La Quinta Columna 
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Miguel Barbosa se despertó a las tres y media de la mañana. Desde su habitación en el Crowne Plaza ordenó un buñuelo y café. Su esposa Rosario le dijo que le pidiera un té de manzanilla. El termómetro marcaba 8 grados.

—¿Estás nervioso?

—Más que nada intranquilo. Quisiera estar viendo cómo se mueven las brigadas.

En una casa de La Vista, Enrique Doger dormía plácidamente cuando sonó el celular. Eran las 4:45 de la mañana.

—¿Qué pasó, maestro Casique?

—Señor, ya van a dar las cinco. Quedamos de ir a correr.

—¿Dónde estás?

—Afuera de su casa, compañero.

A las seis de la mañana se despertó Martha Erika Alonso en su casa de Las Fuentes y se enfundó en unos pants. Salió a correr desaforadamente. No quería pensar en la elección. Sólo tenía oídos para un disco de Adele. Varios vecinos que también corrían la saludaron y le desearon la mejor de las suertes.

En otro punto de la ciudad, Michel Chaín hacía bicicleta. Poco a poco la ciudad empezaba a despertar. Las luces de la madrugada daban paso a las luces de la mañana.

Barbosa se concentró en unas oficinas ubicadas en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla. Antes pasó al antiguo Camino Real y desayunó unas conchas y un chocolate espumoso. Gabriel Biestro, dirigente estatal de Morena en la entidad, jugaba con una pelotita anti-estrés.

—¿Cómo dormiste, candidato?

—Estoy despierto desde las tres de la mañana. Y eso que me dormí a la una. Ya quiero que se acabe este día.

—Sonríe —le dijo Biestro—. Vamos a ganar.

Barbosa no dijo nada.

Luego le preguntó a su líder por Manzanilla, Armenta y Nancy de la Sierra.

—Quedé de verlos más tarde.

—¿Sabes que nunca pude confiar en ellos?

—¿No?

—Siempre me dieron mala espina. De hecho sólo confío en mi esposa y en ti. Tengo la impresión de que estoy rodeado de traidores.

—Tranquilo, mi líder. Ya que te pase el estrés verás las cosas de otra manera. Sonríe, vamos a ganar.

Doger llegó al PRI de la Diagonal vestido con una camisa roja con el logo del PRI y se sentó en los escalones. Casique se sentó a su lado.

—¿Cómo ves las cosas, camarada?

—Tranquilas. Hicimos lo que pudimos frente a un fenómeno llamado López Obrador. Espero que a nuestro voto duro se sume el voto de los universitarios y de los indecisos.

Martha Erika llegó al Presidente Intercontinental y revisó los preparativos de la celebración. Con ella iba Sandra Izcoatl. Una trompeta anunciaba los ensayos. Al grupo se unió Max Cortázar.

—¿Cómo te sientes, candidata?

—Tranquila. Confiada. Dormí muy bien. ¿Qué sabes de Barbosa?

—Su gente me dice que se acostó a la una y que despertó a las tres. Durmió dos horas. Pobre cabrón. Además desconfía de todo mundo. Sólo cree en su mujer y en Biestro.

—¿Es cierto que tuvo una recaída ayer por la noche?

—Se sintió mal, pero no lo hospitalizaron. Él no quiso. Se bajó de la camilla.

—¿En serio, Max?

—En serio, candidata.

La primera encuesta trajo resultados que no gustaron nada en el búnker de Barbosa.

—¡Esta encuesta está cuchareada! ¿Cómo de que voy debajo de Martha Erika por siete puntos? Quiero ver mis encuestas. Las que estoy pagando.

—En esas vas arriba, mi líder —le dijo Biestro.

—¡Y también por siete puntos! A éstas sí les creo.

—Sonríe, vamos a ganar —remató Biestro.

Enrique Doger checó la segunda encuesta de la tarde a eso de la una y media.

—Pues al final sí se volvió una elección de tercios. ¡Vamos casi en empate técnico con Barbosa!

A las tres de la tarde le llegó la encuesta casi definitiva a Martha Erika Alonso. La diferencia había subido a nueve puntos.

—A este paso ya ganamos —dijo dubitativa.

Las casillas se cerraron y en redes sociales los tres candidatos cantaron sus triunfos. A nivel nacional López Obrador empezaba a celebrar su victoria. Un salón del Presidente Intercontinental quedó listo para la celebración.

—Me dicen que Barbosa está por salir a cantar su triunfo —dijo Max Cortázar.

—¿Cuál triunfo si ganamos nosotros? —dijo Alonso.

Media hora después, con sus encuestas pagadas en la mano, Barbosa dijo en el zócalo de la ciudad que Morena había arrasado en todo el país y en Puebla. Y se declaró gobernador electo.

—Hay que esperar las encuestas de las ocho de la noche. Después de eso celebraremos —pidió la candidata Alonso a su equipo más cercano.

Éstas llegaron y cayeron como chapuzón en el cuartel de Barbosa, quien salió a decir que se estaba cocinando el fraude y que judicializarían la elección.

Doger dio una rueda de prensa para reconocer los resultados.

Chaín se burló de Barbosa en un encuentro con reporteros y dijo que no sabía perder.

Finalmente, Martha Erika Alonso convocó a sus contendientes a sumar esfuerzos en beneficio del estado. En las pantallas de televisión se veía la imagen del próximo presidente de la República, quien encabezaba un mitin en el zócalo de la ciudad de México.

Barbosa y Biestro anunciaron que se pondrían en huelga de hambre en demanda de que se limpiaran los resultados.

El Comandante Corona y la Casa de la Cultura

En Huauchinango, tras la segunda toma de instalaciones culturales en treintaiún años, hay una tensa calma.

El párroco José Corona va de aquí para allá manoteando, poniendo condiciones y excomulgando a sus críticos.

En 1987 excomulgó a la profesora Pilar Jiménez de Giorgana.

Hoy anda con su agua bendita en un frasco con gotero por si se le aparece algún diablo comecuras.

Tras la repudiada toma de la Casa de la Cultura de Huauchinango, el domingo pasado, el ilegal acto pasó de lo religioso a lo terrenal.

Este martes, el comandante Corona fue llamado a la Secretaría de Gobernación federal por el subsecretario de Asuntos Religiosos.

Larga fue la audiencia.

Este miércoles, el comandante fue convocado a la Secretaría General de Gobierno, en Puebla, para buscarle una salida al fenómeno cristero.

(“Viba Crizto Rey”, rezaba una cartulina dibujada por un fanático).

El acuerdo es claro y transparente: los rijosos tendrán que dejar el inmueble en manos de la Secretaría General de Gobierno en espera de la resolución federal, que si marcha de acuerdo con la Constitución señalará que el Clero no tiene propiedades y que éstas pertenecen a la Federación.

Hoy por hoy, la Casa de la Cultura se mantendrá resguardada por funcionarios estatales, mientras el comandante Corona arma su próxima jugada.

La idea de jubilarse como obispo emérito le quita el sueño.

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