Luego de llegar tarde a su cita con medios, ganarle a un “ataque de tos” y advertir a la prensa que no le traten mal, enlista sus viajes por Europa y Asia.
Por: Mario Galeana
“¡La leche, la leche!”, manotea Miguel Barbosa entre gritos estertóreos, porque lleva más de una semana enfermo y, ahora, aunque la rueda de prensa ya ha iniciado y los reporteros aguardan las profundas revelaciones que prometió dar a conocer respecto al patrimonio de sus rivales, un absceso de flemas le ha cerrado nuevamente la garganta.
“¡La leche! ¡Aunque sea café con leche!”, dice y se revuelve en su silla. Alguien le acerca una botella de agua, pero la rechaza. Luego tose. “¡Qué bárbaros!”, regaña a su equipo. Los reporteros son toda una carcajada: “¡Ya fueron a ordeñar a la vaca!”, grita una.
Ha llegado tarde a la conferencia prevista por la mañana, amodorrado y con la cara hinchada, pero, para él, la premura en los demás no está a discusión. Tras más estertores, una mano le alcanza, al fin, un vaso de leche y él sonríe, complacido, tras dar un trago.
Aunque la sonrisa dura poco, porque minutos después, cuando la prensa le pregunta por los viajes que realizó en 2015, en los cuales supuestamente gastó 1.6 millones de pesos –casi su salario anual como senador–, su cara termina convertida en una mueca agria.
“¡Es falsa (la información), ¿de acuerdo? No insistas porque es falsa, ¿de acuerdo? Ya lo dije: ¡es falsa!, ¿de acuerdo? Ya te estoy contestando. ¡Es falso, es falso! No soy principiante para que me provoques”, le reclama a una reportera que insiste en preguntarle si los estados de cuenta son o no suyos.

Barbosa acompaña el desplante, la bravura de sus respuestas, con el dedo índice alzado. El gesto recuerda un poco al padre que regaña a su chiquillo por alguna travesura, y eso quizá diga algo de la personalidad del candidato de la alianza Morena-PT-PES al gobierno de Puebla: que supone que la prensa merece ser regañada.
Antes de acceder a las preguntas, Barbosa ya ha lanzado una advertencia: “Cuando veo este trato que me están dando, yo recuerdo cómo trataron a Moreno Valle en el 2010. Y les digo: no se vuelvan a equivocar, (porque) voy a ser gobernador”.
Luego, quizá porque ha notado que sus palabras se han convertido en un filo, en una esquirla que muchos podrían interpretar como una amenaza a la prensa, matiza mientras ve de lado a lado, como para hacer un paneo de cada uno de los rostros de los reporteros: “No les hablo a todos, (sólo) a los que publicaron lo que parecían inserciones pagadas el día de ayer ¿sí? Créanme que no me altero. Vivo tranquilo y estoy disfrutando mucho este momento. Mucho”.
Luego se pone amoroso: “Entonces yo me siento muy bien, no reprocho nada. Y si les doy la de ocho otra vez, les diría que los quiero mucho. Los quiero mucho. Y vamos a seguir tratándonos a todo dar”.
Alguien insiste en preguntarle sobre los viajes, no sobre sus gastos, y entonces se sincera:
“Fueron dos viajes a Cuba. Un viaje a París cuando fui a darle el pésame al presidente del Senado por el atentado en contra (sic) del terrorismo al pueblo francés. Cuando me recibió el Santo Papa, en un viaje de Estado que hice a Gran Bretaña, siendo el segundo en la comitiva oficial, como jefe de un poder público mexicano”.
Y la lista sigue: “Cuando fui por invitación de la presidenta coreana; de los emperadores japoneses que me recibieron; del presidente chino-filipino. Y después, cuando fui inmediatamente a Francia a un viaje de Estado, también como segundo de la comitiva”.
A sus costados, Gabriel Biestro (presidente estatal de Morena) y Claudia Rivera (candidata a la capital) lo han mirado de reojo insistentemente, como si desearan que la larga lista de destinos terminara de una vez.
Pero todo este itinerario por Europa y Asia no es, para Barbosa, ningún lujo. Lujo sería, por ejemplo, ir a Las Vegas. “Yo nunca he sido un hombre de ostentaciones. No he ido a Las Vegas, porque esa vida para mí no es necesaria”, dice, micrófono en mano, y el Apple Watch en su muñeca refulge en silencio.
