En siete minutos, el abanderado por la coalición Juntos Haremos Historia se mostró intolerante y regañó al conductor

Por: Mario Galeana

El que aparece a cuadro es Miguel Barbosa. El reloj en la esquina inferior izquierda del noticiero de Imagen Puebla indica que son las 7:23 AM. Antes se ha transmitido una nota sobre el cierre de campaña del candidato por Morena al gobierno de Puebla donde se afirma que asistieron “más de 10 mil personas”.

Pero ahora, Juan Carlos Valerio, el conductor del noticiero, le pide a Barbosa que diga cuántas personas supone que asistieron a su evento, y así inicia un bochornoso episodio más del abanderado por la coalición Juntos Haremos Historia contra la prensa.

—Lo que acabamos de escuchar de tu reportera —le contesta— es la versión que reparte el morenovallismo…

—¿Cuántos fueron? —interviene Valerio.

—El cierre de campaña del sábado fue el acto más grande que la historia política de Puebla haya registrado. Fueron mucho más de 50 mil personas, para no llegar a los 100 mil que dijimos. Martha Erika estuvo en un lugar cerrado, un lugar donde no caben más de 15 mil personas, pero a ella le dan más de 25 mil… ¡Ya compórtense equitativamente, señores de los medios!

El reloj marca las 7:24 de la mañana. El encuadre de cámara ahora los muestra a ambos sentados frente a una mesa y dos tazas de café. Los separa metro y medio de distancia. Valerio parece sorprendido de la respuesta de Barbosa, que agita el dedo y lo mira fiero. El conductor intenta mediar, pero entonces el candidato dice que a los medios les urge una ley —su ley—: la Ley de Propaganda Gubernamental, que hasta ahora no ha explicado, y que por eso mismo suena a una mordaza.

—Bueno, ahí está su versión —le concede Valerio.

—Créeme que a la prensa lo que le falta es Ley de Propaganda Gubernamental. No más bajezas como estas que estamos viendo en la última semana (…) No, no, no. Transitamos por un proceso electoral inequitativo, con órganos electorales controlados, dinero público y privado, ¿sí? Todo, con un control mediático enorme, ¡enorme! Pero muy dignos, créeme que vamos a ganar por más de 10 puntos.

Y su rostro muestra todo, salvo la dicha de un candidato que cree que puede ganar por tanto.

El reloj en la esquina izquierda dice que son las 7:25 de la mañana. Barbosa insiste en que si el noticiero no dice la cifra exacta de los asistentes a su campaña, se perdería la noción de que hizo una campaña “potente”. Luego regaña otra vez a Valerio, y ese es, posiblemente, el retrato exacto de su verdadera campaña: la permanente confrontación con la prensa.

—Nosotros no tenemos dinero para hablar con reporteros, con editores… Nosotros hacemos las cosas espontáneamente. Y por eso no deben ustedes de jugar este papel…

—Candidato —interviene el conductor—, usted está teniendo justamente el uso de la palabra por segunda vez.

—Sólo una vez —se queja el morenista.

—Por segunda ocasión —le revira Valerio.

—¿Quieres que midamos cómo nos dio acceso a los candidatos este medio? —bufa Barbosa, de nuevo, pero se contiene: ya ha consumido tres de los siete minutos que el noticiero cedió para su entrevista. Entonces sigue:

—Pero en fin, no vine yo a esto, aunque sí me molestó que la reportera dijera que “ante más de 10 mil espectadores o asistentes”, ¡por favor!

El reloj de la esquina indica que ya son exactamente las 7:26 de la mañana. Barbosa habla los siguientes cuatro minutos de su campaña, la misma retahíla gastada, y se despide de Valerio con un apretón de manos que dura nada.

—¿Algo más? —le pregunta el conductor.

—Agradecerte y decirte que… Que… —duda un candidato ruborizado— que… Nos sentimos muy animados. Esta es otra sociedad, afortunadamente está informada, tiene una posición muy clara, ve las cosas y las distingue de manera muy nítida.

Son las 7:30 de la mañana.

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