El instituto, a través de un modelo educativo autónomo, ha cambiado la vida de niños y jóvenes de México y centroamérica durante 52 años ayudándoles a conseguir sus propios sueños

Por: Ilse Contreras

Desde hace 52 años, el Instituto Poblano de Readaptación (Ipoderac) ha cambiado la vida de niños y jóvenes de México y Centroamérica en situación de abandono o violencia, pues a través de un modelo educativo autónomo les otorgan las oportunidades y herramientas para el desarrollo de valores y habilidades a fin de que puedan alcanzar sus sueños basados en su propio esfuerzo.

Ipoderac nació por una iniciativa de un grupo de mujeres –María Elena Landa Abrego, María Elena Calderón de Gómez y Consuelo Compeán–, quienes después de haber trabajado de forma voluntaria con reos de la correccional de Atlixco –que habían sufrido abandono–, decidieron edificar un hogar como una alternativa de apoyo para niños y jóvenes que viven exclusión social.

En 1966 eso fue posible, cuando después de haber obtenido la tutoría de 12 niños reos, iniciaron con una casa que atendía a 12 menores de edad, principalmente en situación de calle.

Ahora, el instituto atiende a 67 niños y jóvenes de cinco hasta 21 años de edad en el albergue que se ubica en el kilómetro 25 de la carretera federal Puebla-Atlixco –tienen cabida para hasta 72 infantes–.

Ipoderac: formación de niños y jóvenes

Claudia Ruiz de Lozano, presidenta del Consejo Directivo, llegó al Ipoderac hace 10 años, cuando su esposo, Xavier Lozano Torres –actual secretario– la invitó a participar en la rifa que se hace cada año para conseguir los recursos para los niños que atienden.

En exclusiva para 24 Horas Puebla, Ruiz de Lozano indicó que en el terreno donde se ubica el instituto construyeron seis casas, en cada una viven 12 infantes con un educador que es psicólogo, sociólogo, y pedagogo y quien los acompaña en su formación durante el día.

Mencionó que los niños y jóvenes que atienden se encuentran en situación de vulnerabilidad, que han sufrido abuso sexual, que han roto sus lazos parentales –ya sea por situación económica, política o de violencia–, pues existen familias que tienen vínculos con el crimen organizado.

“Nosotros no sólo nos preocupamos en darles casa, vestido y sustento, nosotros los acompañamos, trabajamos con ellos, nuestra institución es de puertas abiertas, puedes ir cualquier día a cualquier hora”, destacó.

Ruiz de Lozano detalló que los menores que llegan al Ipoderac son canalizados por una institución y, la mayoría viene del Sistema Estatal DIF de Puebla, así como Atlixco, Cholula y de estados como Tlaxcala, Querétaro e, incluso, han recibido niños migrantes de Guatemala y Honduras.

Dijo que al llegar al instituto se les hace un perfil de ingreso, pues el albergue atiende únicamente a niños y jóvenes que viven algún tipo de exclusión social, pero la clave al estar ahí “es que él (el menor de edad) quiera estar, que él quiera transformar su vida, sino no se puede”.

“Aquí hay procesos, habrá niños que en dos años estén bien, habrá niños que estén nueve años con nosotros, va a depender mucho de las circunstancias de cada uno (…) Si  desertan no puedes hacer nada, la institución es a puertas abiertas”, apuntó.

¿Cómo es un día normal en el Ipoderac?

–Los niños se levantan a las cinco y media de la mañana, tienden su cama, se bañan, desayunan, limpian. Tenemos un minibús que lleva a los niños que van a la escuela al centro de Atlixco y los que van a la colonia de junto, caminando, luego los recogen a la hora de salida; llegan, se cambian, comen, lavan su uniforme, hacen su tarea y luego tienen horas de juegos o salen a su taller.

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