Encrucijada

Por: Luis Antonio Godina / [email protected]

Las campañas electorales son los espacios que tenemos los ciudadanos para conocer y desmenuzar propuestas, para debatir, para que las ideas se multipliquen.

Sin embargo, hoy, lo que vemos es que las campañas se han convertido en espacios para la confrontación, y no para fomentar el debate y la unidad de los mexicanos.

La confrontación divide y polariza, y eso no sirve a nadie.

Y lo que ocurre entre los empresarios y el candidato Andrés Manuel López Obrador preocupa.

Los empresarios decidieron publicar un desplegado para responder al candidato que los había calificado de traficantes de influencias, antidemocráticos, corruptos.

Ahí, el Consejo Mexicano de Negocios calificó como injurias y calumnias los dichos del aspirante presidencial y condenó que un candidato a la Presidencia de la República recurra a ataques personales y descalificaciones infundadas.

“Es preocupante que alguien que aspira a ser presidente de México denoste a quienes no comparten sus ideas”, refirió.

El director de Cinépolis, Alejandro Ramírez Magaña, en entrevista dijo: “Los empresarios tenemos un punto de vista legítimo, un modelo de país que queremos proteger, un modelo de economía abierta, con instituciones sólidas, con democracia, con una economía de mercado y que propicie el crecimiento y el empleo para tener un México más incluyente”.

Rogerio Azcárraga, de Radio Fórmula, aseguró que es falso que los empresarios estén presionando para que el candidato del PRI a la Presidencia de la República, José Antonio Meade, decline a favor del panista Ricardo Anaya.

Una confrontación de este tipo no se veía desde el presidente Luis Echeverría, como lo recuerda Carlos Arriola en un texto de 1979 publicado en Nexos.

“El programa echeverrista no fue aceptado por los empresarios nacionales, uno de los pilares básicos del dicho proyecto. Las causas del rechazo no pueden atribuirse únicamente a la ceguera o la falta de nacionalismo de éstos. También es necesario tomar en cuenta los cambios ocurridos en la economía mundial y sus repercusiones en el país, principalmente el proceso de internacionalización de la economía que tiene lugar en la década pasada.

“El rechazo al proyecto gubernamental desembocó en una serie de enfrentamientos verbales y campañas de prensa que deterioraron gravemente la imagen del Estado y de los propios empresarios. El primero vio su autoridad desafiada por un grupo social; más tarde, la devaluación y las innumerables campañas de rumores socavaron la confianza de la población, principalmente urbana, en el Estado y en el futuro del país. Los empresarios, por su parte, aceptaron el enfrentamiento, promovieron una intensa campaña de difusión y participación activa de sus agremiados en la vida política local, regional y nacional, y llegaron a movilizar a instituciones y grupos sociales muy amplios y variados. Al dejar de invertir y trasladar capital al exterior, se mostraron notablemente eficaces para frenar al Estado, pero también esto les produjo efectos negativos, porque reforzó los argumentos de quienes los acusaban de falta de solidaridad y de patriotismo.

“En suma, los contendientes salieron muy mal librados de un conflicto en que ninguna de las partes podía derrotar a la otra en todos los frentes”.

Esa confrontación no ayudó a México, y revivirla hoy sólo pueden ser malas noticias.

Los ciudadanos queremos buenas noticias, aún hay tiempo para que lleguen.

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