La Quinta Columna 
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

No deja de ser curioso que tanto López Obrador como sus adictos empiecen hablar de judicializar las elecciones en Puebla y Veracruz en caso de eventuales derrotas de MORENA.

Bastó que el diario Reforma publicara una encuesta que favorece a Martha Érika Alonso —pese al mañoso manejo editorial de los números— para que iniciaran los ladridos.

Muy lejos del “sonríe, vamos a ganar” —y muy cerca del “bufa, vamos a perder”—, los lopezobradoristas perdieron el optimismo e iniciaron la ronda de las lamentaciones.

Las dudas matan:

¿No que la cobertura al cien por ciento de las casillas era suficiente para evitar irregularidades?

¿No que con la afluencia masiva a las urnas bastaba para evitar la tentación de un fraude?

¿No que las encuestas patito de Miguel Barbosa le daban una ventaja de quince puntos?

Queda claro que no.

Cuando alguien empieza a vislumbrar una posible derrota la siguiente palabra en su vocabulario es “judicialización”.

Que López Obrador vaya a ganar la elección presidencial es indudable.

Por eso no debería recurrir a la citada ronda de las lamentaciones antes de tiempo.

Su dualidad esquizofrénica lo colocará en un escenario inédito el dos de julio, pues al tiempo de reconocer la legalidad del proceso donde tenga  triunfos descalificará las elecciones donde siembre derrotas.

En el año 2000, Vicente Fox ganó las elecciones el mismo día que en Puebla su partido pedía los comicios por el Senado.

Una vez que Ana Teresa Aranda empezó a descalificar el proceso y a anunciar que lo impugnaría, desde México llegó la señal en contrario:

“No hagan nada. Ya ganamos. Se va a ver muy mal que Fox diga que las elecciones fueron legales en una parte y que fueron ilegales en otra parte”.

Los mariachis callaron y la vida siguió su curso.

El problema aquí es que el de la trompeta y el de la tambora ya empezaron a desentonar.

Ese tema apareció la noche del miércoles en el programa Tercer Grado.

Varios de los analistas coincidieron en que sería ridículo que López Obrador vaya a caer en la tentación de admitir la legalidad en una parte del país y la ilegalidad en  la otra parte.

Sería esquizofrénica.

Cantar la judicialización es la antesala de la ronda de las lamentaciones.

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