Encrucijada

Por: Luis Antonio Godina / [email protected]

“Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil”, escribió el poeta Javier Sicilia sobre los asesinos de su hijo.

La cita viene a cuento porque en Jalisco, Javier Salomón Aceves, de 25 años de edad, Marco Ávalos, de 20 años, y Daniel Díaz, también de 20 años, estudiantes de cine en la Universidad de Medios Audiovisuales, desaparecieron en el municipio de Tonalá cuando regresaban de la filmación de un cortometraje, y fueron asesinados y diluidos en ácido.

Uno de sus asesinos fue QBA, quien confesó haber colaborado en la desaparición de los jóvenes.

¿Qué pasa por la cabeza de alguien cuando por tres mil pesos decide colaborar en este crimen atroz?

¿Qué nos está pasando como sociedad?

¿Qué castigo merece alguien que comete un crimen como este?

En medio de las campañas electorales, lo ocurrido con los estudiantes de cine acaparó la atención ciudadana y resultaron insuficientes los espacios para demostrar la indignación, el estupor, la sorpresa.

Los fiscales del estado de Jalisco, donde ocurrieron los hechos, explicaron que los jóvenes fueron secuestrados por el Cártel Jalisco Nueva Generación, porque los confundieron con integrantes de un grupo rival.

Los jóvenes regresaban en un auto cuando fueron interceptados por seis individuos fuertemente armados que se identificaron como personal de la fiscalía y se los llevaron.

El comando en realidad era parte del Cártel Jalisco Nueva Generación, y asesinó a golpes a uno de los estudiantes, los otros dos fueron ejecutados después de torturarlos, los tres cadáveres fueron llevados a una tercera ubicación donde presumiblemente fueron disueltos en ácido sulfúrico.

La fiscalía encontró 46 bidones, algunos con restos de ácido, halló material biológico y manchas de sangre que permitieron hacer pruebas genéticas que concluyeron que era el ADN de dos de los estudiantes.

Lo ocurrido con los alumnos de cine en Jalisco  nos obliga a preguntarnos qué estamos haciendo como sociedad y hacia dónde vamos.

Hoy, cualquier llamado a la cordura, a la tranquilidad, a impedir la división de los mexicanos, a no fomentar el odio, parece inútil, pero debemos insistir en eso, en construir un país en donde haya respeto para todos.

Nuestros líderes deben llevarnos por ese camino, el de la concordia.

Ignoremos los llamados a la división y a la confrontación.

Intentemos, siempre, tener un país mejor, no nos cuesta nada.

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