La Mirada Crítica 
Por: Román Sánchez Zamora / @RomansanchezZ 

-Yo seré como esas mujeres que salen en la red, pues solo graban videos y ganan millones, sus temas son diversos pero son hechos por ellas mismas, la simpleza es lo que le da seguidores- le dijo Rosa Isela a su amiga, mientras las dos veían las nuevas computadoras en el centro comercial.

-Quizá nunca debí desear ser alguien como ellas, yo no sirvo para ello, se decía mientras sollozaba mientras la sabían a la ambulancia-

-¿Pero qué pena debe pagar una chica para tener tales sufrimientos, si ella lo único que deseaba era hacer videos y dar consejos por medio de la red?- dijo la madre de la amiga de Rosa Isela al saber de su sufrimiento.

Como salida de una película de Tom Tykwer, donde salen diferentes escenarios, diferentes acciones, todo confluye de manera perfecta pues todos de un punto inicial concluirán uniéndose en un punto final (corre Lola, corre).

Así como una película donde François Girard también hace confluir por medio de un violín rojo, junta todas las historias de pena, amor, muerte, anhelos de vida hacen que hacen sentir un mundo vaciándose, vertiéndose en un embudo donde todos son iguales a pesar del tiempo, espacio y de los intereses; por ello, siempre existirá el poder, el ansía del dinero y del reconocimiento -el cual prevalece en el tiempo- es lo que muchos buscan como el ánimo más soñado, trascender después de la muerte.

¿Cómo seguir nuestros sueños cuando nadie nos ha dicho cuál es el sueño que tenemos como país y cómo poder conjugar el mío como parte de ese todo?

La sensación de los excluidos, ahora es una parte de donde todo es excluido del todo y solo una pequeña parte pertenece a ese pequeño círculo que lo tiene todo y que tiene muchos candados para pertenecer pero también para sacar a alguien, por más malo que sea, solo basta realizar una llamada de auxilio y entonces todos como parte de ese clan lo rescatan, y los protegen.

Los códigos de conducta no pueden ser dados a conocer a la gente, son códigos que se viven en lo  secreto, donde el propio Mario Puzo, lo dice “que nadie fuera de la familia sepa lo que piensas” pues saber lo que se piensa es saber parte de esos códigos y podría replicarse en otros clanes.

La comunidad e identidad entonces se encuentran en la vorágine de una niña o de un joven y se comienza a definir la personalidad donde todo se pone como el deseo de compra, el deseo de la vida nocturna, el deseo de ser amado, aceptado y hasta deseado, el deseo de ser como el chico que lo tiene todo, no importa que haya sido parte de una herencia pues no le hace falta familia si le sobran las fiestas.

El concepto de comunidad de pertenecer a algo, a un entorno y definir el carácter, mientras que la identidad yo la podre elegir, se podría moldear de acuerdo a mis figuras institucionales que se admiran y se ponen como ideales a mediano plazo (Bauman, 2018).

La lucha de una niña por ser parte de un clan, el cual es mágico y todos desean ser como ellos pero que nadie dice el secreto del tan anhelado sincretismo por entablar la pobreza y la riqueza, las dos caras en un sólo sueño y todo proyecto se supone que siempre debe resultar exitoso, porque así lo han prometido.

Rosa Isela fue con Diana -su amiga- a un centro comercial, solo tenían las computadoras comunitarias de la escuela y ellas deseaban tener la propia, el sueño de toda adolescente, pues los videos expuestos en las redes sociales aseguraban otros niveles de vida y hasta ellas decían: -con esto ya podría ayudar a mis padres y ellos ya no tendrían de que preocuparse, les compraría una casa y mi papa ya no andaría de malas en las noches-.

Una tanda y un crédito a 48 meses, fue el motivo de que el día de su cumpleaños su mamá le regalará su tan anhelada computadora… ¡sus sueños, sus anhelos se harían realidad!

En la semana Rosa Isela, tuvo que llevar la computadora a la escuela pues uno de sus amigos le pondría todos los programas para grabar y editar los soñados videos, por su puesto ella, no cabía de felicidad.

Un grito en el camión, le hizo sentir que su mundo se terminaba -¡todo, bolsas, celulares y todo dénselo a mi cuate o aquí los enfrío!-.

Ella no pudo con la mala sorpresa y abrazo con todas sus fuerzas su mochila, les suplico que por favor que no se llevaran sus cosas, los hombres golpearon a Isela hasta desfigurar su rostro y al ver que sus brazos cedían ante la mirada indiferente de los pasajeros al murmullo “…pobre niña no valía la pena arriesgar su vida por una mochila”.

Al día siguiente, los noticiarios decían “un asalto le cuesta a una chica de 15 años ser golpeada por no dar su mochila”… la gente olvido cuando el concejal Pablo Campos decía ante la inseguridad en el transporte público: “Pues que les pueden robar en una camión, solo unos cuantos pesos”.

Todos los del grupo en el poder en ese instante se preparaban para el informe del ministro y nadie atendió a la llamada de auxilio que alguien hizo desde el camión, debido a que lo importante era estar bien con el primer ministro, el cual casi ni es taba en aquella ciudad, pues se la pasaba en la capital en la sede de su partido buscando un espacio en el supremo consejo.

Nadie se percató que aquel día no sólo se llevaron una computadora sino que también ese día aquellos hombres le arrebataron una mochila cargada de sueños, anhelos de toda una generación pues sus compañeros, todos, desde ese día se sintieron inseguros y jamás sus vidas volverían a ser las mismas al ver la maldad de unos hombres por complacer su instinto de robo, supieron erróneamente que lo socialmente aceptado es lo correcto y que más vale pagar una cuota para estar en ese espacio de excepción que esconde el poder y que elimina sueños…

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