La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora / @RomansanchezZ
En unos minutos llegaría a comer el diputado, en unos minutos los estudiantes, verían por fin, a un verdadero personaje de la política, al hombre del que leían en los medios de comunicación, el profesor se veía un tanto nervioso, pues pensaba que sería el ridículo ante los alumnos que no llegara su invitado.
-pero el pago la cuenta, claro que debe llegar- se decía una y otra vez.
Por fin, el personaje llegó, saludo a todos los alumnos, se veía con la investidura y sonrisa que da el poder y la tranquilidad económica que se refleja en los auxiliares y en las ropas de todos ante un grupo de jóvenes que iban con su uniforme, pues era para ellos más fácil que acudir con otra vestimenta.
Algunos de los alumnos jamás habían pisado un restaurante y eso los emocionaba, algunos no se atrevían a pedir pues no querían contraer una deuda que no podrían pagar, pues hasta les habían enviado un autobús para llevarlos a la capital.
El profesor Jesús y el diputado Candelario habían sido amigos de una comunidad lejana por la zona de las cumbres nevadas del distrito.
-Un día, tuve que partir, así como Jesús de casa, con una bolsa llena de ilusiones, mi pasaje de ida y en la otra maleta solo una muda de ropa- le dijo y abrazo al profesor…los alumnos aplaudieron.
-Pero, un día tuve que tomar decisiones…- Y contó una historia de esfuerzo, de logros que los alumnos aplaudieron y se sintieron inspirados…
-Mi Candelario, vaya que hasta yo he salido motivado- el diputado lo tomo del brazo, le agradeció, le dijo –mi hermano, cuando gustes búscame y ya platicaremos, muchas son las tardes que me llega la nostalgia, por eso acepte esta invitación- dijo y se disponía a retirarse pues ya su secretario lo apuraba pues tenía la comida anual con el sindicato de la Unión Obrera Universal que tenía su cede en la capital de aquel país. Candelario era el invitado de honor pues era el ahijado del líder, el cual se molestaba si no acudía su diputado favorito.
-Seguro un día serás ministro, o mejor aún primer ministro- le dijo Jesús y Candelario le agradeció.
Las carreras políticas que son para muchos jóvenes aspiracionales, ese niño podre, que se enfrenta al éxito y el reconocimiento de las tribunas, es lo que motiva a muchos a seguir a tomar decisiones.
El actor muchas veces, ni menciona lo que vivó, de lo que se privó, pues el objetivo es lo que importa y no es el medio ni los costos, siempre y cuando se logre ese objetivo, según se aprende en El príncipe de Maquiavelo, además hay que ser un buen monarca y tomar alguna forma o estilo de gobierno para sostener ese principado.
Seguir las estrategias que relata el arte de la guerra, de Tzun Su, para poder administrar inclusive las ambiciones personales y buscar por medio de estrategias hasta sociales convencer a la gente que uno representa el cambio tan anhelado y prometido por generaciones, que uno mismo es ese Tlatoani, ese ser mítico y esperado que se observa en el laberinto de la soledad de Octavio paz y no importa que ese mismo llegue a ser un Ogro filantrópico, dentro de su ejercicio de poder, dentro de su sueño de poder ilimitado.
El sabio consejo llega, pero no importa pues todo al poderoso le es perdonado todo mientras no se revele contra los dioses superiores, Sócrates entonces es parte de la historia de esta postmodernidad sin pilares solidos de la ideología, que Bauman y Lipovetsky analizan y hacen pensarnos lejanos a Platón y esa Grecia de los sueños, de los ideales, de una Atlántida que se busca real, pero así como Macondo, no se fue revelada ni por Homero ni por García Márquez.
Y para equilibrar, un día, salen hasta los consejos de Sancho Panza gobernador de Barataria, dónde el anhelo del auxiliar político se vuelve realidad y Cervantes, es el ícono de una letra que mucho se habla de ella pero que la soledad en la gente hace que no se lea. O quizá recordarse en las imágenes de Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz… y sentirse parte importante del momento, pues solo es el momento, lo demás… no importa…
Candelario subió a su camioneta, último modelo, en la parte trasera, en la parte blindada, el regalo de su líder nacional al tomar por tercera vez un espacio en el parlamento nacional, se recargó en el cristal, mientras su secretario le leía la agenda como heraldo de la época medioeval mientras el hombre cansado solo veía al horizonte y tocaba el anillo de oro en su dedo.
El joven Candelario, el joven que había llegado de un pueblo, el que vivía en la bodega y estudiaba en las tardes y que los fines de semana era el mesero consentido del líder sindical, un día le llamo y le dijo -vaya que eres igualito, y se puso a llorar-, Candelario no sabía que decir que hacer…
Dos meses después lo llamo nuevamente el líder sindical –mira muchacho, yo me iré al nacional, mi líder me ha llamado para sustituir a su compadre Memo el grande, el secretario de organización, era su cercano y no deseo dejarte en el desamparo, el otro día, me gano el sentimiento contigo y no deseo que pienses mal, pero yo tuve un hijo hace muchos y eres la misma estampa que él, desde que te vi y por eso ha sido mi intensión ayudarte, como si fuera una manda divina… yo te voy a ayudar, solo no te pierdas-.
Candelario, cuando se fue el líder, dejo de verlo, y el nuevo encargado le hizo ver su suerte, al poco tiempo estaba como encargado de una tienda a dos cuadras de ese sindicato… -Y… ¿qué habría pasado si yo hubiera buscado al líder?- Se decía una y otra vez hasta que el suspiro esfumaba ese sueño, o llegaba algún cliente.
Una mañana abrió la tienda como siempre muy temprano, las señoras esperaban por su pan, el líder del estado, llego a los pocos minutos, -Candelario, por favor no le digas al jefe lo que ocurrió hace dos años, por favor, yo sabré pagarte el favor-.
En la tarde, el nuevo líder nacional no llego, pero si llego la lista de los candidatos a concejales y allí estaba el nombre del nuevo ahijado político de la revolución… Candelario Cruz…
