La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia
¿Cuándo dejamos de ser amantes?, se preguntan muchas parejas que han unido sus vidas, no sólo en matrimonio sino en una aparente y desparpajada unión libre.
¿Qué tiene la cama conyugal que aniquila?
La respuesta es sencilla: se vuelve el templo sagrado de la familia. El lecho matrimonial recibe noche a noche las quejas, los malentendidos, las inconformidades y las malas vibras que se acumulan durante el día. Quizás por eso el 90% de las parejas buscan amantes. No tanto porque otra persona los satisfaga y los llene, más bien por salirse de ese rectángulo abullonado de tensión constante. También porque el o la amante no pregunta de más, no reclama, no arremete, no trae encima el peso de años de convivencia y desgaste. El amante no es al que se ama, sino el que no te fastidia. Un desconocido o una desconocida que sólo se da.
En la cama de los amantes no se decantan frustraciones ni se condensan agravios.
Muchas veces me he preguntado cómo se le hace para mantener a los amantes que fuimos antes de casarnos. Es complicado. La esposa se vuelve un ser sacralizado, y lo venerado, dicen, se vuelve intocable. ¿Cómo regresar a las palabras sucias, al arrebato que nos lleva encima de un mueble? ¡Cómo, si hay niños y hay que contener el grito!
Hablo sin pudor y sin vergüenza. Como esposa me he vuelto monótona y aburrida. Y quien no haya caído en ese bache, que comparta el secreto.
He conocido a parejas de todo tipo, la mayoría con problemas de codependencia. ¿Cómo se puede llegar a la cama con ganas de poseer un cuerpo que te ha herido, que te ha neurotizado por años?
En la serie Big Little Lies, Nicole Kidman comparte con su pareja una patología que se agrava con el tiempo: su marido y ella sólo se excitan cuando hay violencia. La bella Kidman, a quien casi ningún hombre le diría que no, sufre en silencio por esa desviación que no puede controlar ni yendo a terapia. Sin embargo, son muy pocas las parejas que pueden llegar a la cama ardiendo de deseo después de pasar un día jodido lleno de ruido y gritos, de humillaciones y bajezas.
¿Se puede recuperar la pasión?
Sólo encuentro una manera: salirse de la casa. Abandonar el lecho conyugal y hacerse de un o una amante. Eso lo piensan todos y por eso en algún momento crítico de nuestras vidas caemos en las garras del adulterio, que es excitante por clandestino, pero que requiere una estricta metodología en el arte de hacer puestas en escena. Tener un amante complica por completo la vida por la logística que se requiere para el engaño. Si eres mal mentiroso, el amasiato te traerá más estrés que placer. Por eso creo que la mejor manera de hacerte de un amante es cambiar el orden de los factores, es decir, sacar a tu esposo o a tu esposa del templo del decoro y llevártelo a un motel, ya que algo tienen esas camas maltrechas que jamás tendrán las camas nupciales, y no es otra cosa que las delicias de lo pecaminoso. Estar en donde otros han estado cinco minutos antes, o incluso donde tu pareja ha ido a ponerte los cuernos con otra o con otro, parece una práctica sórdida, pero créanme, funciona. Nadie sabe el contenido de la olla más que la pala mueve el caldo, por eso mismo puede ser que la enfermedad sea, en el fondo, el mejor remedio.
