La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
Dicen que cada quien habla conforme le va en la vida, sin embargo, en esa misma vida hay tres verdades irrefutables: 1) la madre de uno es la mujer que nos tuvo en la panza (certeza que nunca se llega a tener con el padre). 2) La vida es ese corto o largo trecho que nos precipita a la muerte. 3) las suegras son un dolor de…. muelas.
A lo largo de mi carrera amorosa he tenido sólo dos suegras: la madre de mi primer novio formal que, sin miedo a equivocarme, fue una de las mujeres que más me marcaron en la vida porque era todo aquello que yo quería ser cuando fuera madre de un adolescente necio y sabelotodo. Y la madre de mi primer marido: que fue como una segunda madre que me amó y me respetó sinceramente hasta el día que mi matrimonio terminó. Luego de ese duro pasaje, le salió lo suegra. Antes no.
Quienes la conocieron, dicen que la madre de mi actual pareja era una señora encantadora. No lo dudo. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que todas las madres de varones son encantadoras hasta que llega una hembrita a robarles el amor y la atención de sus vástagos.
Como verán he tenido suerte. Las suegras de mi vida no han sido una molestia. Pero la mayoría de las amigas dicen que sus suegras son una pesadillas, pues de esos sacrosantos vientres nacieron sus hijoeputas maridos. Edipos de buró que a cualquier edad van a chillar al seno materno, y ese seno los recoge y los alcahuetea como si los engendros estuvieran mal nutridos.
¡Cuántas historias no he escuchado sobre las suegras!
Casi todas han terminado mal.
Y no hablo sólo de las madres del hombre. También las mamis de las señoras son una tortura más sádica que pegarle a Dios.
Supongo que en la historia de la humanidad, muchos de los desatinos y los distanciamientos y los crímenes entre parejas se oxigenan de una raíz única y decrépita: la suegra.
Pero, ¿cuál es el problemón de estas señoras? Fácil: que todas, sin excepción, se sienten de la realeza o quieren para sus hijos o sus hijas a un miembro de esa casta divina, lo que en el terreno de la realidad es una insensatez, un sueño de opio.
Ahora bien; imaginemos que en verdad nuestra suegra fuera una marquesa o una duquesa o una condesa o alguna ruca odiosa con un rancio título mobiliario.
Ahora imaginemos algo peor: que la suegra haya sido reina.
Ahora algo terrorífico: que esa reina haya sido no sólo despojada de su bebé, sino que también haya sido despojada de su puesto de reina.
Ahora algo escalofriante: que la que le haya dado baje en su amor filial sea una pelandruja de sangre rojo carmín, que además en su torvo pasado fue edecán de cigarros cuando vivía la vida loca en México y… ¡ajúa!
Imaginemos el dolor de madre. ¡La humillación, el desamparo!
Pues eso mismo le ha pasado a doña Sofía de Grecia y Dinamarca, (o ex reina consorte de España).
No sabemos bien a bien cuál es el atorón que se traiga con la reina Letizia, su nuera, pero en el video que anda circulando por las redes -en el que se percibe un claro desencuentro entre ambas- doña Sofía se ve completamente (y usted disculpará la palabrota), completamente cagada con las actitudes beligerantes y francamente vulgares de la nuera.
En la escena se distingue cómo la tierna abuela quiere hacerse la foto con sus nietas, pero la señora Letizia lo impide a toda costa, dejándole a los paparazzis tan sólo la instantánea de su bolso Chanel rosita y la cara de palo de su suegro y marido.
Para no especular más, me he dado a la tarea de interpretar las palabras que se propinaron los borbones en tan bochornoso momento.
Doña Sofía: Leonorita, Sofi: anden con la abuela que nos van a tomar la foto.
Princesa Leonor (busca la mirada de aprobación de Letizia, su madre): pero abuela, tenemos mil fotos juntas.
Doña Sofía: ¡cállate, niña! Tú posa.
Letizia: a ver, señora, ¡que le den por culo! Deje en paz a mis hijas y váyase a hacer la foto con su marido, sus elefantes y sus furcias.
Doña Sofía: Felipe, ¿escucháis cómo me ha hablado esta guarra? Te dije que la dejaras vomitando en casa, coño.
Felipe: Mamá, no hagáis olas. Hablamos luego, ¿vale? Ahora suelta a Leonor porque, si no, al rato no voy a aguantar a esta histérica
Rey Juan Carlos: ¿qué pasa ahí? Felipe: calma a tu fiera.
Doña Sofía: a mí me importa un bledo lo que diga esta plebeya, yo quiero hacerme la foto con mis nietas.
Letizia (acercándose tanto a doña Sofía que le despeina el tocado): ya le dije que si quiere buenas fotos, mejor se meta al móvil del rabo verde de su marido, vieja metiche.
Leonora: suéltame, abuela, que me enterráis las uñas.
Felipe: Letizia, puedes dejar de hacer papelones en público. ¿No tomaste tu pastilla esta mañana?
Letizia: Claro, ahora sales a defender a esta bruja. Sois un blandengue con chupeta.
Doña Sofía: te lo dije, Felipe… esta tipeja un día pondría en riesgo la corona.
Letizia: pues le guste o no, ahora usted no es más que la reina… de las cornadas.
Doña Sofía: ¡ya come, Letizia!, que no te está llegando el litio a la cabeza de tanta arcada que dais en los servicios de los restaurantes a los que te escapas.
Letizia: y usted, señora, vaya a cuidarle la bragueta a su marido y las manitas al ladrón de su yerno… estáis de coña.
