La Mirada Crítica
Por: Román Sanchez Zamora / @RomansanchezZ
Emanuel y Salvador continuaron por horas platicando en aquel jardín. Quién pensaría que esa convención de aficionados a las motocicletas fuera el motivo para que dos amigos se encontraran; hablaron de sus vidas, sueños, de lo que hicieron juntos, rieron mucho esa tarde…
—¡Y que harás mañana?
—Iré con mi familia a la capital, han salido unos nuevos modelos de motos y deseo ver si puedo encontrar algo que me agrade —Salvador miró hacia la barranca a la cual daba el Centro de Convenciones y suspiró.— Recuerdas cómo hablábamos de qué haríamos si pudiéramos volar.
—Sí, eso sucedía en la primaria; tantos amigos, tantos sueños, tanta gente, a muchos ya no los he visto— dijo Emanuel.
—Esa mañana del quinto grado cambio mi vida, cuando contamos historias, pues supe lo que iba a hacer de grande y comencé a buscar mi sueño; del señor que nos visitó no recuerdo su nombre, pero me puso a pensar— señaló Salvador contemplando a los peñascos.
—Jineth contó en ese instante una historia que aún recuerdo…
I
—Papá, la noche me da miedo
—Mientras esa estrella fugaz te alumbre y tú estés en tu cama, el fantasma estará dormido.
—¡Hay algo atrás de ti… papá!—
—Después del miedo que nos dio esa historia, luego se levantó Paola y allí supe que no debí abandonar mi sueño de continuar en la otra escuela, cuantos amigos perdí y que no he vuelto a ver —dijo Emanuel y añadió. — Paola, con ese don de la oratoria que tenía, dijo muy segura...
II
Había una vez un elefante, su amiga era una ballena; el elefante soñaba con ver y conocer a un extraterrestre, pero la ballena le dijo que no existían; con el tiempo fue olvidando aquel sueño. Un día, paseando cerca de una playa, la ballena lo vio, pudo ver al extraterrestre y hasta entonces reflexionó lo importante que es no quitarle la ilusión a sus amigos…
—Sí, luego Juan Pablo escribió otra historia que me hizo reflexionar sobre mi mascota y me sentí culpable muchos días, pues a la mía no le dejé su desayuno como mi mamá me dijo, sólo era bajar su plato de la mesa; por mucho tiempo le pedí perdón
—Buen perro —dijo Salvador, en su cartera aún guardaba ese cuento:
III
A Edgar le regalaron un perro sus papás en su cumpleaños, a los pocos días dejó de cuidarlo; un día lluvioso el perro escapó del patio para protegerse en otro lugar; al ser la visión muy corta, un coche atropelló al perro. Edgar lo vio, lo levantó, lo llevó al veterinario; a los pocos días Fili, como le había puesto, murió… hasta entonces se dio cuenta que un perro no es un juguete, son seres vivos que uno debe tener la responsabilidad para cuidarlos…
—Vaya que ha pasado el tiempo. Jineth es una gran doctora, supe de ella la vez pasada cuando fui al hospital y vi su nombre; vaya, creo que hubiera pasado a saludarle, pero supuse que estaría ocupada; Paola, una gran abogada, ha salido en televisión defendiendo el derecho de las mujeres y creo que un día será concejal —dijo Emanuel.
—A Juan Pablo lo vi en el aeropuerto hace poco, es un ingeniero y se iba a Alemania por un premio a la innovación, o algo así me comentó; me dio su número, pero me dice que viaja por todo el mundo, ya le llamaremos y nos volveremos a ver… —suspiro Salvador, tomó su chaleco y se despidió de su gran amigo de la primaria, al año siguiente volverían a coincidir en el mismo lugar, se prometieron, y así sucedió…
¿En cuánto se valora el presente? ¿A los amigos presentes? ¿A los parientes presentes? ¿En realidad nos han enseñado a disfrutar el presente o nos enseña el aparato ideológico a vivir y extrañar pasados?
Estos tres cuentos insertos (I, II y III) fueron producto de un taller que se llevó a cabo en una escuela con niños de 11 años, de quinto grado, y que hoy se exponen para demostrar que los niños desean, tienen el sueño de participar y cambiar las cosas en su entorno, en nuestro país.
Si algunos argumentan que el niño es indiferente a la lectura, lea este cuento donde hay tres microcuentos insertos; eso quiere decir que el niño está dispuesto a crear y que no se debe juzgar si antes intentar.
Esto es parte de todo un proyecto de creación que tienen los niños, con algunas limitantes, pero que se debe potencializar. Hoy los presento como parte de este espacio, para que ellos mismos vean que sí se puede, que se motiven a seguir, que con la cooperación de todos nuestro mundo cambia. Y si puedo cambiar, puedo cambiar el mundo…
Hoy se debe valorar la pedagogía situada, a la pedagogía emancipadora, a la visión desde lo local para hacer cambios desde dentro hacia afuera respetando la antropología social natural, del mexicano.
Gracias a todos los niños que participaron y a los aquí mencionados quienes por protección de su dato personal únicamente se cita su nombre de pila: Jineth, Juan Pablo y Paola.
