Traspatio
Por: Luis Pavón / @pavonlui
En la peor cárcel del país, el CERESO “Venustiano Carranza” en Tepic, viven dos mil 300 personas, más sus visitas; hombres, mujeres y niños se acomodan donde más les agrade en un espacio para 960 presos.
Mis ojos se agrandaron cuando crucé la puerta de seguridad, no daba crédito a lo que veía y había en ese patio gigante, donde una explanada techada te protege del sol, donde lo primero que aprecias son restaurantes, tiendas y puestos ambulantes.
Hombres, mujeres y niños conviven y se acomodan donde más les agrade. Cada quien viste como quiere. Apenas estaba dando instrucciones a mis compañeros camarógrafos cuando aparecieron los músicos del lugar. Uno de los varios grupos musicales.
Para donde voltees hay gente, viven dos mil 300 personas más sus visitas. Es “un pueblito”, me dijo el director del lugar.
Un espacio donde se esconde un mundo aparte, donde se encuentra el lado oscuro de un gobierno que utilizó el espacio para castigar a quien no accedía a sus deseos, para ocultar a sicarios que entraban y salían a cumplir con los mandatos del hombre que sembró el terror en el estado, que era el fiscal, el encargado de procurar la justicia.
Se trata de la peor cárcel del país, según la calificación 4.3 de la CNDH. El Cereso “Venustiano Carranza” ubicado en Tepic, Nayarit, tiene todo menos reinserción social.
Hace tres semanas pude entrar a dicho lugar para hacer una crónica sobre la vida en dicha prisión. No era la primera cárcel que visitaba para hacer un reportaje; sin embargo, estar en la considerada la peor prisión no era cualquier cosa. El lugar impone.
La vida empieza a las nueve de la mañana y termina a las cinco de la tarde, pero en esas ocho horas se desarrolla una vida “cotidiana” donde hombres y mujeres conviven todos los días con sus familiares, parejas, hijos o amigos.

Lo primero que se ve al entrar al reclusorio de Tepic, en el área de gobierno, cerca de las oficinas del personal que ahí labora, son reos con chalecos verdes y rojos. Quienes portan el de color verde son los internos clasificados de mínima peligrosidad.
Los del chaleco rojo no son reos peligrosos pero no tienen toda la confianza de las autoridades penitenciarias; no obstante, su función es localizar a internos que son requeridos por las autoridades o tienen visita.
A un costado de esa parte, que es el primer filtro de acceso se encuentran las celdas con los presos que padecen adicciones.
Como en cualquier parte de dicha prisión, los alimentos se toman dónde y cómo se puede.
Una vez que se pasa ese primer filtro de seguridad, se accede al patio central, donde se desarrolla la vida, donde hay tiendas, incluido un “Oxso”, un corredor gastronómico conformado por 17 “restaurantes” que venden todo tipo de alimentos, que manejan armas punzocortantes como cuchillos; una peluquería que cobra a 10 pesos el corte de pelo.
Los internos que atienden los establecimientos oficiales reciben un salario de la dirección del Cereso.
“El que está trabajando con la dirección tiene acceso a pedir fiado. De hecho, yo no acostumbro, por lo mismo, para evitarme problemas. A veces ya no puede pagar uno y se mete uno en problemillas”, me contó uno de los internos.
Quienes venden comida obtienen su mercancía a través de sus familiares.
La mayoría de los locales de comida de la cárcel están concesionados a los presos que pagaron a los reos que tenían el control del penal.
El titular del sistema penitenciario de Nayarit señala que el autogobierno era dirigido por el ex director del penal.
“Había un autogobierno dirigido por él. Él a su vez dirigido por el inquilino más distinguido que tenemos en la ciudad de Nueva York, el ex fiscal Veytia. Esto era un brazo de su cártel. Cuatro días después de que tomó posesión hay una revuelta contra todas las personas identificadas, aquí se les llama fiscaliano, todas las personas identificadas con la Fiscalía fueron señaladas por la población. Era la población cansada de todos esos abusos de que habían sido objeto. Buscaron venganza y no justicia”, me dijo Jorge Benito Rodríguez, director de Prevención y Reinserción Social de Nayarit.
En el autogobierno todo se cobraba, por la comida que proporciona el Cereso debían pagar 15 pesos semanales, según documentó en 2015 la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
“Dormir en el suelo tenía un costo. Dormir en una cama te costaba, 10 mil pesos la cama y pagabas una renta semanal, si no tenías para pagar los 10 mil pesos, dormías en el suelo y eso te costaba 50 pesos. Por trabajar, pagabas”.
El reclusorio de Tepic tiene una capacidad para 960 presos, actualmente hay dos mil 300. Es decir, una sobre población de 120%.
“No está muy sobrepoblado, está tranquilo, no como en otras ocasiones que he estado aquí, ha estado peor. Ahorita dormimos ocho, hay momentos que hay hasta 13 o 15... ¿Cómo se acomodan cuando son muchos? Ahí se busca espacio abajo, en las cuevas y los que no caben aquí salen al pasillo a dormir”, me narró uno de los internos mientras en lo alto de su dormitorio cosía cinturones.
En otra parte de la peor cárcel del país, uno se encuentra con la zona de lavaderos. Quienes dan su ropa a lavar pagan a dos pesos la pieza.
También hay un taller mecánico donde los presos arreglan gratuitamente las unidades del penal. Según el director, también pueden componer autos particulares para que se ganen un dinero.
El informe 2016 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) establece que el Centro de Readaptación Social de Nayarit carece de todo para la reinserción social.

El documento indica que el autogobierno lleva años con el control del Cereso, que no existe un reglamento, que tienen deficiencias para imponer sanciones disciplinarias. Se realizan actividades ilícitas, que es tráfico de drogas. Prevalecen las extorsiones y sobornos y que además no había supervisión del titular al funcionamiento del centro.
El actual director de Prevención y Readaptación Social de Nayarit admite que son la peor cárcel país, pero que las cosas empiezan a cambiar. Que empezó por tomar el control y que ahora manda la autoridad.
Presumió que el ingreso de drogas aún existe pero ya disminuyó. Y que poco a poco se irán dando más cambios.
— No tenemos la edificación. No tenemos la infraestructura. No tenemos el personal, ni el personal tiene los salarios que nos marca la media.
—¿Eso no les preocupa como gobierno?
— No nos preocupa, estamos asustados. Ahorita tenemos unas mejoras en camino, se está buscando la edificación de un nuevo Cereso que nos permita tener la separación constitucional que ha sido una violación permanente desde la creación del estado de Nayarit, de que no existe la separación de procesados con sentenciados. No existe, sintetizó Jorge Benito Rodríguez, director de Prevención y Reinserción Social de Nayarit.
¿El cambio incluirá proceder contra los responsables que hicieron y deshicieron? ¿Qué dejaron en el abandono el sistema penitenciario y lo usaron para sembrar el terror en la entidad? Veremos.
