Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria
Para Rafa Cortés
Crecí oyendo la radio y más tarde supe de la existencia de la televisión. En mi pueblo había a lo mucho, tres aparatos en todo el pueblo y en casas imposibles de entrar a verla. Ya he contado de las centellas de la luz azul en la ventana de una de esas casas que me provocaba una curiosidad sistemática. Conocí la televisión hasta mi llegada a la ciudad que sucedió en 1970, pero la radio era un foro central para aquellos niños que fuimos alrededor del Majestic azul marino de cuatro pilas Rayovac. Allí aparecía la radionovela del invencible Kalimán. En los juegos, reproducíamos al Hombre increíble y nuestros movimientos en la lucha contra el mal, eran como los veíamos al escuchar la historia narrada por Luis Manuel Pelayo. Repartíamos los personajes de la historia y los juegos tomaban sentido, siendo Kalimán, Solín, Mr. X, Karma, etc. En nuestros juegos, nos vestíamos como Kalimán como si de verdad lo hubiéramos visto en persona. Conocíamos a Kalimán de vista porque lo escuchábamos en la Radio.
Las radionovelas –que es la narrativa auditiva– construyen visiones de la historia escuchada con una fuerza que logra llegar a volver memorables las imágenes. La radio es un espacio efectivo para que pueda vivir la narrativa y sin duda, este vehículo de comunicación que no ha perdido vigencia, posee formas idóneas para que las historias narradas, puedan llegar a los escuchas–lectores, porque la imaginación auspiciada por el oído, es sumamente fértil y “lo que se oye” multiplica las imágenes y las interpretaciones. Y de manera natural, –en la intimidad– vuelve la imágenes visuales y revive la historia con una fuerza mayor. Y qué decir de la televisión que tal vez tenga la misma potencia para estos fines a los que me refiero.
Por estos días, me he acercado a la radio y a la televisión y hablo de libros, obras y autores. Comento su importancia y reflexiono sobre las razones por las que hoy deberían leerse. Es una aventura con el grupo Radiotele que puede tener frutos interesantes y de alcances que por ahora no imaginamos. En los pocos programas que hasta hoy he asistido, he visto respuestas sorprendentes. En mis páginas de Facebook he recibido numerosas sugerencias de autores, libros, obras, artistas de los que quisieran que hable, por supuesto, son personas que me escuchan o me ven cada miércoles y cada viernes por la mañana. Pero ahí no queda lo que pienso que puede dar el radio y la televisión a la literatura, a los escritores. Pienso que promover libros y autores, hablar de ellos y hacer que la gente logre conocerlos, puede volverse como algo significativo para quien escucha en la radio o mira en la televisión. Y quizás estos medios de comunicación puedan ser una alternativa para que el libro sea más valorado ahora que se ha vuelto un objeto que se compra, pero no se lee; lo que me hace pensar que la lectura de libros es lo que necesita prestigiarse más ante las nuevas generaciones a los que parece no hacerles falta ya el libro y sus significados que temo, los olviden.
Imagino que la lectura de un poema en la radio y en la televisión cada día, y bajo una muy buena selección, alguien guardará algo o mucho de lo que los poemas (los grandes poemas) contienen. Habrá poco a poco una información entre los radioescuchas y los televidentes y sabrán quiénes son los poetas nuestros, cuáles son las obras que nos pertenecen como patrimonio y que deberíamos conocer para valorar más nuestra patria y los territorios que tienen que ver con esa pertenencia de la belleza que también es nuestro patrimonio. Y con los cuentos, con fragmentos de novela y una puntual reseña de aquello que se lee, el conocimiento de la literatura –no hay duda– crecerá y va a provocar la cercanía al libro como objeto de uso.
Mientras yo pueda acudir a promover lo que leo y me gusta, iré a la radio y a la tele, porque creo que es necesario que el libro tenga presencia en la vida de los que sólo ven televisión y a los que sólo les acompaña la radio. Es importante que poco a poco puedan ver que las palabras sirven para mucho más que para callarse o hacer ruidos utilitarios y emocionales. Que las palabras también son para contar historias arrebatadoras y con el arte que una historia necesita para pervivir. Deben saber que las palabras son el instrumento del canto de la poesía y nos pueden dar consuelo, alegría y pueden ser conocimiento, sabiduría. Deben saber que la poesía, la literatura en general, son patrimonio de todos y tenemos derecho a saber cuál es nuestra riqueza.
Nada se pierde con imaginar y producir programas radiofónicos y televisivos de manera ordinaria, en los que la literatura y la poesía tengan sitio y pueda ser atractivo escucharlos y verlos como se escuchan y ven otros programas.
Mis recuerdos me dicen que la poesía de los grandes poetas, de los verdaderos poetas, también puede estar en la Radio y en la TV como una compañía y que las obras escritas por los escritores grandes de nuestra lengua, pueden llegar a ser parte de la vida cotidiana de todos. Y estoy seguro que habrá aquellos que –como yo no olvidé Kalimán– nunca olviden los versos de Octavio Paz, Sabines, Alí Chumacero, Efraín Huerta, etc., etc.
La poesía, también hace feliz a los que la escuchan y a los que la ven en la intimidad, en los momentos que puede verse el fondo del río de la vida.
