El abanderado por Morena al gobierno del estado señaló que las publicaciones posdebate de la prensa son parte de “una cadena de calumnias y ofensas”
Por: Mario Galeana
El candidato por la coalición Juntos Haremos Historia (Morena-PT-PES) al gobierno de Puebla, Miguel Barbosa Huerta, reprochó que los medios locales hayan interpretado que perdió el único debate en la contienda por Casa Puebla.
“El posdebate… Bueno, si se puede llamar posdebate a las vergonzosas primeras planas de algunos periódicos. Ahí que se queden diciendo lo que quieran, han estado diciendo cosas en mi contra por meses y no les ha funcionado. Sienten las encuestas porque soy puntero, así que de verdad no les funcionan este tipo de acciones de sociopatía política”, señaló en entrevista con Oro 94.9.
Más tarde, a través de un video difundido en redes sociales, amplió su crítica a la prensa al decir que las publicaciones del posdebate forman parte de “una cadena de calumnias y ofensas”.
“En el debate tuve que contestar las infamias, las calumnias y los señalamientos que han constituido como una narrativa, y que han sido machacados por la prensa. Hoy (ayer), al otro día del debate, aparecen las planas de muchos periódicos de la prensa escrita que son verdaderamente desastrosos, ofensivos. Es ese posdebate que ni siquiera posdebate puede llamarse, sino solamente una cadena de calumnias, cadena de ofensas”, lanzó Barbosa Huerta.

También dijo que sus rivales —la panista Martha Erika Alonso Hidalgo, el priista Enrique Doger Guerrero y el candidato por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Michel Chaín Carrillo— acudieron al debate con la intención de quebrarlo.
“Es lo que han querido hacerle a López Obrador. Ayer (el lunes) quisieron hacerlo conmigo, y nunca lo iban a poder conseguir. Son tres personas que no tienen los tamaños para hacerlo, entonces yo me sentí muy bien”, declaró.
El senador con licencia reconoció que no respondió a todas las acusaciones que lanzaron sus rivales, entre ellas las irregularidades en su patrimonio y la carencia de una cédula profesional que pruebe sus estudios en Derecho, pero argumentó que sus rivales pretendían hacer que se enganchara.
“Yo cada acusación que me han hecho la he aclarado. He subido a mi cuenta cápsulas como esta. Yo ayer (el lunes) no me iba a enganchar a que me sacaran de mis casillas, a que hiciera enojos públicos o que utilizara todo mi tiempo en contestarles a estos difamadores”, arguyó.
Barbosa Huerta se pronunció ganador del debate del pasado 11 de junio y anunció que muy posiblemente su cierre de campaña se realice el próximo sábado 26 de junio en la zona de Los Fuertes.

El soliloquio de un orador vencido
Luis Miguel Barbosa perdió el aplomo, dejó de mirar a la cámara y volteó a todos lados mientras tensaba las cejas y ladeaba su cuerpo
Por: Mario Galeana
El Pleno del Senado enmudeció porque lo que había visto era, sin duda, un arrojo: un acto cargado de valentía. “¿Saben qué es lo que hago con esto?”, les preguntó Miguel Barbosa a los jóvenes que estaban acomodados en las curules de la Cámara alta para tomar un taller avanzado de oratoria. “Lo rompo”. Y eso hizo: tomó el manojo de hojas de su discurso y lo partió por la mitad. La rasgadura retumbó a través de los micrófonos de la tribuna, y él sonrió muy cómodo, feliz de que todos en la sala quedaran perplejos. Barbosa prosiguió diciéndoles a aquellos muchachos lo que él consideraba un buen discurso.
“Siempre será mejor improvisar. Siempre. Para comunicar hay que conmover, hay que apoderarse de la opinión de quienes escuchan nuestra intervención. Ser capaces de poder —con la mirada, con ademanes y con gestos—, atraer la atención. El orador debe ser capaz de ver todo lo que está ocurriendo en el pleno en donde usa la palabra. Yo nunca he estado en un curso de oratoria como ustedes, yo me he forjado a través de la experiencia”, pronunció.
Eso ocurrió el 19 de mayo de 2016. Una fecha en el calendario, o más bien un sitio que posiblemente Barbosa olvidó la larga noche del 11 de junio de 2018, cuando participó en el único debate entre candidatos al gobierno de Puebla sin mostrar un jirón o acaso un atisbo del arrojo que, años antes, desplegó ante aquellos muchachos a los que les confesó, también, sus secretos al hilvanar un discurso.
Todo inició desde la primera réplica que ofreció en el debate: dejó de mirar hacia la cámara por la que a su vez miles de poblanos lo miraban a él, y volteó hacia todos lados mientras ladeaba su cuerpo y tensaba las cejas. Para cuando intentó responder la primera acusación en su contra, el cronómetro ya marcaba que no tenía un solo segundo más.
Fue siempre así, siempre igual: el cuerpo apretado como un ovillo sobre el podio, la voz llena de ripios y la aparición de cierto enrojecimiento en los ojos que se hizo más evidente al pasar la primera hora del debate, cuando las esquirlas de las acusaciones de sus adversarios ya medraban su ánimo y agudizaban el gesto irascible de su rostro.
Barbosa llevó al debate tan sólo la extensión del soliloquio que suele difundir a través de videos que postea en sus redes sociales para lanzar denuncias o para analizar la situación político-electoral del estado.
No fue a confrontar a aquellos que lo confrontaron, o no lo hizo con la misma intensidad y frecuencia. Recientemente ha dicho que hacerlo hubiera significado “engancharse” con ellos, pero quien haya oído las afrentas que lanzó desde el Senado diría que se convirtió exactamente en la imagen opuesta que ofreció a aquellos muchachos tiempo atrás, a los mismos que embelesó con su bravura ante el micrófono, con ese gesto de satisfacción que ofrecen sólo aquellos que se saben poderosos.
Aunque controló la estructura del PRD por décadas, el poder de Barbosa jamás fueron los votos. Nadie lo ha votado en una elección constitucional y, sin embargo, ha sido diputado federal, senador, presidente de la Cámara alta y, ahora, candidato al gobierno de Puebla.
Su poder ha sido, sobre todo, la palabra. Así se convirtió en el principal interlocutor de la izquierda mexicana para desplegar el Pacto por México, el paquete de reformas estructurales más ambicioso en la historia moderna del país. Así, con la negociación de este pacto, dio la espalda a la tribu Nueva Izquierda (NI) y descarriló el control que hasta entonces ejercieron sobre el PRD. Así, con la misma habilidad, arrancó a este partido 11 senadores para entregárselos al bloque Morena-PT, y hacer de él el segundo más poderoso en el Senado.
Pero así, sin este estilo, participó en el debate más importante de su carrera. Las personas cambian y casi siempre pierden algo.
