene ni en nuestros cuadernos. ¿Qué otra cosa se tiene sino el pasado para escribir? Lo recordado, nunca tendrá el mismo rostro en las palabras escritas. Los hechos suelen contarse desde puntos de vista distintos por aquellos que los vivieron y nunca coinciden al ser recordados, porque el tiempo los transforma y la memoria es como he dicho: un pez. Cuando dos personas que recuerdan un hecho, un objeto, o a otra persona, lo recordado por ambos siempre es distinto. Y cabe aquí preguntarse ¿Dónde estuvo la realidad? ¿Cómo repetirla, sino con las palabras que para cada quien suenan con distinto acento?

Lo que hemos vivido, en la mayoría de los casos, es uno de los motores que mueve a nuestra escritura –cualquiera que sea el género–, a erigirse como una esperanza de recuperación de nuestra existencia ida, porque vamos dejando la vida muchas veces sin huella y lo que logramos escribir, no son más que astillas de lo que fuimos y no importan ya, sino es para el vicio de la nostalgia.

Ahora reflexiono sobre el hecho de contar mi vida y escribir como si fuera una necesidad más para que aquellos que me lean, conozcan cómo fue que vi mi vida pasar y como fueron las cosas que recuerdo haber visto de mí. Y he descubierto que es un ejercicio que mucho ha ayudado a la escritura de mis novelas, sobre todo y de manera más evidente, mucho he recibido de este ejercicio que seguiré haciendo, aunque ya sin publicarlo en esta columna, sino que ahora queda en el trabajo silencioso de mis recuerdos y mi oficio. Seguiré escribiendo mis memorias, porque decidí hacerlo y estoy contento de hacer el recuento de lo que fui y no seré más. Y es que lo que ahora se escribe en mis memorias, mucho tiene que ver con los libros en los que viví en la lectura, los libros que he escrito y las circunstancias profundas en mi formación que requiere más paciencia y no el acelerado ritmo de la escritura semanal. Y siguen los pasajes que recuerdo con amor, pero también los otros que recuerdo como derrotas, fracasos, tristezas, etc.

Ahora en mi columna, vuelvo a la diversidad sobre otros asuntos, que también son mi biografía. Y vendrán capítulos en los que deberé narrar las cosas, los lugares y las personas, que por nada en la vida hubiera querido recordar, pero que están ululantes en la memoria como palpitaciones que no puedo omitir, aunque ha de saberse allí, lo que nadie ha dicho de cada uno de tales sucesos. Será una autobiografía sincera, escrita con el cuidado y la investigación suficiente de los recuerdos, pero sin temer a la ficción que siempre ha sido mi aliada.

Debo agradecer, los muchos amistosos comentarios que me hicieron mis lectores y las muchas muestras de alegría, que también me dieron los cercanos y personas que creo que me quieren, y eso en mucho basta para no desistir de esta aventura de mi carne y mi escasa memoria. Y es que mucho he visto, mucho he querido guardar de la vida mía que me gustó haber vivido, porque quizás allí, están los mejores motivos para que la nostalgia tenga sentido y sea un motivo más para escribir y seguir fiel al oficio que he labrado, fuera de muchas tentaciones extraliterarias que me parecen sumamente pobres. Lo que para mí importa siempre, es escribir un libro y verlo madurar bajo la sombra de la paciencia, hasta que el libro se levante, alce la voz y nos lleve a entregar un fruto maduro a los ojos de los demás y no escribir “libritos” para ganar premios y pobres prestigios. Y vaya que escribir puede dar los medios para vivir, aunque muchos se jacten despreciando a la escritura como algo inútil que dejaría morir de hambre al que se atreva a entregar su vida a la escritura de “cuentecitos” como decía un historiadorcito que se burlaba de la literatura y arremetía contra esa bola de seres holgazanes “que hacen versitos”. Y es que los mismos escritores (los que buscan premios) denigran el oficio, señalando, que el oficio de escritor, en este país, ni es bien visto, ni da para comer. Y mejor se regresan a trabajar en todo y en cualquier cosa, menos en su obra que sí publican y que a todas luces puede verse que son obras precipitadas que circulan como si de verdad esa fuera la gran literatura, obras que las editoriales vendedoras suben a pedestales publicitarios en la inmediatez.

Pero ahora que escribo las memorias como agua fría, descubro que personajes, espacios, acontecimientos, objetos, manías, costumbres, sueños, obsesiones y demás trastos que en mis novelas existen, mucho tienen que ver conmigo, pero de un modo extraño no son míos.

Es la nostalgia por los pequeños paraísos que perdí, que escribo mi vida. Es por ese vulgar vicio de la nostalgia y la añoranza, que decidí contar mi vida para que puedan pasar a sus pasillos, como si fuera una de las tantas casas construida con las cenizas de los recuerdos y antes que se caigan solas, al menos alguien más –por nostalgia– las visite. Gracias. º

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