Mesa Cuadrada
Por: Gabriel Reyes Cardoso / @GabrielReyesCa3

Busco en muchos  lados, múltiples opiniones, reconocidas o no y todas dicen lo mismo: la corrupción es inherente a la sociedad.

He dicho en anteriores ocasiones que la corrupción es propia de la calidad de la vida comprometida con los intereses.  Ganar, ganar, es el principio básico de la conducta humana y por ello, en la competencia obligada, la búsqueda de caminos cortos, fáciles y seguros conlleva a la corrupción que por lo visto es humana al 100 por ciento.

Difícil desaparecerla si es propia del ser humano y por lo mismo atributo de la sociedad.

Cada vez que se hable de corrupción, en el sentido que sea, en el momento que sea, entraremos a un callejón sin salida.

En esta campaña electoral, sea usted del partido que sea y aunque no tenga, la corrupción está en su mente, quizá en su coraje y en su impotencia para erradicarla, aunque para la mayoría de electores está en su incapacidad de aprovecharla y beneficiarse.

Las campañas son, o deben ser, una oportunidad para pensar y reconstruir toda la vida individual y colectiva.  Cambiarla total o parcialmente; dejarla como está o unirse a su rutina, así como está, es la mejor oportunidad y valor de una campaña electoral.  Así lo hagamos por gusto o por coraje.

En este ejercicio lo ideal sería hacerlo con una visión amplia y de largo alcance, pero, nuestra situación personal o de grupo, lo impide. Siempre aplicaremos un sesgo: el del estado de ánimo. De un lado “mal, pero vendiendo” como dicen en mi pueblo para referirse que ahí vamos, sin tantas broncas, o del otro lado, enojados por las graves realidades de exclusión que nos sacuden y violentan.

Los políticos acostumbran a motivarnos por el lado del enojo. Es más fácil para ellos manipular nuestras esperanzas.

Honestidad es el requisito para todos.

Ver lo que es, no lo que alguien quiere que veamos.

También lo que se necesita tener para poder ser uno quien manipule a los demás.

Pero, esto se da poco, muy poco en los políticos profesionales, menos cuando buscan ganar una elección.

Ahora que todos prometen, deliberadamente o no, crean falsas ilusiones sobre el futuro de la nación y sobre el bienestar de todas y cada una de las familias…

Crear ilusiones es la chamba de los candidatos.

Dejarse o no manipular debería ser la de los electores.  Pero no todos lo entendemos. La mayoría terminamos por sucumbir a la seducción y de eso abusan los políticos.

El que tenga oídos que oiga… el que tenga ojos… que vea… esa debe ser la conseja colectiva.

Pero todo es al revés. La desconfianza en los partidos políticos, la insatisfacción con el sistema, aumentan lo encabronados, que de por sí, ya estamos, por todos los faltantes ya venimos  acumulando y lo peor, dicen los sabios de periódico, por las indispensables prisas por revertir todo esto, surge la búsqueda de mesías todopoderosos que puedan hacerlo.  Y los hay, nos hablan bonito, nos encabronan más y ya está: “todo va a cambiar radicalmente” .

Y seguimos esperando que así sea.   Mal de muchos, consuelo de tontos, dice la sabiduría popular.

Y esos muchos, en realidad, somos muchos más de los que imaginamos.  Por eso en estos días, cuando Luis Almagro, secretario general de la OEA, nos recordó que la corrupción es una enfermedad hereditaria, autoimnune de cualquier sistema político, que no reconoce fronteras de ningún tipo, que no se le puede acabar, quizá solo acorralar, pensé en nuestros candidatos presidenciales. Uno en especial que dice que, si lo hace usted presidente, la corrupción desaparecerá.

Lo más factible es que Peje diga que ese señor, es también de la mafia del poder del PRIAN.

La corrupción, dijo ese señor, es tan vieja que es parte de todos los sistemas sociales y de gobierno y que escándalos de corrupción ocurren en todo el continente….Lo dicho Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos, es de la mafia del poder…

Y a lo mejor ese señor tiene razón.  Todo lo que hagamos contra la corrupción será un fracaso.

Mejor viajemos con ella, todos los días.

 

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