La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
Umberto Eco decía que la superstición atrae a la mala suerte. Es una paradoja, un sin sentido, pero yo creo que es así.
Jamás me he hecho leer las cartas ni confío en la gente que dice que tiene poderes para descifrar el futuro en el fondo de una taza de café. El café, pienso, es un ente vivo que muere calcinado cuando lo hervimos cruelmente en una olla, y las grietas y las estrías que se dibujan en una taza al voltearla son simples patrones que obra la gravedad, no tanto el azar ni alguna fuerza extraña.
Una vez acompañé a una ex suegra con su bruja particular. La bruja, que más bien parecía madrota, le leyó el tarot y luego le dio unos yerbajos que tenía que pasar por el cuerpo ebrio del ser amado para que ese ser amado la volviera a amar. Yo me quedé absorta ante la bruja que fumaba y fumaba sus Delicados sin filtro, mientras mi ex suegra anotaba en su libretita todos los pasos a seguir que le daba la bruja. En esa ocasión, lo recuerdo bien, la ex suegra le llevó una fotografía de la amante de su marido para que la bruja le hiciera un trabajo que consistía en meter la foto de la pécora en un vasito de Gerber lleno de líquidos nada agradables a la vista, una mezcla de grenetina, sal y mierda, creo. El caso es que antes de salir de la sesión, la bruja se ofreció a realizarme una limpia con huevo y pirul. Yo me dejé hacer y cuando terminó de atizarme con las varas, rompió el huevo y vertió su contenido en un vaso con agua.
A continuación me acerqué a mirar el vaso y ella me explicó que, según, yo estaba rodeada de mucha gente envidiosa. Asentí, siempre he tenido arañas cerca, dije. Luego señaló con su dedo artrítico una parte del vaso en donde la clara del huevo formaba estalactitas irregulares que culminaban con una burbuja turbia y francamente nauseabunda. Entonces dijo: cuídate niña, porque acá veo un próximo aborto. No pude más que voltear a ver la cara de mi ex suegra quien, en pleno júbilo por haber encerrado a la puta de su marido en un tarro de Gerber con mierda y miel, salió de su arrobo místico y se me quedó mirando con cara de: “tú amarras a mi muchacho y yo te encierro en un frasco de Gerber como este”. Pero como en verdad la señora y yo nos profesábamos una gran confianza, saliendo de la consulta con la bruja le aseguré que jamás podría quedar embarazada de su hijo porque su hijo jamás, ni en sus calenturas más legendarias, se había atrevido a faltarme al respeto (ajá). Obviamente la suegra no me creyó, pero lo que sí creyó es que yo no era ninguna tonta como para arriesgarme a caer en sus manos y mucho menos en los trabajitos de su bruja.
E insisto que la superstición atrae la propia mala suerte porque al paso de los meses, y por más que la suegra iba y venía con la bruja-madrota, su marido jamás abandonó a su amante, sino todo lo contrario. El ruco se soltó el pelo aún más y al rato ya traía a otras dos “chancludas” (así les decía mi ex suegra a las putas de su marido).
Yo por eso no creo en la adivinación ni en las limpias ni en ningún método metafísico para hacer que tu marido deje de ser un rabo verde, y considero que las únicas rutas eficaces para no sufrir por un don Juan de cinco pesos son: o abandonarlo o hacerse bien, pero bien pendeja.
