La Quinta Columna 
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Se acabó la función.

Hubo demasiados payasos en el circo.

Los tres grandes fueron dos: López Obrador.

Quienes pelearon persistente, obsesivamente, por el segundo lugar pasarán a la historia reciente de este país como aquellos que quisieron pero no pudieron.

No podía ser de otra manera.

En viejas columnas que parecen nuevas escribí que Anaya y Meade merecen perder porque no hicieron nada por ganar.

Del segundo lugar nadie se acuerda.

Su destino inmediato es el olvido.

Una lección nos queda.

Y está presente en La Paloma Juarista, cantada brutalmente por Eugenia León en el Estadio Azteca durante el cierre de campaña de López Obrador:

“Cuánta falta nos hace Benito Juárez”.

Cierto.

Pero ay de aquél que caiga en la tentación de sentirse don Beno.

No estamos para repetir historias ni melodramas.

No estamos para andar buscando traidores debajo de la mesa.

Juárez fue uno, y fue un mortal como cualquiera:

Dio la espalda a los suyos —ahí están Guillermo Prieto, el Nigromante y otros más—, aunque enfrentó al enemigo.

Nunca pudo curarse de haber matado a un hermano masón, tan liberal como él, al que tuvieron que cortarle las piernas para que entrara en el féretro.

La tentación  de repetir la historia es lo más natural en nuestra aldea.

Cuidémonos de no hacerlo.

La levita y los guantes blancos de Juárez han entrado en desuso.

Que nadie quiera ponérselos de nuevo por el amor de Dios.

 

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