La Loca de la Familia 

Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia 

Hace un año visité por primera vez La Habana, y entre todo lo que hay que ver, beber, fumar y comer, me causó especial asombro darme cuenta que, donde hay diez cubanos, en realidad hay tres cubanos. Y no es que el cubano desafíe a la ciencia, pero sí desafía (y mucho) las leyes de la acústica.

¿Cómo es esto posible?

Me explico.

Es un poco lo que sucede con los italianos, o en nuestro país con los alvaradeños o los tabasqueños.

El chismorreo es tan candente como los sones montunos o como un buen baile de columbia o yambú (en Cuba). O en Sicilia es casi un trámite burocrático chutarse el grito sincopado del padrino de la fiesta antes de castigar la baldosa a la hora de la Tarantela. Y en Alvarado los parroquianos que se juntan a echar cheve después de trabajar (o trabajando, es igual) sienten la necesidad impetuosa de que su “vete a la verga” se escuche más alto que el “caraeverga” del compadre para ser reconocido como el único y legítimo macho alfa de la tribu. O cuando en tabasco las señoras que van al mercado son consideradas mejores clientas por ir en corro a pedir un frasco de chile “mashito” o una penca de plátano y se escuchan como si fueran una legión de currutacas. O  quizás sólo simplemente estos especímenes están súper dotados de cuerdas vocales que vibran tan  intensamente que ya las quisieran dos pianos Petrof ensamblados de la cola.

Sabrá Dios.

Lo que me queda claro es que, al menos a los cubanos y a los jarochos, los delatan sus maravillosos orígenes africanos. La negritud bullanguera y el lamento sertanejo.

Yo que llevo años conviviendo con bailarines guineanos y senegaleses sé que no me debo tomar personal a la hora en la que, con un extraño francés malinké, murmuran que nosotras, las blanquillas (yo no) blandengues pococulo nos sabemos escuchar ni a nuestro cuerpo porque simplemente hablamos con sordina. Acto seguido, los dos o tres negrazos sueltan estridentes risotadas que llenan el lugar y más allá, infundiendo un temor que no se parece nada al amor que la gente jura que uno puede llegar a sentir por un negro en leggins.

Por eso si usted tiene un amigo cubano (o africano) , cuídelo, porque en realidad tiene tres amigos. Y en asuntos de territorio no aplica eso del “menos es más”.

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